Hace aproximadamente veinte años, por estas fechas del calendario de Adviento, cenaba en una taberna de la alta alcurnia madrileña. En el reservado de un cenador de postín, próximo al Paseo de la Castellana, al costado del Santiago Bernabeu, el restaurante de alta cocina vasca sé apodaba Gaztelupe. El delicatessen lugar de los productos perecederos, es de esos bistrots que antes de acomodarte haciendo honores al aglomerado de un engalanado tablero, está encorbatado por finas servilletas atiborrado de ostentosos platos y refinados cubiertos afilados por el acero inoxidable. El lugar destacaba por una decoración allanada por el camino de una naturaleza costumbrista propia de la cultura norteña. Te sentías observado en el cogote por los anteojos de unas oscuras pinturas esposadas a las paredes. En el momento de apoltronarte ya te habían abordado con esmero y tantra educación, cuatro serviciales y pulcros empleados, con la brillantez de poder servirte con la mejor atención posible.
Nos habíamos reunido cinco comensales a la cita culinaria. Uno de ellos era médico, endocrino para ser más conciso. La carta era amplia y variada, abría el apetito con solo tenerla en las frías manos de una Madrid apolillada por el helor glaciar que desprendía su sierra. Decidimos por unanimidad pedir dos entrantes al centro y un segundo para cada uno de los allí presentes. Uno de los platos elegidos fue el foie con manzana caramelizada. El doctor que presidía la mesa nos advertía, antes de embucharnos una menuda porción del hígado de pato untado en una rebanada de pan tostado, a sugerencia del fiel garante de sala, que su consumo era muy indigesto. Sacudidos por el hostil parte médico, emitido por el compañero que nos agasajaba a la mesa, era desconocedor de tal zarpazo estomacal. Al finalizar el sopar, la tertulia derivó en el asunto en cuestión, escuchando las disertaciones del profesional de la salud sin rascar muchas conclusiones al respecto.
Al pasar los años, en un documental de La 2, medio audiovisual de la que todo el mundo saca pecho pero apenas nadie ve, proyectaba un reportaje sobre la forzada alimentación de los aparentemente adormecidos y sumisos patos. Los activistas en defensa de los derechos de los animales habían grabado con total libertad y a cámara descubierta, en cooperación con los propietarios de la granja, el deshonesto gesto de la hora del menjar de los animalitos. Intubados, sin salvavidas, consumían a la fuerza un buen grapado de granos de maíz deslizados desde una cánula metálica que unía la garganta con el hígado. No me lo podía creer. La comercialización del foie gras está prohibida en más de quince países. Europa incluida. No por una cuestión de fe religiosa, sino por unas leyes que combaten el maltrato animal. Hemos pasado por agua la reciente noticia del primer animal, que ha obtenido el carné por puntos para viajar en los asientos de la desguazada EMT. Un pase VIP con sus pros y contras, pero una decisión valiente. Los animales son parte de nuestras vidas, nos acompañan a lo largo de ellas.
Aprovecho para calzar conciencias, con el objeto de orientar a los interesados en el concurso de la noble adopción de un animal cómo dávida, no caer en la ratonera de mercantilizar el regalo abrazando el instrumento fálico del datáfono, tan adorado por la tarjetas de crédito. Apropósito de las cercanas y entrañables fiestas, y de la reciente incursión de New York en el selecto club de las ciudades prohibidas en la comercialización del foie gras, la polis de los rascacielos ha aprobado una ley que sacará en el 2022 de los lineales y las cartas de los menús alimenticios, al indigesto foie gras. Nominado, tocado y hundido, la controvertida enmienda fue secundada con una mayoría abrumadora venciendo sin paliativos el Sí al No. El resultado ha puesto en pie de guerra a productores, tenderos y restauradores desde Wall Street hasta Brooklyn. Las navidades, son unas fechas gourmet disfrazadas de un alto contenido comercial sometidas a una decoración altruista. En los estantes de los supermercados, en las sobrealimentadas cartas de los restaurantes, en los centros de las reuniones familiares abundarán prolijas recetas elaboradas con el polémico foie gras. Recurramos a la épica, gracias a las hazañas de Noé, los animales pudieron refugiarse en el pasadizo del tiempo, navegando por las aguas durante el Diluvio Universal. No nos indigestemos. Tomemos conciencia.