El debate sobre la conveniencia o no de la jornada continua está lejos de disiparse en la Comunitat Valenciana, donde 215 centros públicos y concertados adoptarán el próximo curso escolar el horario a la jornada continua, que consiste en concentrar las sesiones lectivas (clases y recreos) en horario de mañana. Elegir entre uno y otro es un dilema al que se enfrentan muchos padres y que genera cierta polémica cuando los centros educativos plantean la posibilidad de adoptar el cambio. Dos sistemas que tienen bondades y perjuicios y a los que no le faltan defensores y detractores.
Ya sea porque permite conciliar la vida familiar o porque se ahorran los desplazamientos o el comedor, lo cierto es que la jornada continua está ganando terreno en los colegios de la Comunitat Valenciana. Pero, ¿a quién beneficia? Sus defensores argumentan que los alumnos rinden más mientras que sus detractores critican que los mayores beneficiarios son los profesores. Y así con cada uno de los puntos, salvo la necesidad de conciliar la vida laboral y cambiar los horarios de los españoles, que poco se asemejan a los europeos.
La jornada continua propone un horario donde los estudiantes terminan a las 14 horas. Asunción Bañón, presidenta de la Plataforma a favor de la Jornada Continua en la Comunitat Valenciana defiende que durante las mañanas «los alumnos están más descansados lo que favorece la concentración y el aprendizaje». Por su parte, las Escuelas Católicas de la Comunitat Valenciana (Escacv) rechazan la jornada continua basándose en criterios psicopedagógicos y psicológicos que apuntan a que el cerebro del niño no está preparado para el estrés que supone la concentración de materias.
Un horario que deja la tarde libre al niño y en el que los padres tienen tres horarios de recogida: cuando finalice el horario lectivo, acabe el horario de comedor o termine la jornada escolar general. Para Asunción Bañón permite a los menores tener más tiempo para las clases extraescolares y considera que con la jornada partida apenas tienen tiempo para hacer los deberes, descansar o hacer actividades que fomenten otras habilidades. Igualmente, señala que la jornada escolar continua puede suponer un punto de inflexión en las políticas de conciliación de las empresas, que adaptarían horarios más europeos.
(Lea el artículo completo en el número de abril de la revista Plaza)