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MINORÍA ABSOLUTA / OPINIÓN

Que el mundo vuelva a girar

31/12/2020 - 

Parecía que este año no acababa nunca, pero por fin ha llegado el día. Hoy nos despedimos del 2020, el año del coronavirus. El año que un virus paralizó nuestro planeta. Que detuvo nuestra vida de golpe y sin avisar.

El año que incluimos en nuestro vocabulario diario palabras como mascarilla, estado de alarma, desescalada o confinamiento, esta última, elegida palabra del año por la Fundación del Español Urgente. Un encierro inédito en nuestras vidas, que dejó calles vacías, bolsillos manirrotos y cajas registradoras en mínimos. En el mejor de los casos, la gente ha perdido el trabajo o ha empeorado su situación económica, porque en otros, han perdido a un ser querido o su propia salud.

Ante esta desolación nos planteamos esta Nochevieja como un ritual de despedida. Estamos deseando dejarlo ir y recibir el 2021 con la esperanza de que nos devuelva nuestra “verdadera” vida, en stand-by desde el pasado mes de marzo.

Foto: KIKE TABERNER

Pero para realmente dejar atrás el año más extraño de nuestras vidas tendríamos que hacer un recuento de los aprendizajes que nos ha dejado para afrontar el futuro con mayor sapiencia. Por eso me gustaría recuperar algunas reflexiones, porque esta pandemia nos entreabre la puerta a una nueva realidad. Porque el mundo tal y como lo conocíamos está de despedida.

2020 ha sido un año de reencuentro. El mundo paró en seco y nos dejó solos con nosotros mismos. Nos ha afectado a nivel individual para que seamos más conscientes y nos replanteemos nuestras propias prioridades. Como sociedad, hemos visto algunas de nuestras fortalezas como la solidaridad, la fuerza de la unión, la gratitud, el valor de lo cercano y  el agradecimiento a nuestros sanitarios. Y también nuestra parte más vulnerable, porque la covid se ha cebado especialmente con los más mayores.

El 80% de los fallecidos en España tenían más de 70 años. Una de las generaciones más fuertes y que más han aportado para construir nuestra sociedad del bienestar se fue por la puerta de atrás. Pero lo más grave no es que este virus haya acabado con sus vidas, sino que ha puesto en evidencia que, a partir de cierta edad, eres prescindible para esta sociedad. Y en este punto es donde las instituciones son más necesarias que nunca para proteger a uno de los colectivos más numerosos del país y que más reconocimiento merece. Luchar contra el edadismo es uno de los retos que nos deja esta crisis.

Foto: EP

Además, el coronavirus ha funcionado como un revulsivo para cambiar muchas cosas que ya no volverán a ser como eran.

Porque esta crisis ha sido un acelerador de tendencias que, apuntaban maneras, pero que ya habitan entre nosotros: teletrabajo, las pantallas como ventana para relacionarnos, nuevos hábitos de consumo, de hecho, somos el país que con mayor crecimiento en el comercio online. En definitiva, se ha acelerado nuestra relación con la tecnología y la cuarta revolución industrial está ya instalada en nuestra realidad cotidiana.

En este contexto disruptivo, las instituciones tienen que ser conscientes de esta nueva realidad y gestionar las consecuencias de esta pandemia en todos sus ámbitos: sanitario pero también económico y social.

Pocas veces la política se ha enfrentado a un desafío de esta magnitud. Y, lejos de ser fácil, la política puede dar estas respuestas. Pero se necesitan nuevas formas de hacer política. Porque el enfado hacía la clase política crece, y crecerá en proporción a la deriva socioeconómica que se antoja muy pesimista.

El cambio va tan rápido que no quedarán muchas más oportunidades. O actúan o podrían llegar a ser prescindibles. La inteligencia artificial estará más que preparada para hacerles un sorpasso.

Aunque la ventaja es que los algoritmos aún no saben de negociación, empatía, pensamiento crítico e inteligencia emocional, ingredientes básicos para una nueva forma de hacer política y recuperar la confianza de los ciudadanos. Porque hasta los más incrédulos necesitan respuestas. Ahora más que nunca la lupa está puesta en los políticos y esta pandemia ha dejado en evidencia distintos tipos de liderazgo. Aunque aún haya menos de un 10% de países en el mundo gobernados por mujeres, han sido ellas las que más han destacado en la gestión de esta crisis,  por su rapidez al actuar y su empatía al comunicar. El liderazgo femenino, está aquí para quedarse, y será uno de los protagonistas del futuro. No por una cuestión de género, sino de inteligencia emocional.

En este 2021 veremos importantes ejemplos, por primera vez una mujer, Jane Fraser, estará al frente de uno de los grandes bancos de Wall Street, y otra mujer, ocupará el segundo cargo más importante del país. Kamala Harris será la vicepresidenta de EEUU. Una nueva etapa que esperemos pueda amainar la polarización enquistada en la sociedad norteamericana.

Empezamos un nuevo año con muchas esperanzas, las que nos trae la vacuna más rápida de la historia gracias a los avances de la ciencia y por supuesto, a una gran inversión económica. Confiemos en la recuperación que, aunque sabemos que será un camino largo y lento, necesitamos de todos los estímulos para reactivar la economía.

 Que sirva para algo este mal año que hemos pasado, porque sin integrar lo que hemos vivido será difícil avanzar. Por ellos, por los que no están, y en memoria de Spencer Davis tenemos que seguir, Keep on running.

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