tribuna libre / OPINIÓN

Que tengan una Feliz Danavidad

22/12/2024 - 

Quiero contarles una historia. Érase una vez unas gentes que habitaban las poblaciones construidas en la ribera sur del río Turia y en las comarcas del interior de la provincia de Valencia. Todas vivían de sus sueños, trabajos y esfuerzos. Unos habían luchado décadas para ver medrar su negocio, levantándose pronto cada mañana e incluso trabajando de sol a sol. Algunos habían hecho un viaje desde allende los mares para empezar una nueva vida, e incluso sus hijos ya habían nacido valencianos. El duro trabajo en el taxi que le obligaba a regresar de madrugada, la lucha frente a la enfermedad con la asistencia hospitalaria y tantos tratamientos para poder ganarle un año más a la vida, la ilusión de haber inaugurado una clínica dental, una peluquería, con lo difícil que es empezar un negocio como autónomo en este país, todos ellos fundamentaban el día a día de estas personas.

Todas ellas concebían el seguir caminando por el angosto sendero de la vida, aceptando mancharse los zapatos de tierra, beber el agua de la alegría e ilusión y a la vez pasar la sed de la decepción, el fracaso y la lucha. Los que tenían suerte esperaban las fechas de Navidad para juntarse con los seres queridos, y los que no, maldecían una fiesta en la que nos obligan a ser felices. Pero todas ellas aceptaban esos días señalados para reflexionar, sufrir la añoranza de los recuerdos y darle una tregua al espíritu.

Pero nunca imaginaron que en cuestión de horas el sendero se convertiría en riada. En vez de tener que caminar, nadar hacia la salvación. Cambiar el polvo de la tierra por barro, porque el agua que da la vida se transformó de manera súbita en un agua que les trajo la muerte y la destrucción. Nunca se imaginaron habitar en la oscuridad tanto tiempo y que la herida de la necesidad de ayuda y el abandono sangrara tanto y se infectara.

Y ahora, casi dos meses tras la catástrofe, las gentes que han quedado, siguen valientes reconstruyendo como hormiguitas sus casas, sus pueblos, su vida. Siguen honrando a sus desaparecidos y bebiendo forzosamente la hiel de la injusticia del destino, para quien cree en él. Además, el olvido sigue impregnando el ambiente de todos esos lugares.

Implacable e impertérrita vuelve a llegar la Navidad a esas gentes, pero este año será distinta, será más intensa. Cuando te acercas al río desde Valencia y ves en el barrio de La Torre como se introduce en su iglesia abierta de par en par, un gran número de personas en fila para obtener las ayudas y sigues adentrándote más hacia el sur, viendo que aumenta el barro y los restos de la desolación conforme llegas, por ejemplo, a Benetússer, donde te asustan los negros y grises huecos de los bajos porque falta todo lo que la catástrofe se llevó... es entonces cuando te preguntas, ¿será buena con ellos esta Navidad?

Pienso que estas fiestas las fundamenta la humanidad, lo demás son adornos inertes. Por ello, si pudiéramos acercarnos más a estas personas para escucharlas y acompañarlas, si pusiéramos de nuestra parte para aguantar el peso del desasosiego con ellas y nos dejáramos de lástimas llenas de inacción, es entonces cuando ayudaremos a que el final de esta historia sea digno para el pueblo Valenciano que somos. Como canta Nino Bravo en “Mi tierra”, plantemos en las zonas del barro esas flores de la libertad que no se pudren ni mueren, porque tenemos esa voz que ruge si se nos encierra, hagamos pues que florezca nuestra Tierra y así nadie habrá sufrido en vano.

Ahora que a la Dana la han elegido desgraciadamente como la palabra del año 2024, permítanme que la vista y les desee Feliz Danavidad.

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