Este Gobierno dividido ha demostrado ser el peor de los posibles para resolver la peor crisis. La incompetencia, el engaño y la inmoralidad definen su forma de actuar. Han llevado al país al matadero. Se impone un Gobierno de concentración nacional. No hay político mejor preparado para presidirlo que Felipe González
Este artículo se va a leer. En ocasiones me siguen. Tengo admiradores y detractores. Hay gente que me quiere y otra que me desprecia. Es lo normal si te tomas el periodismo en serio. El periodismo es un acto de guerra. Tienes que elegir trinchera (no pierdas el tiempo siendo equidistante como el pajarraco Fernando Ónega y otros de su cuerda). Has de disparar y prepararte para que te vuelen la cabeza. Antes de escribir un artículo, siempre orino para marcar el territorio. Como los perros. Y empiezo a lamer o morder según los días.
Este artículo se va a leer. Estoy convencido de que le llegará al rey de España, Ana Patricia, don Amancio (¡felicidades por su cumpleaños!) y al telefónico Pallete.
Este artículo —lo reitero por si no ha quedado claro— se va a leer.
Un González presidente mantendría la presidencia para el PSOE, y estaría bien visto por gran parte de la derecha política y social y los poderes económicos
Porque este artículo contiene una propuesta sincera y ambiciosa para las élites del país. Ellas tienen que hacerla realidad. En mi modesta opinión, mi propuesta señala una salida —todavía muy lejana, por desgracia— para escapar del marasmo en que nos hallamos.
No podemos seguir así, en manos de un Gobierno infame que, con su incompetencia e inmoralidad, ha llevado a España al matadero. Además, con el pretexto de esta crisis excepcional pretende prolongar un régimen autoritario que amenaza nuestra vida, nuestra libertad y nuestra hacienda.
Al presidente maniquí, principal responsable de esta catástrofe, hay que mandarlo a galeras para que pague por todo el daño infligido a los españoles.
España necesita un gobierno de concentración nacional que agrupe a los partidos constitucionalistas moderados y mantenga a raya a los comunistas y los separatistas. Ese Ejecutivo debería incorporar a ministros del PSOE, PP y Ciudadanos, y reforzar su autoridad con la presencia de independientes de prestigio.
La cabeza de este Gobierno tiene un nombre conocido: Felipe González. Lideró el Ejecutivo más largo de la democracia (1982-1996) y fue secretario general del PSOE desde 1974 a 1997. Con sus luces y sombras —corrupción y hundimiento de la enseñanza pública—, ha sido el político más importante de los últimos cuarenta años. Es el Cánovas de este régimen en vertiginosa descomposición.
No es la primera vez que un dirigente español vuelve al poder. Espartero, Cánovas y Maura tuvieron sus segundas oportunidades. Un González presidente mantendría la presidencia para el PSOE, partido más votado en las últimas elecciones generales, y estaría bien visto por gran parte de la derecha política y social y los poderes económicos.
Nunca voté a Felipe en unas elecciones, todo lo más lo apoyé en el referéndum de la OTAN en 1986. Hoy, sin embargo, considero que es la persona adecuada para sacarnos del atolladero.
González modernizó el país; consolidó la democracia metiendo a los militares en cintura; logró la incorporación de España a la Comunidad Europea y convirtió nuestra sanidad pública en una de las mejores del mundo. Socialdemócrata templado, traicionó a la izquierda que lo aupó al poder. Esa suerte tuvimos. No cayó en el guerracivilismo de Zapatero y el presidente maniquí. Lamentablemente fue una anomalía en la historia del socialismo español.
Aquí queda escrita mi propuesta para reconstruir España después de la pandemia. Esa reconstrucción se ha de hacer con respeto a la equidad, el orden, la propiedad privada y las libertades individuales.
Felipe González, el hombre que aprendió de sus crisis de asma a mantener la calma en situaciones límite, es la solución para nuestro país.
Seguir con lo que tenemos equivale a suicidarnos como nación.