CASTELLÓ/VALÈNCIA. "El FIB ya no es el FIB, quizá habría que cambiarle el nombre". Así lo opina Víctor Ballester, quien ha vivido el festival en sus 25 ediciones. El músico conoció al festival de Becàssim desde detrás de la barra. En 1995 empezó como camarero y, cosas de la vida, décadas más tarde actuó con su banda deBigote. Entonces para el castellonense, como para otras miles de personas, el FIB era, más que un ciclo de conciertos, una cita ineludible. Llegó al punto de convertirse en las "fiestas patronales" para una comunidad de personas, la mayoría procendetes de Benicàssim y Castelló, que asistía cada año sin pensarlo. En muchos de sus 25 años de vida, su trascendencia ha ido mucho más allá, siendo la gran cita indie estatal y el escaparate para las tendencias pop anglosajonas. Todo un motor cultural y turístico que se desalloró mucho antes de que se pusiera de moda hablar de estos términos. Sin embargo, con el paso del tiempo este sentimiento cambió entre aquellos que un día se bautizaron como fibers y algunos rechazan hoy su propuesta.
El FIB volverá este jueves tras dos años de parón y bajo la batuta de sus nuevos propietarios, los valencianos The Music Republic. Fue pocas horas después de terminarse la última edición, la de 2019, cuando la promotora anunció la compra del festival tras llegar a un acuerdo con su anterior dueño Melvin Benn. Aunque no era la primera vez que el festival cambiaba de manos, el FIB asumió esta transición en un momento en el que ya sufría la pérdida de público y se esforzaba por competir contra propuestas de mayor envergadura. Madrid y Barcelona desarrollaban propuestas propias en sus ciudades que dejó en sus casas a una parte importante de los visitantes estatales. Pero, ¿qué ocurrirá con el renovado FIB?
Define Ballester la etapa de los hermanos Morán, creadores del proyecto y quienes estuvieron a su frente hasta 2009, como la mejor del FIB. "Igual que otros tenían los San Fermines, nosotros esperábamos el festival como agua de mayo. Queríamos ver a quiénes llevarían cada año, porque todo el mundo pasaba por el FIB", recuerda el músico. Pero todo "se torció" con la llegada del empresario irlandés Vince Power, quien ciertamente terminó endeudando al festival hasta tal punto de llevarlo a un concurso de acreedores. No sería hasta la compra, años después, por parte de Benn que el festival logró liquidar todas sus deudas, aunque a nivel de programación ya no volvería a ser el mismo.
"El Festival de Benicàssim nació en una época de cambio, de adolescencia musical. Nació bajo la estela del indie, pero hoy no hay relevo generacional. En su momento cogió impulso porque la gente tenía ganas de escuchar música nueva y ver a grupos que era imposible de ver en otros sitios. Pero todo se torció cuando el FIB empieza a volverse un negocio, cuando se ve como un caramelo que va pasando de empresario a empresario. Ahora no sé qué es el FIB", señala Félix Ribes, conocido por la banda Lula, y quien tocó en el festival en el año 2011 con esta agrupación y en el 2000 con Jonipai.
Aunque, eso sí, cree el músico que con el golpe tan duro que ha supuesto la pandemia para el sector, es "normal" que los nuevos propietarios "no arriesguen e inviertan demasiado". "El festival no es el que prometieron. Todavía parece que estén buscando por dónde reenfocarlo".
Los hermanos Sánchez han logrado sacar los abonos más baratos seguro de la última década del FIB. Si en la última edición costaban 155 euros, este año han salido a la venta por 60 euros los cuatro días. Mientras la entrada de cada jornada ha costado cuarenta euros. Unos precios que, aún siendo más asequible, no han conseguido el ansiado 'sold out'.
Pese a que muchos de los asistentes conservaban su entrada desde que el festival pusiera a la venta los primeros tickets en 2019, cuando todavía no se conocía que ni la edición de 2020 ni de 2021 podría celebrarse, el festival no ha logrado volver, al menos de momento, a los niveles de público de sus años anteriores. Esto se debe, según explican Ribes o Ballester, a que ahora el FIB compite a ese precio, y con ese cartel, contra muchas otras propuestas.
"El FIB ha derivado en un festival menor, que no tiene nada que hacer contra el Sonar o el Primavera Sound, porque está dentro de esa uniformidad de festivales baratos que se ha generado. Ponen entradas a la venta mucho antes de conocerse el cartel, buscando a un público que le da igual quién va. Solo quieren vivir la experiencia y la fiesta, cosa que está muy bien, pero esto les hace competir contra modelos parecidos, como el de su propio festival Arenal Sound", manifiesta Ballester. También cree Ribes que el problema está en que ahora "hay macrofestivales todos los meses y en todas las localidades". "Si antes la gente esperaba un verano entero para vivir un evento como este. Ahora la oferta es continua".
La oferta del cartel de este año es, sin duda, un giro de casi 180 grados. Más o menos el mismo que ha sufrido la escena entendida como indie últimamente. Desde hace años, las discográficas independientes han conseguido llevar hasta el mainstream a algunos grupos que empiezan con un boca-oreja hasta alcanzar cientos de miles de seguidores. El público del festival indie ha dejado de ser el arquetipo del gafapasta para abrazar a un público muy diverso que multiplica el potencial económico de los conciertos.
The Music Republic ha vivido esta transición y ha sido la empresa visionaria que mejor lo ha leído. Al éxito del Arenal Sound le siguió la conformación de un modelo que ha replicado en Sevilla, Granada o València. Ahora, el Festival de Les Arts, Interstellar y Granada Sound son primos hermanos.
Tal es así que, analizando los carteles de los cuatro festivales, el FIB comparte 15 de sus 31 propuestas para los dos escenarios principales con, al menos, otro festival de la misma promotora. Un 50% del cartel. De esos 15, 7 nombres se repiten en solo un festival, y 8 en dos. Tanto Miss Cafeína como Ginebras actuarán, este mismo año, en los cuatro.
El atractivo del cartel de este año lo aúpan estrellas internacionales del indie que vivieron sus mejores años hasta hace un lustro, como The Kooks, Two Door Cinema Club, Mando Diao o Justice. Steve Aoki, uno de los nombres que protagonizó el despegue del Arenal Sound como uno de los festivales más masivos del país, se apunta también al FIB. Lost Frequencies, Declan McKenna o Tyga representan ese carácter internacional que transita entre el pop mainstream y los restos de lo que se conoció como el circuito indie.
En julio de 2019 sin duda el mundo era muy diferente al actual. Tomas las riendas de un tótem como el FIB no debe haber sido fácil, y las últimas semanas se lo han confirmado a propuestas como Diversity o el concierto de Bryan Adams en València, o los problemas generalizados de facturación que cuentan varias fuentes a este diario y que revierte directamente en la viabilidad de los festivales de la Comunitat, que ofrecen abonos baratos y dependen de los beneficios de la venta de bebida.
2022 será la vuelta del FIB; pero entre medio, una pandemia mundial ha trastocado todo el mercado de giras internacionales (las que, supuestamente, son del interés del Festival de Benicàssim), la inflación ha puesto en jaque la disponibilidad de equipo técnico y material, y la multiplicación de propuestas en el sector parece abrir una etapa de supervivencia o muerte para los festivales.
El FIB empieza esta nueva etapa con una sensación de extrañeza, de claro alejamiento de su espíritu que ha mantenido, con altibajos, durante un cuarto de siglo. En los próximos años será cuando The Music Republic defina las líneas maestras de la propuesta de una manera más clara y se podrá saber con mayor certeza si los fibers acaban renegando (aunque sea a costa de tener una mejor afluencia de público y mayores perspectivas económicas) o si el FIB vuelve a los cauces de una escena musical revuelta.