NOSTÀLGIA DE FUTUR  / OPINIÓN

Razones para el optimismo

Ocho motivos para ver el horizonte post-pandemia con esperanza

3/06/2021 - 

Tengo en mi tío Román a un lector crítico. Me alegran y ayudan sus escuetos mensajes los jueves por la mañana cuando me toca publicar artículo. La evaluación nunca falla a su cita. 

El otro día me hizo ver algo de lo que no era consciente: “tus últimos artículos son un poco negativos, la gente necesita optimismo”. Lo he pensado y es verdad. Este ambiente que nos envuelve, de una constante languidez, como lo explicó Adam Grant en el New York Times, no da pie a demasiada euforia. 

No podemos minimizar tampoco la gravedad de la pandemia, interconectada con los problemas estructurales globales. Nos queda mucho camino para ver la luz del todo y, desgraciadamente, en este mundo de renovadas fronteras, a algunos les queda muchísimo más que a otros. 

Pero hoy, desde la perspectiva urbana, territorial y económica de siempre, me gustaría señalar algunas razones para el optimismo y explicar por qué quiero pensar que vendrán cosas buenas después de esta crisis. Aunque las ciudades sean espacios en disputa, aún tendrá todo el sentido del mundo vivir juntos. Lo seguiremos haciendo. 

-La interdependencia.

Hemos aprendido que nuestra libertad individual se tiene que alinear con el respeto y el cuidado de los otros. La salud, un innegable bien público, tiene dinámicas de interdependencia. Nos necesitamos los unos a los otros, pero también nos ponemos en riesgo. 

-La desestigmatización de la salud mental

La salud mental copa titulares como nunca lo ha hecho y sale del armario de los complejos. Las enfermedades hay que tratarlas como tales, con diagnósticos y remedios basados en la ciencia. Ante la ola incipiente de la salud mental, reconocemos la magnitud del problema con empatía, sin menosprecios, condescendencias, ni culpando a las personas que lo sufren.

-Una globalización regionalizada

El mundo se paró en seco unos días. A partir de ahí se abrió un debate sobre redirigir la globalización hacia una trayectoria más sostenible. No se trata de que nos encerremos en la autarquía sino de que intercambiemos con sentido. La producción de proximidad, la limitación de las infraestructuras megalómanas, la reaparición de los trenes nocturnos en lugar de los vuelos cortos. Son señales de una nueva (o recuperada) manera de entender el tráfico y las distancias. A una escala más humana, más respetuosa con el planeta. 

-Las personas en el centro del trabajo. 

La posibilidad del teletrabajo y la visibilización del valor de los cuidados abre una oportunidad interesante para repensar el balance entre vida y empleo. Oportunidades, como la de la semana laboral de cuatro días, o el teletrabajo parcial, que suponen una alternativa más conciliadoras y más sostenibles al evitar desplazamientos innecesarios.

-La inversión en sostenibilidad

A pesar del peligro de que se convierta en un ejercicio de greenwashing, el hecho de que las estrategias de recuperación se basen en la sostenibilidad (New Generation) y en la innovación y el diseño (New European Bauhaus) es un avance reseñable. 

-La gobernanza de la emergencia

Muchas administraciones han aprendido a la carrera a gestionar una emergencia, abriendo colaboraciones entre departamentos que parecían impensables, acortando plazos y reaccionando rápido. Se ha demostrado que nos podemos dotar de burocracias mucho más ágiles. 

-El retorno de la diversidad

Vengo insistiendo que uno de los peores efectos ocultos de la pandemia ha sido que nos encerremos en nuestras burbujas socio-económicas. Llevamos meses solo rodeados, virtual o físicamente, de los ‘nuestros’. Las ciudades necesitan de la diversidad, verse expuestas a la migración, al intercambio. También al turismo, si es respetuoso. Es una buena noticia que abramos de nuevo las puertas a recibir a personas de fuera, sean expats, visitantes o refugiados. 

-La oportunidad de pensar y planificar

Por último, esta situación ha abierto una oportunidad única, para ciudades, empresas e instituciones, de repensarse y planificar a largo plazo, una tarea imprescindible para la que cuesta encontrar tiempo. Se debería empezar a notar.