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el cudolet / OPINIÓN

Reforestemos la Navidad

19/12/2020 - 

Cuando en estas fechas y en diferentes períodos pierdes a tus viejos se esfuma parte del espíritu navideño. El alma no puede retenerlo. Aun más cuando no tienes nada que celebrar. Es lo que tiene estar abonado a la soltería. Recuerdo este tiempo, previo a la Natividad, como un programa de actos y festejos natural de cualquier fiesta patronal del territorio. Todo se prepara para recibir con alfombra roja y las mejores galas a la mayor party del cristianismo. El ser humano abrillanta lo mejor de sí, una pena que dicho comportamiento cese a la mañana siguiente de la celebración a la epifanía.

Todo lo que envuelve al Nadal se ha convertido artificialmente en un ticket regalo. Fui un afortunado porque nunca faltó de nada en la vajilla de porcelana que decoraba la mesa. Tiempo atrás de iniciarse el calendario de Adviento, mi padre se encargaba de la logística de los turrones y las peladillas. No nos desplazábamos a Casinos, un cupón mecanografiado por una máquina de escribir de las de antes facilitaba la preventa de lo que luego iba a endulzar los paladares familiares. Antes del atardecer en Nochebuena institucionalizamos, como el discurso del Rey, el corte de las tabletas y la presentación del turrón en la sociedad familiar, con la música del tocadiscos de fondo.

Tarea que realizábamos en dos actos, Nochebuena y Nochevieja. Al año siguiente los pajes reales que procedían del lejano oriente devoraban los restos. En el hogar del Reino -de aquellas paredes ya no cuelgan ¡ni los crucifijos!-, padres y hermanos nos repartíamos las labores de una España de Cuéntame. Mi madre oficiaba los fogones elaborando alguna recetiña que otra, como las vieiras, por ejemplo, que calendario tras calendario degustábamos de entrante. Mi padre se encargaba de las bebidas y los licores. Mis hermanas presentaban la tabla… Y mis hermanos y yo la recogíamos tras el empacho monumental.

De aquellas fiestas en las que bajaba a la feria de atracciones instalada frente a la Iglesia parroquial de Monteolivete, en un río-jardín a medio construir solo quedan mis vagos recuerdos posados sobres las cenizas del álbum familiar. La Navidad actual nada tiene que ver con la que crecí y viví. Las felicitaciones han dejado de viajar en carta, la instantaneidad del wasap les ha atajado el camino. El comercio del pulgar va ganando terreno a la compra de proximidad, el abeto natural ha sido sustituido por el de plástico y el vinilo ha dejado de sonar en muchas de las casas. Pese a que el anuncio de El Almendro dejará de publicitarse este año por cuestiones obvias, el mago -emérito- quizás vuelva a casa por Navidad. ¡Bon Nadal con turrones y mascarillas!

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