VALÈNCIA. Hay una parte de la izquierda que tiene manga estrecha para las tropelías de los que no piensan como ellos, y manga ancha para las maldades y delitos de los suyos. En esta tesitura se mueve el Gobierno actual de Pedro Sánchez. Cuando ni tan siquiera se ofrece la presunción de inocencia, se resquebraja el orden democrático.
La mera acusación, que muchas veces es insidia y vendetta política, no vale para condenar a otros. Esto es lo que sucede cuando el Ejecutivo actual se muestra raudo y veloz para pedir dimisiones a diputados de otras formaciones políticas, pero se pone de perfil cuando cierto tipo de informaciones afectan a los suyos.
El lamentable espectáculo del pasteleo en el reparto del poder judicial entre PP y PSOE, y en parte también Podemos, refleja claramente que los aires necesarios de regeneración democrática están en desuso. La mercadería a la que nos tenían acostumbrados repartiéndose los puestos cual villanos, ha acabado en la ciénaga de la comunicación pública. No son los partidos políticos los que han rectificado, es la opinión pública la que se ha cansado de un funcionamiento totalmente inmoral y en el que se mata a Montesquieu.
Las conversaciones de la ministra Dolores Delgado arrojan claridad sobre varias cosas, aunque no suponen ningún delito. No cabe duda de que, quien es capaz de sentarse con un personaje como Villarejo y de mantener una conversación tan antidemocrática, no merece ser ministra. No todo es delito, pero la regeneración también atañe a las formas con las que nos dirigimos a la sociedad. Las cloacas son las enemigas de la democracia.
Si estas conversaciones, aderezadas por el mismísimo Baltasar Garzón, se hubieran producido entre rivales políticos del PSOE, la trompetería del viejo matonismo mediático no habría parado. Esa es otra de las herramientas con la que juega este Gobierno. Hacer callar lo suyo, airear lo de los otros. Y no sabe el daño que hace esa estrategia de desgaste a la democracia. Porque mete en el saco a todos los políticos, incluidos ellos, y deslegitima ante la sociedad el buen trabajo de miles de cargos públicos dedicados a la noble labor de la res publica.
El ministro Josep Borrell ha sido sancionado con una multa fiscal que supone una quiebra en la confianza de quien debiera servir de lo público y para lo público. La ejemplaridad, en todo, también es un rasgo de regeneración democrática necesaria para avanzar como sociedad. También otros miembros del Gobierno han afrontado irregularidades con el fisco que tienen que aclarar. No parece lustroso que se pida explicaciones a ministros de otros gobiernos, pero cuando son de tu color político, seas capaz de apagar el debate.
La regeneración política no es una estafeta de correos donde se ponen los sellos de buena conducta, y que corra el aire. Es una forma de ejercer la responsabilidad política que te hace cómplice de los errores de los tuyos y guardián de las esencias democráticas. Y, a la vez, una sociedad que no es responsable con la presunción de inocencia, acaba pareciéndose a una república bananera donde se juzga al primero que pasa en la plaza del pueblo, para dilapidarlo a continuación.
El ejercicio de la regeneración es siempre en gerundio. Regenerando continuamente, el organismo democrático alcanza los mejores niveles de solvencia y de reputación entre los ciudadanos. Cada vez que nos ponemos a la defensiva con los nuestros haciendo un juego partidista o electoral, la democracia se resiente. Las personas, como los organismos, necesitan de ciertas dosis de regeneración que no las haga chapotear en su propio fango. Lo verdaderamente importante en democracia es ser capaz de auparse en la cima de la legalidad y la moralidad. Cada vez que somos capaces, como sociedad, de saber qué hechos son verdaderamente inaceptables e ilegales, contribuimos a la mejora de la calidad democrática.
Y el ejercicio de no ponerse a la defensiva, respetar los tiempos judiciales, no criminalizar a nadie antes de un juicio, no verter acusaciones falsas sobre nuestros adversarios políticos por rédito electoral, y el sano ejercicio de la prudencia, convertirá el desarrollo de la gestión pública en algo más que un pim,pam,pum. Regenerarse en ponerse a buscar la verdad y no las marrullerías. Todos tenemos que ser conscientes.
Emilio Argüeso es secretario de Organización de Ciudadanos y secretario primero de la Mesa de Les Corts.