La próxima semana del congelado 2020, con la primavera confinada y a las puertas de la brava y arenosa estación veraniega, el casillero recibirá al día internacional del libro. Una data marcada por el aniversario de la muerte, solo física, no literaria, del imprescindible filósofo de la boina, Josep Pla. Los que regularmente leemos aunque solo sean las páginas salmón de un diario, recetas de cocina, los iguales, la novela rosa o las crónicas deportivas, estamos a salvo. Fecha en que mi modesta biblioteca no aumenta de talla, no crece en volumen, metida en cintura, sigue sacudida por las ráfagas del polvo. Suelo aplicar ese día D un método ortodoxo para la limpieza, el reciclaje. El 23 de abril es el día de San Jordi, jornada semifestiva en la ciudad Condal, en la que la Rambla se acicala con las mejores galas -este abril lo veo difícil, aunque ya le darán al coco los catalanes para facturar sin ayuda del gigante de Amazon-. Para los neófitos que desconozcan la historia local, el Santo, uno de los nuestros, fue venerado en el pasado por el conjunto de los valencianos, rindiéndole honores mucho antes de que la jerarquía eclesiástica del arzobispado valenciano validara a Vicent como guarda oficial de los bosques que habitan las praderas desde Vinaroz a Guardamar del Segura. En apenas 48 horas apelaremos al miracle, creyentes o no, a ver si nos saca de las cuatro paredes sanando todos los males.
En momentos de incertidumbre, tensión, desasosiego y desescalada económica global, debemos respaldar las micro iniciativas diseñadas por David frente a los mega proyectos creados por Goliat. Los grandes cuentan con mayores recursos, los pequeños las saldan como pueden. La del 23 será una mañana en la que, como en otras tantas ciudades repartidas por la geografía española, no podrán subir las persianas las librerías, sí lo harán los kioscos de venta de prensa, amaneciendo en un escenario desolador plagado de una desertización del aroma literario. Día clave de efervescencia cultural repleta de novedades en las puertas de los establecimientos, con múltiples actos y presentaciones de noveles y no tan noveles literatos que intentaban en un día de fumata blanca, en pleno conclave literario, calzar conciencias con el método Vaughan. Engranaje diario monitorizado por un aprendizaje que enseña a jóvenes y mayores a la lectura en castellano, valenciano, catalán, gallego y euskera, lenguas medicinales que aportan una cura literaria. España además de ser una ancha y montañosa superficie terrestre engalanada por una enseña, un himno (sin letra), una pulsera, un Ejército, un Congreso, un Senado, una democracia, una Constitución, y una Corona sepultada por los oscuros misterios que aborda el Cuarto Milenio, es algo más. Yendo más allá, es un territorio singular y complejo, mestizaje de culturas y lenguas, pueblos y tradiciones, provistos de ciencia e historia, en la cual todos cabemos, nadie sobra y, menos aún, nadie debe dar un portazo y marcharse. En resumidas cuentas, somos un gran país.
Los nuevos hábitos de consumo de los españoles, principalmente entre los imberbes, no solo deben circular artificialmente por las pantallas de plasma de Netflix, ni tampoco puede acaparar un gigante como Amazon parte de su distribución y venta, ni mucho menos ser gratuita. ¡Debemos ponerle freno! Además de los necesarios y obligados planes oficiales, ayudas a la promoción y difusión de la cultura -todos los sectores-, están las acciones personales. Y es el momento de actuar a conciencia promocionando “relatos anónimos” que no disfrutan de las mismas herramientas de difusión que otras. Aprovechemos en este secuestrado tiempo las inercias conseguidas tras las efectivas interactuaciones, codo con codo, con el ramo del pequeño comercio etiquetándolos con algo más que un clic. Mi pequeña aportación a esta jornada tan esencial la abordaré apartando de la cabecera a los clásicos y superventas literarios y recomendando a través de cuatro géneros literarios: ensayo, novela negra, poesía y teatro, para caramelizar el duro confinamiento. Cuatro títulos con nombre propio, con alma, perseverancia y raza. ¿Qué fue de los 70? (Arzalia), escrito por Xavier Gassió, natural de Barcelona, gestor cultural de gran relevancia, saltándose el potro de la dispositiva, radiografía rozando el color a una generación que experimentó una metamorfosis identitaria en la década de los años setenta. El ensayo analiza la importancia musical en las vidas de una sociedad marcada por la guerra del Vietnam. Los 70’ son una lectura amena, disciplinada en prosa y pulcra edición de un elegante Perry Mason que ha conseguido morder la plena madurez literaria.
Sinpiedad punto org (tapa negra) es una novela fabulada por un valenciano parapetado en el bajo Ensanche del Cap i Casal. Bernardo Carrión es un pleno conocedor de las entrañas de la novela negra. A la vanguardia como promotor cultural de un género en auge. Un cronista social. Una narrativa que no tiene piedad en descubrirnos un mundo corrupto encañonado por la pluma de un Clint Eastwood local. Rellent (Spectrum) es pura poesía. La vida en verso de Josep Mir. Obra mecanografiada en su lengua vernácula por un maestro de la rima, sus escritos no dejan de ser un alegato continuo a la mediterraneidad. “Viure no és necessari, navegar si” Minimalista y dulce. Este Robert Williams nacido en Mislata, capitán con acento local, nos hace participes de su testimonio a través de las estrofas en un época enfrentada por los derechos de autor de un diccionario. Y por último, El juego del cambio es una gran interpretación tragicómica, donde los socarrones diálogos, lo personajes, e incluso la escenografía, los hemos creado nosotros mismos. Ata Gomis (autoedición), alegre, dinámica, fémina, ha forjado un lazo con la naturalidad de la vida a través de un escenario que para ella no es un sueño, sino una realidad. Interpreta a la perfección el papel de Grace Kelly. Y finalizo otro dissabte más, parafraseando a Eduardo Galeano: Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo. ¡Por una cultura responsable !