EL MURO / OPINIÓN

Resalaos

Ahí tenemos a un concejal de Movilidad Sostenible incumpliendo sus propias normas, y a un secretario autonómico de Empleo ironizando sobre una empresa que si algo ha dado durante décadas es trabajo e imagen de nuestra sociedad. Todo por querer figurar en las redes sociales con “alegría” e imprudencia

22/01/2017 - 

Confesaba el pensador y sociólogo polaco Zygmunt Bauman, fallecido recientemente, que las redes sociales son una trampa aunque ofrezcan servicios placenteros. Y que mucha gente las utiliza no para unir ni ampliar sus horizontes, sino muy al contrario para encerrarse en lo que psicológicamente se llaman “zonas de confort”, donde “el único sonido que se oye es el eco de la voz y los reflejos de una propia cara”.

El ensayista remataba su tesis advirtiendo que “lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no sólo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces”.

Las redes sociales   confunden y traicionan debido a su uso ligero. Y hay que ver cómo las utilizan algunos que se sienten respaldados porque son seguidos en medio de este guirigay anodino y absurdo al que conducen si no son bien utilizadas o exprimidas para un fin coherente, eficaz y práctico. Por aquí hemos tenido recientemente dos ejemplos muy demostrativos de las teorías del filósofo judío protagonizados por el concejal de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de Valéncia, Giuseppe Grezzi, al que le han cogido la matrícula, y el secretario autonómico de Empleo, Enric Nomdedéu. Las redes sociales son su escaparate pero pueden ser también fosa. Por no añadir muchos/as más de forma interminable y además de estudio sociológico. Pero son dos buenos ejemplos.

A Grezzi entre tanto lío, ya que igual es capaz de aportar ideas muy sugerentes como también cometer enormes disparates de adolescente e incluso rematarlo con una boda en un autobús urbano, lo cazaron en “su” carril bici sin casco, grabándose con el teléfono móvil, invadiendo el carril contrario y atribuyéndose las funciones de policía local. O sea, incumpliendo lo que quiere hacer cumplir a rajatabla. Él, que nos quiere dar lecciones de ecuanimidad, orden y disciplina circulatoria, va y la pifia en cuanto se desmelena. Además, lo comparte con alegría al “me gusta”. Y así se creerá respaldado imaginando que el mundo no va más allá de un teléfono móvil.

El propio alcalde Joan Ribó, que parece el más sensato de la panda, debe estar algo asustado por lo que le organizan sus ediles cada semana. De hecho, tuvo que terciar en el asunto y solicitar que su concejal fuera sancionado en toda regla como “buen ciudadano ejemplar”, esto es, uno de los nuestros: mortal sin más. Ya veremos si es cierto por mucho expediente en marcha. Es su compromiso.

«Tiene que cumplir las normas. Tiene que funcionar la policía y plantear las sanciones que correspondan», indicó el primer edil. Pues ya tardan no sea que en ese frenesí de querer cambiar la ciudad sin consultar y lanzar cruzadas inesperadas hasta se modifique la ley de circulación para eximir torpezas.

Pero bueno, lo de Grezzi es una ligera maldad, una ingenuidad, un descuido imprudente que le enseñará a estar más atento, ser menos independiente en asuntos generales y a escuchar.

Sin embargo, resulta mucho más preocupante que todo un secretario autonómico de Empleo, como Enric Nomdedéu, utilice las redes sociales para mofarse de una de las empresas que ha sido enseña de nuestra autonomía, economía y arte. Eso sí es grave. Porque le va de lleno en el cargo.

A Nomdedéu, siendo vicealcalde de la capital de La Plana antes de ocupar cargo en la Generalitat, se le ocurrió en su día la idea de querer hermanar Castelló con una ciudad descubierta en Japón, Ube, de 175.000 habitantes. y de paso darse una placentera vuelta por allí en plan institucional. También se le recuerda por haber sido multado varias veces por la Inspección de Trabajo al no dar de alta a sus trabajadores y dejar un agujero en Hacienda de 15.000 euros, según contaba en su día La Razón. Ahora sólo se le ha ocurrido reírse de la marca Lladró en un momento de auténtica y delicada situación empresarial. Lo ha compartido al “me gusta”, como otros comentarios más que llamativos para un cargo institucional de ese rango.

Los expertos siempre han advertido que una empresa familiar no sobrevive  a tres generaciones, salvo si su gestión es externa. Los tiempos han cambiado tanto como las estéticas, pero nos sobra la chirigota cuando hay en juego tanto drama y zozobra familiar que envuelve un proceso de transferencia empresarial de marca a fondo de inversión.

Pero más allá, lo realmente preocupante es que todo un secretario autonómico de Empleo sea capaz de afirmar en las redes sociales, que lo que no le sorprende es que la familia Lladró haya decidido vender la empresa sino que “el que sempre m'ha sorprés és que vengués eixes figures horripilants”. Vaya con el señorito moderno y fashion que circula en patinete o viste de escocés y rojo colorao, según el momento.

Señor secretario autonómico de Empleo, Lladró ha dado empleo a miles y miles de personas durante sus años de existencia bajo el paraguas familiar, al margen de condiciones individuales. La firma ha sido embajadora artística y económica, sello,  marca, y referencia en todo el mundo. Fue epicentro laboral de todos aquellos escultores, pintores y artesanos que en épocas difíciles no podían vivir de su propio arte porque éramos una sociedad “limitada”  y pusieron su creatividad al servicio de una marca para garantizar supervivencia familiar y empresarial. Y no es que sea mi estilo personal, en absoluto, pero sé reconocer y respetar una labor, al margen de criterios estéticos. Lladró es escuela universal. O sea, vende en Japón, en Ube. Y muchísimas familias se están jugando su futuro estas semanas de desequilibrio emocional que, por lo visto, le parece divertido.

Si el empleo y desarrollo económico, laboral y empresarial está en manos de esos ideales reflexivos, solidarios y progresistas que  retrata…pues que quiere que piense, resalao. Simplemente, no está en sus deberes y menos aún cuando se comprueba el tiempo que dedica a soltar banalidades en las redes sociales y de paso darle al “me gusta”. Dé una vuelta en patinete por el Servef. El personal es grandioso. Hasta efectúa labores psicológicas ante tanto drama familiar que si algo no da es risa sino tristeza. Igual no lo sabía. Ya tiene faena.