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LA VIDA A CARA O CRUz / OPINIÓN

Respeto

5/08/2018 - 

VALÈNCIA. Me han propuesto escribir una colaboración mensual en esta revista y me ha dado un subidón de egonalina. Para mí, que considero soy un necio simpaticoso, esta invitación es exagerada. Y encima en Plaza, la publicación que con más acierto equilibra gusanos, capullos y mariposas, que me importan un pepino, pero caray, cada cosa en su lugar y Satán en la de todos.

Una vez reposada la sorpresa, acepto mi realidad: sé que no estoy preparado para hacerlo. No soy tan tonto y escribir no es lo que mejor hago; aunque si recapacito, no sé hacer de nada ni qué contar ni cómo hacerlo. Por si fuera poco, aceptar exige la rutina de la entrega menstrual, lo que me obligaría a trabajar un tiempo extra del que casi no dispongo, que se lo robaría a la cama, y ya mal empezamos. Y todo es angustia porque cuando creo, de crear, que de creer ya hace años que no, me siento montaña rusa o ensaladilla, que ya no las distingo. Solo contra los lectores.

¿Y si nadie lo lee? ¿Y si a nadie le gusta? ¿Y si nadie nada? Sabes aquello de mejor la duda del silencio que la evidencia del contarlo, pues eso, una ruleta, y rusa.

Fuera tonterías, tengo que contestar pronto y es una responsabilidad. Valoro contras y lentejas, capacidad y estupidez, familia y herederos, enemigos y clientes, exparejas y posibles... y así de entrada todo es respeto y miedo. 

Soy consciente de que tengo que escribir bien, y aquí me vienen a la memoria las redacciones del colegio, ¡menudo moñordo aquellos tiempos que jodieron los mejores años de mi vida, menos mal que había recreo! Además, tengo que contar algo interesante, arriesgado y atractivo. Para eso tendré que meterme en el armario y buscar entre los cojones de mi cerebro, bastante desastrados. Sería triste que acabara hablando de series de televisión, ooohhh; del tamaño de la barba, ¿quéee?; del estado del país, maremegua, u opinando sobre cervezas artes anales... ¡Así va la información y cultura en nuestros días!... Y cuida lo que dices que te entruñan.

Y luego viene el cómo contarlo, el saber expresar, transcribir y acertar con la palabra adecuada y que parezca natural. Algo básico para cualquier estudiante de periodismo pero que me parece más difícil que limpiarme el culo con confeti. Mi vocabulario hablado no excede de las sesenta y nueve palabras cuando estoy en mi entorno familiar, son menos entre amigos, y no te digo cuando lo hago públicamente, que con los nervios, el tiempo, el acting, la vocalización, el glups… Si hablando soy torpe... ¡qué narices hago escribiendo!

Escribir para que te lean es jodido. Tengo amigos que lo hacen con gracejo y leche negra, incluso los conozco que se ganan la vida opinando, y muero de envidia, sí, y de la mala, de la peor. Sé que si hablara de viajes lo mío es más el día a día de un butanero que del aventurero buscando langures en el Himalaya butanés.

Pero a ver, tontolbote, si enfrentarte a un papel en blanco para hacer un cartel te produce pánico, ¿qué vas a ofrecer cuando lo que tengas que hacer es escribir?

Escribir bien cuando no sueles hacerlo parece fácil, como pintar bien o liarse a tortas contra una piedra. Sí, claro, dicho así es sencillo, pero que el resultado sea atractivo o novedoso, mmm eso... eso ya es más complicado. Sé que no estoy preparado. Me veo sudando, nervioso, lleno de dudas, y lo que más me molesta, sacrificando tiempo y horas de aburrimiento buscando algo inteligente. Me conozco, y sé que soy incapaz.

Y he dicho que sí, que me la juego, que la vida es a cara o cruz.  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 40 (febrero) de la revista Plaza

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