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el cudolet / OPINIÓN

Resucitemos, por favor, a Fernando Vizcaíno Casas (con perdón)

23/03/2019 - 

Un domingo de resurrección amanecía de rebote en mi cuenta de Twitter un insurrecto mensaje: “Resucitar es de mediocres”. La audiencia, expectante, esperaba al menos que la punzante chincheta proviniera del portapapeles del impúdico actor de las causas perdidas Willy Toledo, sin rastro alguno de la IP, la desilusión fue magna entre los advenedizos digitales por la anónima procedencia de la blasfemia, acabando la historia en la papelera de reciclaje. No hubo linchamiento. La nueva política trata siempre de ponerse a salvo, no solo de Twitter sino de su electorado, aunque apartarse de la logística del mensaje corto equivaldría a estar culturalmente a salvo. Twiter es el bálsamo de la moderna sociedad líquida, política, que a base de empujones o codazos inunda la red de mini ediciones de bolsillo con atractivas perlas literarias. A veces intento resucitar de mi nube una inteligente conversación mantenida en el tiempo por Miguel de Cervantes, Steve Jobs y Fernando Vizcaíno Casas a propósito de los derechos y libertades de los ciudadanos en la era digital.

Nací bajo un libro de Fernando Vizcaíno Casas. La biblioteca paterna, extensa, no se escondía de la sátira del escritor valenciano que, como otros ilustres artistas e intelectuales valencianos, para hacer fortuna fijó su residencia fuera de las murallas del Cap i Casal. Ante la insistente noticia de la exhumación del dictador, he preferido resucitar la figura literaria del escritor valenciano -sin noticias de Fernando- que la del Caudillo. Puedo entender la utilización del maniquí caudillista de la España franquista para frenar el músculo patriótico que se avecina, como buen escaparate electoral de los chicos que visten con chaqueta de pana, ya que están tan de moda entre las nuevas costumbres o propuestas de ocio de los españoles los remembers, la moda vintage o los tardeos. El socialismo haría un gran favor a la reducida sociedad española no adscrita a los bandos -somos una isla mínima en el nuevo océano identitario- si invirtiera una décima parte del dispendio utilizado para la expulsión de Francisco Franco del Valle de los Caídos, para devolver a las familias españolas sus seres queridos soterrados en fosas comunes.

No podía creerme (con perdón) las declaraciones realizadas por el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, valenciano del año, portada de la Revista Plaza, al referirse como “involución democrática la victoria de la derecha”. La irrupción de Vox en el mapa político español es una bendición para la izquierda socialista, dando marcha a la procesión cívica de símbolos o rituales antifranquistas por platós, radios y redes. El nostálgico programa del partido que dirige el patriota Santiago Abascal ha resucitado los estertores del franquismo como arma electoral. Por lo menos Venezuela ha dejado de ser noticia, ahora lo es Cataluña, pero ninguno de los verdaderos problemas que aquejan la vida diaria de los ciudadanos son noticia. Y aún menos, el país necesita europeizarse en el discurso de un patriotismo distorsionado y enrarecido por el affaire catalán, parafraseando a Manuel Valls, candidato a la alcaldía por la ciudad de Barcelona, “el nacionalismo no habla a la inteligencia sino a los sentimientos”.

Ábalos prioriza sobre el asunto de la involución democrática nacional e incide en él, al aferrarse a una posible victoria del recetario ideológico de los que de manera encubierta modelan el espíritu nacional del pasado dando pie a un nuevo gobierno en tripartito que, por cierto, tanto criticaron en Cataluña y ahora maldicen la gestión en València. El socialista se equivoca tras esta afirmación ya que los que ayudaron indirectamente a su partido a gobernar este Reino de Taifas, y a él personalmente a conseguir la cartera del Ministerio de Fomento, son los que hoy están siendo juzgados por los Magistrados del Tribunal Supremo por un proceso involutivo identitario y nada democrático con el resto.

Resucitar a un escritor de best seller es un ejemplo de gratitud a mi padre. Mis primeras lecturas fueron novelas escritas por la pluma del mordaz abogado laboralista que defendió a artistas e intelectuales. Disfruté mucho con dos de ellas, Zona Roja y Y al tercer año resucitó. Por si acaso que solo quede en ficción este párrafo literario: “La tapa quedaba colocada a un lado, muy cuidadosamente, como si alguien la hubiera levantado con esmero. ¿Pero no se había soldado con una de cinc?, pensó el sacristán. Y sin embargo, no aparecía rastro de violencia. El sacristán dudó unos segundos. Después, se puso en pie y echó a correr, como un poseso, a la vez que gritaba con toda la fuerza de sus pulmones; -¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado!”.

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