VALÈNCIA. Podemos decir que sus canciones son himnos generacionales. También podemos decir que hace bailar con la ansiedad —y olvidar las penas— . Podemos decir que Paula Ribó (Barcelona, 1990) dio por casualidad con el nombre artístico de Rigoberta Bandini —inspirada en parte en la saga del escritor John Fante— y con él, parió hits como patadas voladoras: Too Many Drugs, In Spain We Call it Soledad o Perra.
En 2020, durante el confinamiento, publicó el pegadizo tema Too Many Drugs con un videoclip casero en el que se veía su embarazo, y ahí empezó todo. Todo bajo el nickname de Rigoberta Bandini, porque mucho antes, como buena hija de profesora de música que es, empezó a cantar y posteriormente, a ser actriz de doblaje. Su voz suena en películas como Yo soy Sam, El viaje de Chihiro o Frozen. En los albores de la segunda década de los 2000 fundó el grupo musical The Mamzelles, que se convirtió en una compañía de teatro. Actriz, cantante, directora dramática y también escritora, tanto de sus canciones y obras de teatro como de un libro de autoficción publicado en 2019, Vértigo.
Solo tiene siete singles publicados, suficientes para llenar conciertos y medios de comunicación. No hay disco —de momento— pero tiene una fórmula. Podemos rememorar una frase de Fante que dice: “Arturo Bandini estuvo genial aquella noche, porque hablaba con su amor de verdad, que no eras tú ni Vera Rivken tampoco, sino sólo su verdadero amor”. Igual la fórmula es esa, hablar de lo verdadero. Con base de electrónica y pop.
-¿Tienes ganas del concierto del viernes? ¿Estás nerviosa?
-Tengo muchísimas ganas. Estoy nerviosa… pero no. Es un bolo grande, hace ilusión. Lo tenemos muy consolidado, vamos con un paso más en luces. Apetece.
-¿Tiene tu música algo del realismo sucio de John Fante, el creador del personaje de Arturo Bandini?
-Supongo que todo lo que hemos leído, dicho y oído nos nutre como creadores, es muy difícil escapar de las influencias. Me encanta su manera tan cercana de crear cosas tan grandes. Parece que la historia de Bandini sea la de un borrachuzo de Los Ángeles, perdido, pero para mí es la punta de un iceberg gigante, que habla de muchísimas cosas, de inmigración, de una generación perdida, de para qué sirve el arte. Seguro que algo hay.
-¿Están cambiando y adaptándose a los tiempos los grandes temas que surcan la creación artística?
-Noto que apetece hablar de estar perdido. Lo noto en otros compositores, no sé si es algo eterno, propio de todas las generaciones. Porque sentirse perdido está muy anclado a la existencia humana, igual pensamos que es propio de nuestra generación, pero siempre ha movido a los creadores a hablar de esto. Cuando me siento a componer siempre sale de hablar de no saber quién eres, a qué pertenezco, adónde ir. Pero está la esperanza eterna de no saberlo, pero tirar hacia delante.
-Está la persona, Paula Ribó, y está el personaje, Rigoberta Bandini. ¿Te ha supuesto algún problema dilucidar dónde está la separación entre las dos entidades?
-Por suerte no. Intento componer desde mi máxima verdad. Con mis letras me conoces mucho, es imposible que no, pero intento envolverlo de poesía, de unas imágenes que lo alejan de mí. Intento que no es un diario personal, porque si no, tendría fecha de caducidad, me cansaría de hacer solo un puro diario personal. En el caso de Vértigo, el libro lo escribí como Paula, aún no existía el proyecto de Rigoberta. Los sentimientos de la protagonista los había vivido, pero hay experiencias que no me han pasado nunca como tal. Es necesario alejarlo un poquito de uno, me parece que te permite tener un punto de vista más objetivo. Y poder jugar más, partir de una verdad y convertirla en juego.
-¿Sigues algún proceso o ritual a la hora de componer?
-No es matemático, pero si algo tienen en común todas las composiciones es aislamiento, soledad y guitarra y teclado. Es buscar un pequeño ritual, estar yo sola en la habitación, con la libreta y el móvil para grabando todo porque si no, se me olvida. Compongo la letra y la música a la vez, al final tengo un puzzle gigante que intento cantar, y si mola, tiro para adelante.
-La canción Que Cristo Baje nos lleva al misticismo y al arte. ¿Por qué apelar a Dios, por qué sientes que existe esa figura y que esta se imbrica con la creatividad?
-Para mí la figura de Dios no pertenece a ninguna religión, sino que es algo mucho más grande. Cuando creo, en el sentido de crear, no de creer conecto con una sensación de que esto ya lo sabía, de que simplemente busco en un baúl infinito de cosas, entonces lo saco, pero eso ya pertenecía a la humanidad. Hay una energía infinita, una fuente eterna de donde vienen todas las cosas, de dónde venimos y adónde vamos, para mí está muy vinculado a la creación. Aparte, la figura de Jesús siempre me ha parecido, a mí y a toda la humanidad, un personaje muy carismático. De pequeña también tuve como muchas movidas con Jesús, quería que fuera mi novio.
-¿Como las monjas?
-Fui a un colegio de monjas, tenía una relación muy rara porque yo no quería ser monja, pero a la vez Jesús y su iconografía nos lo plantan como el hombre más sexy del planeta, ahí en la cruz. Y es la persona más buena del planeta porque lo dio todo por los demás. Lo que quiero decir es que es como un tema aparte para mí, esto es parte de mi infancia, de la iglesia católica, es todo mucho más terrenal. Cuando hablo de yo y la creación no entiendo de iglesias.
-Los treinta, la maternidad y dedicarse a la industria cultural. ¿Cómo lo ves?
-La maternidad es difícil en muchos ámbitos, no solo en el cultural. Está igual de mal todo. Puede ser más complicado, sobre todo a nivel de conciliación. Es bastante descarado que solo haya cuatro meses de baja de maternidad. Me parece perfecto que los hombres tengan cuatro meses pero la mujer tendría que tener más. Ellos no ha pasado por todas las hormonas. Al menos los seis meses recomendados de lactancia.
-En Too many drugs dices “Too many drugs / Muy poco espíritu / And I love drugs / And I love espíritu”. ¿Nos estamos pasando con la normalización del consumo de drogas?
-Tengo la mente dividida. Como madre no sé cómo encararlo. Creo que hay sustancias que te hacen llegar a experiencias maravillosas, pero que normalizarlas es súper peligrosos porque no las deberíamos necesitar para vivir. La vida ya es maravillosa sola. Por otro lado, si te pones tiquismiquis, estamos llenos de drogas, lo que consumimos tiene millones de conservantes, el aire de las ciudades es fatal para la salud. Hemos pervertido tanto nuestro alrededor que ser tiquismiquis solo con las drogas me parece que es hipócrita. Ojalá, en un mundo utópico, pudiéramos entender el consumo como se ha hecho en muchas tribus de una manera más espiritual. La canción habla de esa dicotomía entre las dos cosas: por un lado demasiadas drogas, pero por el otro me han dado cosas muy bonitas. Es esa contradicción en la que estoy, y creo que está mucha gente.
*
El próximo viernes 4 de junio, Rigoberta Bandini actuará en Marina Sur como parte de los conciertos de València Alive. El domingo 13 del mismo mes, la cantante catalana regresa a la Comunitat para actuar en el festival emac.2021 de Borriana.