Para la vuelta a la actividad y arranque del año “escolar”, que, en mi opinión, es el verdadero regreso a la realidad, tras el benevolente espejismo del verano (esa ficción necesaria de la gozosa maravilla que resulta vivir sin trabajar), tengo una reflexión sobre algo que podría parecer anodino, por evidente, pero que tiene muchos más significados de los que afloran a primera vista. Y se trata del sentido, la simbología que rodea a uno de los colores esenciales, el color rojo que happens to be, por otro lado, mi color favorito. Nos detendremos en sus connotaciones generales más evidentes para luego revisar su asociación al mito de la izquierda y concluir con su presencia en la cultura china y sus destacados servicios puntualmente prestados en aras de una diplomacia que busca el entendimiento y el encuentro desde el respeto y el detalle.
Sin duda el rojo es uno de los colores más relevantes, después de los no colores esenciales y antagónicos que representan el blanco y el negro que no son más que dos tipos de vacío, el de luz y el de la oscuridad totales. Existen a nuestro pesar. La nada antes de todas las cosas sin duda fue blanca y negra. Pero el rojo tiene unos lazos singulares con el ser humano, una ligazón de naturaleza casi fisiológica. Hace referencia directa a algo tan esencial como la sangre simbolizando la vida y la muerte. Probablemente, es el color emocionalmente más intenso. Su visibilidad es total lo que explica que se asocie también a la energía en ebullición, al conflicto bélico, al peligro que acecha.
Por otro lado, en general, es el color de los sentimientos más potentes como el amor, la atracción sexual y la pasión. Destaca sobre el resto de los colores lo que lo hace especialmente propicio para avisar de situaciones de riesgo y amenazantes para poder evitarlas e invitar a la atención y a la prudencia. Es conocido su uso publicitario que busca generar reacciones de atracción de lo femenino a lo masculino y viceversa e incluso erotismo como las que se pueden proyectar en labios, uñas, vestidos y zapatos rojos. Psicológicamente su significado es no solo múltiple sino además extenso. Es cierto que sus diferentes sentidos pueden alterarse en función de la cultura en la que nos encontremos pero hay elementos que resultan curiosamente reincidentes.
Como ya hemos podido adelantar, el rojo representa la pasión (genera activación neuronal y puede incluso tener un impacto sobre nuestra frecuencia cardiaca; supone una gran energía y se relaciona con emociones fuertes tanto positivas como el amor como negativas a través de la cólera), la felicidad (como veremos más adelante en determinadas culturas como la china el rojo está muy cercano a la alegría de vivir y a la prosperidad material), la seguridad que se deriva de la calidez (en efecto, el rojo nos puede poner alerta pero si el tono del rojo no es demasiado guerrero puede generar un ambiente sensual y relajado) y el peligro que ya hemos mencionado antes. En el ámbito de la heráldica, el rojo representa la valentía y la determinación por lo que se trata de un color que aparece de formar recurrente en los estandartes y banderas de numerosos países. Hay que tener en cuanta igualmente que en función de la intensidad del color rojo, podrá hacer alusión a sentimientos diferentes. Así el rojo oscuro evoca fuerza, capacidad de liderazgo, ira, astucia, valentía. Mientras que el rojo claro se refiere más bien a la satisfacción alegre, al erotismo sensual, al calor y la protección.
¿Cómo se convirtió el rojo en el color de la izquierda ideológica relacionándolo con movimientos socialistas y comunistas? El rojo siempre ha representado a la sangre vertida por los desheredados y oprimidos cuando han sido objeto de la represión de las élites y del poder establecido. Tenemos que remontarnos a la antigüedad para constatar que el rojo ha estado presente en casi todas las revueltas populares. Los galos en su resistencia al invasor romano usaban el color rojo en sus estandartes. Y se dice que Espartaco vestía una toga roja para celebrar sus victorias. Más adelante, constatamos que el rojo era también el color que utilizaban para distinguirse los campesinos alemanes y franceses en sus revueltas contra el poder real (así fue en 1524 con ocasión de la Fronda que pretendió quitarle las riendas del gobierno al pérfido cardenal Mazarino).
Sin embargo, su origen como símbolo revolucionario se remonta a la primera fase de la Revolución Francesa concretamente a la época terrible del Terror revolucionario de 1793. Con los jacobinos y el imperio napoleónico su uso se erradicó ya que se asociaba al desorden y al caos. Pero el llamado siglo rojo arranca históricamente con las revoluciones de 1848. Ese año también fue el de la publicación del “Manifiesto Comunista” de Karl Marx y Friedrich Engels en Londres. Uno de los momentos estelares del rojo fue en 1871 durante la Comuna de Paris que acabó con el segundo imperio de Luis Napoleón Bonaparte y supuso la proclamación del Imperio Alemán en Versalles.
En efecto, con ocasión de las barricadas en Paris, la bandera roja hondeo en el Ayuntamiento representando al pueblo y a los revolucionarios. Posteriormente el rojo fue también protagonista de la revolución bolchevique de 1917 y el ascenso del Ejercito Rojo. Hasta convertirse en elemento predominante de la bandera de la extinta Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En efecto, se trataba de una bandera con un fondo rojo que incorporaba el diseño dorado de la hoz y el martillo junto con el lema tan inspirador como falso de “proletarios de todos los países, uníos”. De hecho esta bandera se utilizó ininterrumpidamente hasta el colapso de la URSS en 1991. Lo mismo sucedió en China desde 1949, año de nacimiento de la República Popular China.
Pero antes de este hito, el rojo ya era un color fundamental en la cultura, tradición, psique, sociedad china. De hecho se podía considerar sin duda alguna que es el color nacional de China ya que nos lo encontramos en todas partes de forma insistente y machacona. Por ejemplo, en los farolitos de las casas por el Año Nuevo chino lo que tiene su origen en la leyenda del monstruo Nian que aterrorizaba a los niños al comienzo del año lunar hasta que los campesinos descubrieron que un niño vestido de rojo era inmune a sus terrorífica personalidad. Por esta razón, de acuerdo con esta simpática leyenda, los chinos empezaron a colgar farolitos rojos para celebrar el nuevo año y en otras ocasiones señaladas. Otro ejemplo, el sobre rojo con dinero (un aguinaldo), el llamado en chino “hong bao” que según la tradición se tiene que entregar a los trabajadores y empleados al principio del año.
Recuerdo que cuando tenía a mi cargo una oficina de abogados en China, me chocó muchísimo esta costumbre inexcusable. ¡Y sobre todo como justificar contablemente esas derramas! y esto es así porque el rojo en la cultura china tradicional significa felicidad, belleza, hermosura, éxito, alegría de vivir, buena suerte, vitalidad, fama, reconocimiento, larga vida. El rojo coincide con lo mejor de la vida: el verano, el sur y el fuego. Está claro que es el COLOR con mayúsculas. Y como si no fuera bastante, se relaciona directamente con el amor y el matrimonio (aunque hay indicios de que no siempre van juntos). De hecho, las novias en china no se visten de blanco (que alude a una supuesta pureza) si no de rojo. Así, Confucio afirmó: “El rojo y el morado no son colores para la ropa de uso diario”.
De ahí la relevancia del rojo en las relaciones diplomáticas que va mucho más allá de lo anecdótico. Esta tradición la inició una mujer inteligente y fundamental (la verdad es que siempre son ellas las mejores): la Primera Dama, Pat Nixon. Ella fue la que hizo el verdadero trabajo con ocasión de la primera visita de una Primera Dama de los Estados Unidos acompañando a su marido el Presidente en el lejano y mágico y decisivo año de 1972. Pat leyó gruesos y sesudos informes que el Departamento de Estado había preparado para la histórica visita, estudio literatura china y ensayos sobre la cultura china e incluso se aprendió de memoria numerosas expresiones como muestra de deferencia y respeto hacia sus anfitriones. Es probable que fuese mucho mejor preparada a la visita que su marido el Presidente Nixon. De hecho, prefirió visitar los mercados, los comercios, los parques, los hospitales, las escuelas y los orfanatos para encontrarse con la gente y comprobar de primera mano cómo vivían antes que perder su tiempo en muchas veces estériles actos oficiales y ceremonias. Y tuvo una idea genial, vestirse con un icónico abrigo rojo.
De esta forma, la visibilidad de Pat era total en todas sus apariciones. Y el mensaje clarísimo: al utilizar el emblemático color de China estaba mostrando una gran consideración por sus anfitriones digna de alabanza. E inteligencia y buena educación. Y, con el uso constante de dicha prenda en toda su visita, también mandaba un mensaje subliminal de humildad: que la mujer del líder del mundo libre, capitalista y próspero actuaba de forma austera ya que iba con el mismo abrigo en todo momento. ¡Bien por Pat! Con ello inició una tradición que han seguido al milímetro sus sucesoras en el cargo: así Michelle Obama vistió un espectacular traje carmesí en la visita de Estado de su marido Barak a Xi Jinping en 2014 y, posteriormente, Melania Trump se vistió igualmente de rojo cuando recibió a Xi en Florida en 2017.