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Rosángeles Valls vuelve a los escenarios con ‘Kabul’, su obra más arriesgada

El monasterio de San Miguel de los Reyes presenta Kabul, un espectáculo de danza para criticar la represión de las mujeres afganas. Debido a su gran acogida se han ampliado las localidades para las funciones del 25 al 29 de mayo

23/05/2022 - 

VALÈNCIA. La danza para Rosángeles Valls siempre ha sido su lengua materna. Una forma de comunicar sin palabras todo tipo de sentimientos, desde amor hasta ira, siempre impactando en el espectador que se encuentra en la butaca. Hay obras que se hacen directamente para esa persona que está ahí sentada, los creadores se obsesionan muchas veces con aquellos que observan y juzgan cada movimiento, llegando a veces hasta a enloquecer. No es el caso de la coreógrafa, quien tras más de 40 años de actividad toma su pulso más arriesgado con Kabul. 

“Cuando una tiene cierta edad ya no teme al qué dirán, en esta obra me atrevo con cosas que nunca antes había hecho”, con esta filosofía por bandera nace un espectáculo único de la mano de una de las coreógrafas más prolíficas de nuestra tierra. Tras el desmantelamiento de Ananda Dansa sigue quedando el germen de la idea, que no muere nunca. Después de su despedida del público Valls crea Kabul a causa de la sensibilidad, y la necesidad de fortalecer las conciencias a través del arte. Este espectáculo denuncia la situación de las mujeres afganas tras el retorno al poder de los talibanes, su pérdida total de derechos y una obligación de sumisión total a los hombres.

Foto: FEDE CARADUJE

Historias y recursos prohibidos

A partir de noticias, testimonios reales y con mucha sensibilidad y crítica social se transmite este mensaje de lucha por una libertad que parece que nunca llega. Todo ello se hace a su vez mostrando un espectáculo con músicas prohibidas e imágenes controversiales, que serían penadas con la muerte en Kabul. Para llegar a ello Valls se junta con su “cómplice perfecta”: Carmen Amoraga, y convergen en un punto medio desde el que se conforma el espectáculo, arriesgando todo para "materializar un sueño y una voz". Una obra que puede verse desde lo alto del claustro sur del Monasterio de los Reyes, con una visión panorámica de esta cruda realidad.

Además de este punto de visión a lo largo de la pieza pueden verse elementos innovadores como son la danza sobre tierra y la incursión de 4 pequeñas bailarinas de apenas 8 años de edad. Tal y como lo cuenta la bailarina Paloma Calderón, quien lleva 13 años trabajando con Valls, este trabajo convive con elementos únicos, como es el suelo terroso: “Al principio comenzamos practicando dentro del aula, y lo que parecías coreografías asequibles se tornaron imposibles en la arena, donde tuvimos que bailar hasta con lluvia”. Sin embargo de la mano de la coreógrafa cuentan siempre con la facilidad de ser los propios bailarines los que marquen el ritmo, ya que todos destacan por su autenticidad y su libertad de movimientos: “Trabajar con ella es muy fácil, respeta la parte creativa del bailarín y le gusta la forma que tenemos de movernos”.

Foto: FEDE CARADUJE

La creación incontenible

La propia Calderón, quien ha trabajado desde sus 22 años con Valls asegura que su creación es incontenible, y que cuenta con un motor que nunca se detiene: "Lo que mueve el interior, lo propio". De la misma manera lo comprende Valls, quien sin ningún miedo al riesgo artístico y con una creación desde “la libertad” continúa con su labor social a través de la danza: “Estoy muy infectada por lo que sucede en la sociedad. Con tal de sensibilizar aunque solo sea una persona ya habré conseguido mi objetivo”. El espectáculo encuentra la belleza dentro del horror, a través de la denuncia y con movimientos que parecen casi mágicos.

Siempre que exista esta creación desde la emocionalidad habrá danza y espectáculo, o al menos para Rosángeles. Ya le sucedía con su obra  Âtman, el comiat, el espectáculo con el que se despedía de su público en el año 2020. Una obra que reflexiona sobre la violencia machista y que habla de cómo una sociedad que no protesta es inservible. El movimiento emocional supone que a pesar de que se cerrara la compañía no exista nunca la “jubilación de la creadora”, quien mientras se indigne contra la sociedad seguirá luchando a través de su lenguaje: la danza.

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