reflexionando en frío / OPINIÓN

Ruido

28/09/2021 - 

El rugido del motor de los coches, el zumbido sibilino de las motos, el operario trabajando en la obra, las sirenas de las ambulancias y los coches patrulla… Podría seguir con cientos de sensaciones que inundan nuestras calles. No nos damos cuenta, -el otro día lo reflexionaba paseando matutinamente por la ciudad-, de que han extirpado el silencio de nuestras vidas. Por eso no reflexionamos, no paramos, nos dejamos fluir intoxicados por ese caos de emociones existenciales sin abrazar una calma desconocida para nosotros en esta sociedad del estrés y de los estilos de vida.

Esa suma de sonidos vitales contagia a todo a su paso, contaminando de crispación a las personas y a las instituciones o empresas que estas conforman. A los españoles se nos cae la cara de vergüenza de cómo, por ejemplo, el Congreso de los Diputados ha pasado de ser la sede de la soberanía nacional a un circo donde unos payasos e ilusionistas se dedican a practicar números de humor o juegos de engaño sin importarles lo más mínimo desempeñar la naturaleza de su trabajo como legisladores. La izquierda trata de defenderse de la gestión realizada mientras la derecha busca cualquier resquicio circunstancial y argumental para que el Gobierno pierda las próximas elecciones. Porque como dice Elvira Roca en su obra Imperiofobia y leyenda negra, en España las elecciones no las gana la derecha, sino que las pierde la izquierda. De ahí la estrategia ejecutada por Pablo Casado de señalar cualquier acción del ejecutivo con el fin de que la opinión pública pierda la confianza de Pedro Sánchez y sus socios, para ascender a la Moncloa por el escalón del fracaso del sanchismo levantando el polvo de sus cenizas.

El problema está en que lo que antes era una virtud ahora se ha trasformado en un vicio que puede echar por tierra todo el mensaje promulgado por las formaciones de derechas. PP y Vox han entrado en una lucha encarnecida por ver quién de los dos mete más mierda al Gobierno, abriendo el cajón en lugar de tonificarla incidiendo en los problemas que de verdad importan o mostrar los fallos reales en lugar de deformar los aciertos para convertirlos en errores garrafales. Se ha visto ahora con la tragedia volcánica de La Palma cuando la derecha y sus voces han empezado a protestar por las ayudas del ejecutivo a los afectados por la lava. Hay que ser mente cerrada para manifestarse en contra de amparar a los desdichados pagándoles la luz y el agua o haciendo frente al posible coste de las reparaciones. El caso es protestar. Eso es lo que le pasa a España, que viviendo perpetuamente en una época guerra-civilista su ciudadanía aplaude o levanta el brazo en función del color político de quien gobierne. Sociedad gregaria, ecosistema intolerante intoxicado por el oportunismo. Bendito será el día, -aunque nunca llegará-, cuando PSOE y PP caminen juntos, aunque sea por un mínimo objetivo común. No lo hacen ni para acordar el Consejo General del Poder Judicial, lo van a hacer por lo que de verdad importa…

Un rifirrafe que se enturbia más en el barro por todos los opinadores mediáticos. Expertos en todo que desde la derecha no dejan de sembrar cizaña sin motivaciones claras y obviando los lindes de la razón pura. Me recuerda a lo que contaba Javier Cercas en su libro Anatomía de un instante sobre la avalancha crítica que asoló a Adolfo Suárez en los ochenta, cuando la oposición y sus afines le acusaban de querer destruir España u otras cosas disparatadas. A veces creo que PP y Vox disparan con una escopeta de feria en lugar de con un rifle de precisión. ¿Es que acaso este Gobierno no ha hecho cosas mal de forma objetiva como para entretenerse en banalidades vacuas? Necesitamos más inteligencia y menos testosterona visceral. ¿Quién se cree Santiago Abascal para decir que Pedro Sánchez debería haber abofeteado en público al Presidente de la Generalitat de Cataluña por quitar la bandera de España de una comparecencia? ¿Son políticos o matones?     

Eso desde el punto de vista práctico y político. Entrando en la batalla cultural enfocándolo en el argumentario intelectual y empírico, veo absurdo cómo una parte de la derecha está obsesionada con el ataque permanente a colectivos como el homosexual o el feminista. Que las organizaciones oficiales pretenden alterar nuestra sociedad empujándola a la irracionalidad, sí, pero no es justo que todas las mujeres combativas con ciertas amenazas u homosexuales sin sesgo paguen los platos rotos. Se llenan la boca defendiendo a la familia natural despreciando a las otras enrolando esa causa en la batalla ideológica. Creo que se equivocan, con toda la humildad lo digo. ¿Qué mal hay en que dos personas que se quieren contraigan matrimonio? Tienen desenfocado el sentido de la guerra de verdad. Debemos luchar por una sociedad más justa, más real, más libre. Eso se consigue protegiendo a la ciudadanía del mal y defendiendo la verdad, no diciéndole a la gente con quien se tiene que meter en la cama. O cambiamos el paradigma o nunca venceremos, debemos unir, no dividir, todo lo que separa no viene de la virtud sino del vicio. ¿Qué diferencia habrá con ellos si vosotros también enfrentáis a los españoles?

No ganaremos la batalla cultural con ruido sino con las nueces hechas a fuego lento dejando que se consuman las brasas.