La vida es la promesa de la muerte
VALÈNCIA. Marian Villaescusa padeció un cáncer y quiere ponerlo sobre el escenario. La dramaturga, que ya sorprendió hace unos años con Shhhh!, vuelve a poner en el eje central de su propuesta su propia vivencia y la enfermedad, aunque si en la primera obra trataba de hablar sin tapujos de lo que le ocurría, esta propuesta, Ximpún (que se podrá ver este fin de semana en la Sala Russafa), tiene otro objetivo: hablarle a los niños y niñas sobre la pérdida.
“Tanto la idea de Shhhh! como esta surgieron de un mismo punto y momento. De hecho, los archivos que abres para apuntar cada idea son del mismo mes”, cuenta Villasescusa a este diario. Habían pasado 3 o 4 meses desde que le diagnosticaron cáncer y acababa de empezar el curso escolar, donde ella llevaba varios grupos de teatro. Al tener que despedirse “por tiempo indefinido”, se planteó cómo contárselo al alumnado y pensó que lo mejor era hacerlo sin tapujos. “Algunos padres y madres prefirieron que no, que les dijera una mentira piadosa y nos les contara la realidad, que no utilizara la palabra cáncer”, explica. Y añade: “Lo entendí pero sentía que no fui del todo yo”.
Darse cuenta de que había una manera diferente de contar las cosas fue el catalizador de Ximpún. Una obra que, a través de la historia de Lira y Marimba y la muerte de la mascota de esta, se repasan otras culturas y otras maneras de entender la muerte y el duelo para naturalizar la pérdida de un ser querido.
Cuenta la autora que, al regresar meses después a las clases de teatro, los niños y niñas naturalizaron completamente aquello que le había ocurrido: “preguntaban de manera espontánea, compartían historias de personas con enfermedades que ellos y ellas conocían, de gente de su entorno que había fallecido o que no… Trataban con más naturalidad que los adultos la muerte”. “Son más brutos de lo que pensamos. Yo recuero tener terrores nocturnos con 4 o 5 años, e incluso fantasear con mi muerte, algo que es más común de lo que parece. A partir de esa edad, hay una mayor conciencia de que nos morimos, pero tampoco tienen un excesivo miramiento -por ejemplo- con los insectos muertos en un patio. La concepción de la muerte está muy dentro de sus instintos primarios”, opina.
Ante eso, conforme se va creciendo, se adopta una cultura y una tradición occidental y judeocristiana, de luto y pérdida, con unos ritos y unos protocolos concretos. Por eso, para descolocar cómo se afronta la muerte desde la adultez en este país, Villaescusa explora, a través de los personajes de Lira y Marimba, tres culturas con otras ideas sobre la muerte: la mexicana, donde el duelo se lleva de manera diferente y cuya referencia infantil, Coco, lo hace muy alcanzable al público general; la “africana”, por su vida y pérdida en comunidad; y la nepalí, por la trascendentalidad de su religión. “No se presentan estas culturas como si fueran la manera objetivamente buena de saber perder a alguien, se trata de relativizar y saber que se puede perder y asumir la muerte de otra manera, y la que sirva será la buena”, asevera Villaescusa.
Sobre escena, se propone una dramaturgia a partir del clown, del juego y con mucha comedia. Lira representa la tranquilidad y Marimba el torbellino. Juntas explorarán cómo asumir varias pérdidas que ocurren a su alrededor a través de otras maneras de comprender la vida (y por tanto, la muerte): “He seguido mucho mi instinto con los niños y niñas para hacer esta propuesta, que ante todo, es pedagógica”.
Se busca, entonces, hablar de las etapas del duelo en vez de evitarlas. “Claro que vas a sentir pena, es imposible no sentirla cuando pierdes a alguien que quieres, pero es bueno asumir que eso va a cambiar, que en la vida ocurren cosas feas y que luego de convierten en otra cosa”, concluye.
“Shhhh! hablaba de la vida, y Ximpún habla de la muerte”, sentencia Marian Villaescusa. Las dos obras nacieron mellizas, aunque ni el público, ni el tono ni el contenido tengan nada que hacer. “Cuando me diagnosticaron cáncer, sentía que necesitaba hablar de eso, de mí en definitiva”, explica, y así lo hizo en primera persona en la obra que fue galardonada con el Premio de Dramaturgia de Russafa Escènica otorgado por la SGAE.
Tras dos obras a partir de el trance de padecer un cáncer, ¿qué viene después?: “Sin duda, se cierra una etapa artística. Quiero hablar de otras cosas y ya estoy con algo nuevo entre manos. Quiero seguir hablando a partir de mí misma, pero en este caso voy a explorar las relaciones. Mirar al pasado y desde fuera todo lo que he aprendido del amor en estos últimos años”.