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ALGUNES NOTES SOBRE ART CONTEMPORANI 

Sandra Gómez: ¿Qué es lo que sucede cuando me muevo?

10/07/2021 - 

VALÈNCIA. El parque ha sido tomado por el deporte, nos cuesta encontrar un sitio donde no nos desconcentremos por la plasticidad de las clases de gimnasia. Al final entre unos setos y unas adelfas llegamos a un banco. Sandra saca unas pipas y nos sentamos. Enchufo la grabadora para recoger las palabras con las que cuenta su práctica artística. Sandra es bailarina. Su trabajo se ha presentado en salas de teatro, museos y centros culturales de València, Bilbao, Madrid o Castellón. 

-Al principio, cuando has empezado a relatar, decías algo así como: “mi cuerpo sudaba”. Me he puesto a pensar que tu cuerpo sudando, daba agua. Materialmente, me parece heavy verlo así. Si llegamos a pensar que hemos construido ejercicios metafóricos como la escultura, por ejemplo, aún más. ¿Dime alguna escultora o algún escultor que pueda generar agua? Ningún artista puede producir agua. Pensar que mientras estás en escena tú sola, de repente, añades el objeto agua, ya sea por sudor o lágrimas, y ser consciente que lo estás añadiendo, me parece muy bonito.

-¿Qué es lo que sucede cuando se mueve tu cuerpo, Sandra?

“Supongo que suceden muchas cosas. Pero me ha venido un recuerdo de mi último bolo, Heartbeat. Lo que le sucedía a mi cuerpo al moverse era que sudaba. Lo que le sucedía a mi cuerpo al moverse era que tarareaba los temas que estaban sonando. Lo que le sucedía a mi cuerpo también al moverse, era que entraba en una especie de “expresividad”. Lo que le sucedió a mi cuerpo, en un momento muy concreto, fue que se emocionó y que se me saltaron las lágrimas. Pero también lo que le sucedió a mi cuerpo es que se sentía ágil, se sentía fuerte, que se sentía cansado a momentos. Lo que le sucedió a mi cuerpo es que le entraron rampas”.

La sala está oscura, desde detrás de la bambalina se siente el frío del escenario. Frente a él, la mirada expectante del público. Se escucha a alguien toser y el sonido retumba en el vació sombrío del teatro. En el escenario no hay nada, ningún objeto al que cogerse, tan solo la arquitectura mínima del recuadro de la escena. Todo lo que entra en la escena se transforma por los códigos que operan en ella:) 

Sandra Gómez suele trabajar desde el formato del solo. En obras como Heartbeat, Tot per l’Aire, Volumen 2, la bailarina sostiene sola con su cuerpo y música las piezas. Sus ejercicios de danza tienen un componente energético que hace olvidar el vacío de la escena. La intensidad de sus movimientos se despliega en el escenario y se vuelve materia. Como espectador, en sus obras, llega un momento que su intensidad y su energía te atraviesan, te sitúan y te hacen consciente que tu eres estáticidad y ella movimiento.  

-¿Qué peso tiene la energía en tus obras?

“Yo creo que lo entiendo como una manera de comprometerme en la escena, con el acto de estar ahí. Yo ese compromiso lo asumo desde ese lugar, de esa manera, creo. Me sale de una manera orgánica. He sido consciente con el paso del tiempo de esta cuestión de la energía, de trabajar la energía en escena. Antes de ser consciente lo he hecho de una manera más intuitiva”.

No soy yo. Foto de Alessia Bombaci

-¿Y qué te pasa cuando bailas?

A mí lo que me pasa cuando bailo es que no hay nada fijo, no hay nada permanente y yo siempre siento un viaje que está todo el rato de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro.

En ese viaje siento, que está todo el rato pasando, soy consciente de ese afuera, soy consciente de esa mirada, de lo que estoy recibiendo, de esa consciencia de público y luego poco a poco me voy alejando de eso y voy entrando en mí. Voy entrando, porque si me quedo fuera me desconecto de mí”. 

Las piezas de Sandra Gómez suenan a techno. En muchas de sus obras hay una concatenación de temas donde los ciclos rítmicos y el beat de este tipo de música electrónica moldean su estar en escena. Un estar en la repetición que permite a la bailarina esos ejercicios de entrada y salida. La repetición del techno permite que tu cuerpo se ancle al espacio, como sabes que va sonar en el futuro, porque ya ha sonado en el pasado, solo te queda sentirte en presente. Y en ese presente continuo que ofrece la repetición de su música, te puedes permitir salir de tu cuerpo, y ser consciente de tu estar, de tus movimientos, de tu espacio. O bien, meterte muy en tu cuerpo y sentir el latido de tu corazón, el tacto de tus dedos acariciando el aire que te rodea o el roce de tu zapatilla con la pista.

- ¿ Por qué utilizas el techno como hilo musical?

“Creo que necesito continuidades, un colchón, una base. Para sentir que estoy como en un hilo, tirando de un hilo. Para no sentirme fragmentada. Me apoyo mucho en lo repetitivo, en lo cíclico, porque ahí es donde encuentro un lugar donde estar”

- Me gusta que digas eso. A mí me pasa una cosa cuando bailo techno, creo que genero un lugar en la repetición, en el que me encuentro a mi mismo bailando esa misma repetición. Con otro tipo de músicas más melódicas que te llevan de un sitio a otro, me libro a su relato, y no me pasa. Con el Ska, por ejemplo, era como muy de perderme en una maraña de bultos, de la cual no sabía por donde iba a salir del pogo. Era fundirte en una masa informe de cuerpos pegados. En cambio, el techno me hace estar muy dentro de mí, no me aliena, todo lo contrario, me hace muy consciente de mis movimientos y mi espacio.

“Yo creo que uso ese techno para desplegar una energía en escena. De alguna manera mostrar ese pedacito de vida, de espacio temporal, con un despliegue energético. El mantra del ritmo y el movimiento por un lado me lleva a descansar a no tener que estar pendiente de generar para una mirada externa sino que entro en ese mantra y descanso. Descanso, pero también me hace entrar en un lugar muy ritual”.

- ¿Esa cosa ritual la sientes en la pieza o son rituales de tu vida?

“Lo que me viene claro a la cabeza es cuando empecé a correr. Porque siempre me he ido a correr con cascos con música. Y correr es una acción muy mecánica, tiene un ritmo. Seguramente yo ese ritmo lo acompasaba a la música que estaba escuchando, y es una acción repetitiva y ahí empecé a ser consciente de que había una repetición y un rito”. 

- En tu carrera hay una primera parte en la que la música está muy presente. Hubo una segunda etapa en la que la te alejaste de la música.

“Para mí la música y los “temazos” me ayudaban a poner el cuerpo en el lugar de intensidad y energía que yo quería. Lo que pasó es que después de varios trabajos haciendo uso de la música, llegó un momento que decidí dejar esa metodología. Esto me llevó a una crisis absoluta, porque, para mí ,era tan fácil entrar desde ese canal, con esa herramienta, que al eliminarla y estar con el silencio fue un problema.

- ¿Y qué pasó?

“Luego vino Volumen 2, ahí empecé desde la cuestión del silencio. Me interesé por la música y el sonido en directo y ya no enlatados. Con Volumen 2 empecé a trabajar con acciones que provocan sonidos. Aunque es en Bailar al sonido, que es la última pieza que he estrenado, en la que se ve esa cuestión muy clara y muy definida: yo me muevo, hay unas acciones que generan sonidos, se graban y se loopean, se van creando capas sonoras y colchones y eso me va afectando. Esto es un ejercicio de retroalimentación: yo me muevo, produzco un sonido, ese sonido me viene de vuelta y me afecta a la hora de moverme y modifica mi movimiento”

Bailar al sonido. Foto de Alain Dacheux

Es Domingo en el patio de luces de La Casa Encendida, sillas dispuestas en el perímetro del patio. En el centro Sandra espera sentada, en el pecho tiene conectado un doppler que registra los latidos de su corazón. El sonido registrado se filtra por la grabadora, pasa por el amplificador y la electrónica da la orden al altavoz de hacer vibrar su membrana. El latido del corazón de Sandra se convierte en una onda que recorre el espacio. El ritmo es constante, la bailarina respira y apura los minutos antes de empezar Heartbeat. Se abren las puertas, entra el público. La onda de sonido del latido impacta en el tímpano de los asistentes que sin ser conscientes empiezan a verse alterados por el ritmo cardíaco de Sandra. La artista mira al público, la obra esta apunto de empezar, aumenta su pulsación, el ritmo se vuelve más violento y las ondas de sonido producidas chocan de manera más frecuente contra los cuerpos dispuestos en el lugar. 

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