EN CONCIENCIA / OPINIÓN

SARS-CoV-2, Momo, y el ladrón del tiempo

29/10/2020 - 

“Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo”. (Momo. Michael Ende. Alfaguara. Página 4)

Apareció este fin de semana en una caja guardada en el trastero. Volvió a caer en mis manos no sé muy bien cómo. Han pasado más de treinta y cinco años. Y ahí está este libro: estropeado pero entero, con las huellas de haber sido manoseado una y otra vez durante mi infancia.

Momo. La extraña historia de los ladrones de tiempo. Lo leí en el colegio. Me encantó. Me gustó más que otras obras del mismo autor que llegaron después y tuvieron más fama.

La historia es sencilla pero profunda. Una niña huérfana, descalza y enfundada en un gran abrigo, se enfrenta a unos siniestros enemigos: los hombres grises. Estos seres han estafado a los humanos y les roban su tiempo para alimentarse de él. Momo tiene que descubrir el lugar donde los hombres guardan su botín para salvar al mundo.

El cuento es una metáfora surrealista y deliciosa. Les recomiendo que, si no lo han hecho, lo lean.

Sin embargo no es la historia en sí, sino el tema, lo que para mí cobra una rabiosa actualidad. 

Desde hace unos meses, no unos hombres grises, sino un virus negro, está hurtándo nuestro bien más preciado sin que reparemos en ello. No hablo de la salud, de la libertad, del trabajo, de la economía, o del progreso... de los que, obviamente, este puñetero bicho nos ha despojado.

El tiempo. Hablo del tiempo. El tiempo, como dice Ende, es la vida que reside en el corazón.

El tiempo es lo más preciado que se está cobrando la covid.

El coronavirus se ha llevado, literalmente, décadas, años, días, minutos... de más de 50000 compatriotas que ya no están. Ciudadanos que se han encontrado con la muerte antes de lo que cabía esperar. Bruscamente. Por sorpresa y en soledad.

Pero el virus no se ha conformado con eso.

Dicen que, a día de hoy, más de un millón de españoles se han contagiado. Aunque vivos, algunos de ellos siguen teniendo gravemente afectada su salud, es decir, directamente su calidad de vida.

Otros muchos españoles (cada día más) sufren el mazazo económico de esta pandemia. Efectos indirectos del virus: graves efectos. Me vienen a la cabeza amigos del sector de la exportación, el turismo o la hostelería, que viven desde hace meses en una especie de  “tiempo muerto”.

Pero incluso para quienes mantenemos la vida, la salud o el trabajo, que podemos considerarnos afortunados, nuestra dicha es relativa. Como piensa Momo, “Hay riquezas que a uno lo matan si no puede compartirlas”. Y es que uno de los tesoros que ha aniquilado  la  pandemia es nuestra relación social. Esa interacción que es parte nuclear de la vida de los españoles. Esa interacción que nos hace personas, que nos hace humanidad: que nos permite compartir, aprender, disfrutar y enriquecernos.

La mutilación de nuestras relaciones me parece especialmente triste en dos casos.

Primero: los mayores, que han dedicado toda su vida a los demás y que, en estos momentos, ven como esos años, que habían guardado para vivir y disfrutar el final, se esfuman, entre la soledad y el miedo. Sin abrazos. Sin hijos. Sin nietos. Sin viajes ni visitas.

“De todo el tiempo que han ahorrado, ahora no queda nada. Desaparece de modo misterioso, y ya no está” como ocurre en el cuento de Momo.

Segundo: el de los jóvenes y los niños. La pandemia no sólo les está robando ya una parte imprescindible de su infancia y adolescencia, sino que, si no hay un cambio pronto, les va a robar también el futuro.

Vuelvo al libro. Momo se tomaba tiempo para no decir nunca nada que no fuera verdad. En su opinión, todas las desgracias nacen de “las muchas mentiras, las dichas a propósito, pero también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión”.

Coincido con Momo. Lo peor es que los descalabros dan tregua sólo al verdadero enemigo: el virus.

Al igual que en el relato de Ende, nos enfrentamos hoy  a un adversario siniestro. Siento decirles que, hasta ahora, nos va venciendo. Espero con todas mis fuerzas que, como en Momo, estemos aún a  tiempo de recuperar tiempo.

Definitivamente, creo que muchos deberían releer el cuento.