VALÈNCIA. Sasha Petryschenko tiene 23 años y está muy ilusionado con su nuevo trabajo en Lãberit. «Me han dado una oportunidad de tener una vida normal y empezar todo de nuevo y tener un futuro. Solo tengo palabras de agradecimiento a Lãberit y a la Fundación Juntos por la Vida». Sasha era informático en Ucrania antes de que empezara la guerra. Pero ese 24 de febrero todo cambió. Sin embargo, a pesar del horror de la guerra, Sasha tenía unos ángeles guardianes, la Fundación Juntos por la Vida. Fueron ellos los que le contactaron y los que le ayudaron con los trámites para poder salir de Ucrania. Y los que después de 40 días de incertidumbre consiguieron traerle a la Comunitat Valenciana, instalarle en un piso en Jalance, «aunque ahora le estamos buscando una habitación cerca de las oficinas para poder alojarse», afirma Carlos Pujadas, CEO de Lãberit, y ponerle en contacto con esta multinacional tecnológica valenciana para que pudiera empezar a trabajar en el servicio de soporte del área de Sistemas.
No es la primera vez que la Fundación Juntos por la Vida ayuda a Sasha. Clara Arnal y Jesús Rodríguez, junto con otros voluntarios de la Fundación Juntos por la Vida, llevan 25 años viajando a Ucrania para traer niños de familias humildes de los alrededores de Chernóbil, para que pudieran pasar los veranos con familias valencianas. «Fue en uno de esos viajes cuando conocimos a Sasha. Era un niño sonriente y vimos que tenía las manos muy deformadas y decidimos traérnoslo y hablar con el doctor Pedro Cavadas. En cuanto vio el caso, el doctor Cavadas decidió operarlo y en dos operaciones las manos podían funcionar. Después de ese primer viaje, Sasha siguió viniendo a la Comunitat a pasar los veranos con una familia valenciana», explica Jesús Rodríguez.
Ese problema con sus manos ha sido su salvoconducto para poder salir, porque el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, firmó un decreto de movilización general de todas los varones de 16 a 60 años que deben permanecer en Ucrania para incorporarse a las tropas ucranianas si se les requiere.
Ahora Sasha va acostumbrándose a su nueva vida, ha recuperado la sonrisa y mantiene la esperanza de que el conflicto acabe pronto y está con muchas ganas de dar lo mejor de si mismo ante la oportunidad que ha encontrado en Lãberit para seguir adelante. Porque tal y como afirma Carlos Pujadas, «la dignidad de una persona está en tener trabajo. El trabajo te integra en la sociedad. Y ofrecer un trabajo efectivo y real a quien ha dejado su vida atrás es para nosotros una obligación y un orgullo. Cuando contacté con Clara Arnal me dijo que esto era lo más importante, porque una vez llegaban a España estas personas empezaban de cero y tenían que seguir con su vida».
Y así fue como Carlos Pujadas y Lãberit se comprometieron a contratar a todas las informáticas, porque en su mayoría los refugiados que llegan son mujeres, que vinieran a la Comunitat Valenciana. «Creemos tener la capacidad, la habilidad y la sensibilidad para integrar a gente de Ucrania en nuestro sistema. Y si en algún momento esto nos desbordara, que creemos que no porque somos una empresa en crecimiento y en los últimos años hemos venido creando de forma sostenida más de 100 puestos de trabajo anuales, ya hemos hablado con otras empresas para que se sumen a esta iniciativa y podamos acoger a todas las personas ucranianas que lleguen con algún conocimiento en tecnologías de la información».
De hecho, en breve Sasha tendrá una compañera ucraniana en las oficinas. Lo único que piden en Lãberit es conocimiento en tecnologías de la información y que hablen español o inglés y la compañía se ocupan de ofrecerles un periodo de integración y un puesto de trabajo. «Si el número de personas interesadas crece y no tienen el dominio de esos idiomas como el que tiene Sasha, él nos va a ayudar a facilitar su integración».
Esta iniciativa de Lãberit con la Fundación Juntos por la Vida nació fruto de la relación de Carlos Pujadas con la Fundación. «Hace más de 20 años en mi familia acogimos a un niño de Chernobil y ahí surgió nuestra vinculación con Ucrania. Por ello cuando ocurre esta catástrofe, tanto la empresa como yo personalmente queríamos hacer algo. Y por eso me puse en contacto con la Fundación, porque conozco su trabajo y confío en ellos», apunta el CEO de Lãberit.
Un trabajo, el de la Fundación, que en los últimos dos meses ha sido extenuante. «Nosotros llevábamos 25 años trabajando en Ucrania y hace cinco años empezamos a hacer proyectos en África, en Benin donde está funcionando un colegio y hemos empezado a poner en marcha el segundo. Nos fuimos a Benín porque Ucrania estaba ya empezando a funcionar perfectamente y tenía una progresión muy buena. Pero estalló la guerra y empezamos a recibir llamadas de las familias valencianas de nuestros niños, que querían traérselos con sus familias. El dos de marzo tres voluntarios partían para la frontera de Polonia con Ucrania». Así explica Jesús Rodríguez como volvieron a Ucrania, con un nuevo objetivo: ayudar a las personas que huían de la guerra.
«En los primeros días salían en masa y prácticamente día sí, día no enviábamos un autobús a España, contando con el apoyo en algunos casos de la empresa Consultia Business Travel. Hasta hoy han salido 33 autobuses, más dos aviones que nos fletó Air Nostrum. En total hemos traído a España unas 2.500 personas».
Pero no todos los que llegaban a la frontera querían venir a España o a otro país europeo. Muchas madres con hijos querían quedarse para estar cerca cuando pudieran volver o no tenían claro donde irse. «Recibimos la llamada del presidente del Levante UD, Quico Catalán, preguntando como ayudar y le propusimos que alquilara un hotel para madres con hijos. En menos de una semana había reunido los 80.000 euros que costaba alquilarlo para unos seis meses».
Porque tal y como señala Jesús Rodríguez son muchas las que están volviendo, porque aunque tengan las casas destruidas quieren estar allí con sus maridos, con sus mayores… y más ahora cuando parece que el conflicto se ha trasladado más a la zona del Dombás y que la zona más occidental de Ucrania está recuperando cierta normalidad. De ahí que Juntos por la Vida ya esté trabajando en cómo ayudar allí, «como reconstruir aquello para que puedan vivir y puedan volver a tener sus casa y recuperar su vida».