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UNA VERDAD INCÓMODA  / OPINIÓN

Se buscan culpables (abstenerse políticos)

29/01/2021 - 

Hay un discurso común entre los partidos tradicionales. PSOE y PP -acompañados en este sainete con nulo salero por Podemos, Ciudadanos y Compromís- proyectan al viento el “no es momento de buscar culpables”. Pero cuando hablan de librar a los eventuales responsables de toda culpa relacionada con la crisis sanitaria, social y económica que está devastando España, se refieren únicamente a ellos. Porque la doble vara de medir que impera en las altas esferas está quedando hoy en evidencia más que nunca.

Tras diez meses de pandemia global, hay un gran señalado: la hostelería. Los que defendemos la libertad y la justicia asistimos absortos -y, dicho sea, profundamente asqueados- a como se acusa de la alta tasa de contagios a, quizá, el primer sector económico o social que tomó medidas para garantizar la salud de trabajadores y clientes. Cuando se deja a los pies de los caballos de la opinión pública a uno de los principales sectores productivos en un país marcado por el peso indiscutible del sector servicios -hablaremos en otro artículo de la desindustrialización culpable de nuestra nación-, nada queda. Bueno sí. Queda única y exclusivamente lo público. Pero cualquier persona -salvo Eduardo Garzón- entenderá que la Administración Pública, por definición, no puede crear riqueza y, por ende, es imposible sostener a 47 millones de españoles con la farsa propagandística del Ingreso Mínimo Vital.

La izquierda odia la libertad y del progreso y, además, es enemiga declarada del turismo. La semilla germinó cuando la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, inició su cruzada antituristas cuando tomó la vara de mando de la ciudad condal. Hoy lo suyos ostentan el poder cuasi absoluto amparado en una situación crítica y un estado de alarma que cruza la frontera de la ilegalidad. Ya lo dijo el ministro de consumo, Alberto Garzón, haciendo gala de una maldad inconmensurable: “el turismo es un sector de bajo valor añadido”. Y se abrió la veda contra el pequeño empresario y como no y por extensión al trabajador. Porque un cocinero o camarero que hoy están en su casa sufriendo la prohibición del libre ejercicio de su derecho al trabajo no entiende porqué los aviones, los trenes, los metros o los autobuses urbanos -todo ello transporte directa o indirectamente prestados o regulados por las administraciones- amanecen atestados en hora punta y ningún político responsable de la gestión de dichos servicios dice absolutamente nada. 

Un chef alicantino, propietario de su restaurante, me abrió los ojos en un extremo que yo hasta ese momento no había valorado y es que, además del profundo daño económico que se le está produciendo a él, a las familias que dependen de su negocio y al sector al completo se añade la profunda herida que tardará años en cicatrizar. Hasta la completa erradicación del virus -los expertos más optimistas hablan de un mínimo de dos años-, donde las restricciones a la hostelería irán y vendrán, los bares, cafeterías y restaurantes serán espacios “marcados” como espacios con alto riesgo de contagio. Cuando la mayor parte de los políticos -principalmente los gobernantes- acusan a la hostelería de ser el principal culpable de la propagación del virus chino lo que se está afirmando con rotundidad es que un bar, una cafetería o un restaurante no son un espacio en el que sentirse tranquilo. O lo que es lo mismo: “si quieres estar a salvo, no vayas a uno de estos sitios. Son peligrosos”. 

El señalamiento político y mediático que se cierne sobre un sector con más de 1,7 millones de españoles y aporta más de un 6% del PIB es algo digno de una dictadura bananera. Reitero la idea: la izquierda española -a lo que hay que añadir la tolerancia y equidistancia de un Partido Popular genuflexo- odia la libertad y el progreso. Pero, sobre todo lo demás, odia la capacidad del español de ganarse la vida por sí mismo. Y es precisamente la idea que subyace desde que la gestión de una pandemia devino en una avalancha de ideas y decisiones arbitrarias. Hace apenas diez días el propio Ximo Puig, tras decretar el cierre total de la hostelería, afirmó en un programa televisivo de máxima audiencia que “Más del 60% de los contagios se da en el ámbito privado y de confianza”, es decir, en casa. Y si no hay argumento científico -porque no hay un solo experto al frente de la gestión- que fundamente una medida tan brutal como el cerrojazo a un sector primordial en nuestra comunidad, ¿qué motivación sino la ideológica ha primado? Desde marzo no hemos escuchado a Mónica Oltra dar ni una sola explicación sobre los miles de contagios y cientos de fallecimientos en las residencias de ancianos pero sí la hemos visto exigir el cierre de la hostelería en diversos platós televisivos. Y Puig aprecia demasiado su sillón como para no obedecer a la principal adalid del separatismo totalitario que se sienta a su vera. 

Es hora de buscar culpables. Vaya que sí. El Botánico ya lo ha hecho. Y no, no es ninguno de ellos. Nunca es ninguno de ellos.

Esta es una verdad incómoda, pero alguien tenía que decirlo.

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