grand place / OPINIÓN

Secuenciación 

23/02/2021 - 

La pandemia no sólo fue una secuencia de imágenes a través de las ventanas. También se convirtió en una secuenciación de genes a través las pantallas en los laboratorios. El año no había comenzado bien. El virus  mutaba a una velocidad alarmante y se expandía por todos los continentes, parecía una bola de fuego y lava que se deslizaba por el precipicio. Ni siquiera el cierre de fronteras lograba detener los contagios de las nuevas cepas, que ya tenían nombre de países… El virus chino había sido desplazado por la variante brasileña, la cepa británica o la sudafricana.

Desde enero del 2021, la Comisión Europea insistía en sus recomendaciones de “acelerar la realización de pruebas y la actividad de secuenciación, para controlar las infecciones y las nuevas variantes”. No era tan fácil. En el Territorio-Europa las cifras de contagio seguían creciendo y la economía seguía bajando.

La GranRecesión que siguió aquel verano no tuvo nada que envidiar al “crack del 29” -del siglo anterior-, con la gente saltando por las ventanas o lanzándose a la carrera a velocidad sin límite. Fue el principio de su desaparición, de una nueva arquitectura urbana -la rural casi desapareció-. Por eso hoy no tenemos ventanas, sólo unos grandes cristales que únicamente permiten ver desde el interior y que no tienen ningún mecanismo que facilite su apertura mecánica, automática o digital.

En todo caso, fue buena idea, ya no sólo por evitar la autodestrucción del individuo, sino también porque habría sido una tentación la posibilidad de bajar del dron “a domicilio”, sin control previo o preventivo. Los balcones comunitarios, que se rehabilitaron en los edificios antiguos hacia los años 30, sí lo permiten. Así como mis adoradas terrazas…

Mientras, la Comisión seguía dando cifras que nadie leía. “La UE debe acelerar urgentemente la secuenciación. Actualmente, sólo un Estado miembro está realizando pruebas sobre más del 1 % de las muestras y debían realizarse un mínimo del 5%. Este ritmo de secuenciación no basta para determinar la progresión de las variantes ni para detectar otras nuevas. Todos los Estados miembros de la UE deberían alcanzar una capacidad de secuenciación de al menos el 5 % de los resultados positivos en las pruebas de detección”.

Lo advertía en un artículo, que resultó ser premonitorio, la periodista Kristin Suleng. Una nota al margen en la tarjeta SIM de la Tieta se preguntaba, alarmada. ¿Cómo era posible que no se aprovechara la lectura del genoma para realizar el seguimiento genético de las nuevas variantes del coronavirus covid-19? En aquellos momentos iniciales de la GranPandemia, aún no se habían identificado los virus de la covid-20 y la covid-21, y seguían denominándose por su país de origen o detección.

“¿Qué significa esto?”. La respuesta la obtuvo de inmediato la Tieta, a través de su grupo de trabajo MendelsBrain. Neus le respondió desde el grupo de chat: “La respuesta corta es que, si el virus muta muy deprisa, puede hacer perder la eficacia de las vacunas actuales y esto se convierte en el cuento de nunca acabar”. Y así fue.

Por cierto, que no sé nada de David desde que cogió un dron rumbo a la FronteraNorte. El parte metereológico advertía de frío intenso y tormentas de nieve. “Sólo fue el principio de una primavera que nos heló el corazón”, relataba la Tieta en aquel invierno del 2021. Fue precursor de lo que parece repetirse cincuenta años después, esta vez con más voracidad que en años precedentes, con más crudeza y con crueldad. Tal vez hemos descuidado de nuevo la secuenciación. Tal vez este virus mute hasta el infinito, como la humanidad, sin perdón…