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vals para hormigas / OPINIÓN

Segundos finales

27/09/2023 - 

Me guardé esta tribuna para hoy con la intención de tratar de unir las líneas de puntos del debate de investidura de ayer, para ver qué dibujo sale de la política española actual. Y todavía está Feijóo esparciendo las minas antipersona –una persona, Pedro Sánchez- con las que corona cada uno de sus párrafos, cuando descubro que ya me he aburrido. Se lo resumo. Cada portavoz esgrimió los mismos argumentos que los diferentes miembros de su partido llevan manifestando ante los medios de comunicación, aunque sea en clave interna, desde hace dos meses. Para el resultado definitivo aún habrá que esperar a esta tarde o, más probablemente, al viernes por la tarde. En un país en el que la oratoria es un talento natural, que se tiene o no se tiene y casi siempre cae en el bando de los vendedores del mercadillo, y en el que nadie tiene ganas de acudir al María Moliner para entender el significado del verbo debatir, el único interés de la película se esconde en los títulos de crédito del final. Es decir, en la votación presencial y de viva voz clasificada por el orden alfabético de los apellidos de sus señorías. Es lo que los amantes de otros deportes odian del baloncesto, que se puede decidir en los segundos finales.

La sesión de investidura de ayer, en el caso de que todo transcurra hoy con normalidad, es decir, con un insuficiente en matemáticas parlamentarias para el PP, es, sin embargo, un capítulo inédito en las más de cuarenta temporadas que llevamos de Democracia. Casi las mismas, diría uno, que arrastra Cuéntame. Si, repito, no se reeditan los grandes éxitos de los tamayazos previos, Feijóo está condenado a ocupar la bancada de la oposición. Y eso, no el resultado final, sino el inquietante argumento, podría considerarse un regalo de guionistas como los que acaban de desconvocar la huelga de Hollywood o los que en España no cobran ni un céntimo de derechos de autor por su trabajo en programas para plataformas audiovisuales. También en el Congreso tienen dificultades para interpretar la escena que hemos escrito nosotros, los españoles, con nuestros votos. Cada productor trata de arañar unos ceros al presupuesto, cada director trata de rascar unos ceros para desarrollar sus ideas, cada actor trata de llevar la secuencia hacia su lucimiento personal. Con el perfil en el que dan mejor en cámara.

Así que, pese al interés que podría haber despertado inicialmente –les resumo el desarrollo del debate: sigue igual-, las intervenciones de los representantes de la ciudadanía se convierten en uno de esos espectáculos intrascendentes que mejoran considerablemente cuando se adentra uno en las redes sociales y comparte sus opiniones con el resto de espectadores. Como el Festival de Eurovisión o los últimos capítulos de Juego de tronos. Ahí sí. En la traducción –no me negarán que no está bien hilado con los nuevos tiempos plurilingües del parlamento que tanto ha costado implantar- de lo que está sucediendo en los estrados, proporcionada por sus propias señorías, es donde aparecen la gracia, el vitriolo, las relecturas, la resolución de enigmas, el fact checking, los spoilers de lo que va a suceder, solo porque Portugal siempre le da un 12 a España o porque mi hija se llama Danaerys y no será capaz. Se lo recomiendo para esta mañana, en la que seguirá el debate. El resultado, como en el mejor deporte del mundo, se resolverá en los segundos finales.

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