VALÈNCIA. Cada uno lo viviría a su manera, pero yo recuerdo que mi vida y la noción del tiempo se partió en dos con la llegada de Internet. En los 90, los 80 nos parecían el pleistoceno. Sin embargo, ahora en 2025, los siento más cerca que en 1993, cuando no hacía ni tres años que se había acabado la década. Del mismo modo, en los 90 mis amigos eran gente que había ido conociendo por ahí, un fenómeno que progresivamente se fue acabando. Cuando me quise dar cuenta, socializaba más con el ordenador. Por muy bien que me cayera la gente del bar de abajo, en aquel entonces era más atractivo dar con personajes que compartieran mis aficiones e intereses.
En 1995 no me imaginaba el futuro tal y como iba a ser. De hecho, pensaba que ya vivía en el futuro con la llegada del CD-ROM. Lejos habían quedado los tiempos en los que nos comprábamos los videojuegos en cintas de casete en el kiosco. Hablábamos de aquello como nuestros abuelos de la guerra, eran los tiempos remotos. Los videojuegos, además, ya eran en tres dimensiones y en primera persona. Había juegos de estrategia muy complejos. Los de lucha no podían estar más perfeccionados. Ya estaba todo hecho. En cada entrega de los CD-ROM de las revistas de informática apreciábamos claramente que todo avanzaba a buen ritmo. Dominar Photoshop y ·3D Studio era el camino.

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De hecho, en mi caso, no he vuelto a jugar a videojuegos de primera persona después del Doom, Heretic, Descent, Rise of the triads y alguno más. En estrategia, me dejé los ojos en el Civilization de 1991. Cuando salió el II en 1996, tuve problemas de adicción y decidí dejarlo. No el juego, sino todos los videojuegos prácticamente. El III ya lo vi y me pareció de pijos. De la saga FIFA, solo jugué al 94, el primero. Cuando lo tuve en el PC era el mejor simulador jamás concebido. Fueron años de muchos hitos, de llegar muy alto.
Y qué decir de aventuras gráficas como Simon the sorcerer, que tenían voces. O Flight Simulator 5, que ya traía imágenes por satélite. Lo mismo que Mad Dog McCree, que permitía prácticamente interactuar con una película de vaqueros real. Sí, merecía la pena estar vivo en ese momento, ya era el futuro. Había tardado, pero por fin había llegado. Ya estábamos en él.

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Y resulta que no era así, que aquello eran los últimos coletazos del antiguo futuro, era el final del pasado. De un mundo que estaba a punto de acabarse para no volver jamás. Si hubo un programa donde se pudo asistir a ese final de los tiempos, aunque nosotros creíamos que era el apogeo, fue Bit a bit en TVE.
De los programas disponibles en la web del ente público, si hay uno que me fascina es uno en el que hablan del módem. Era abril de 1995 y la fórmula de comunicación elegida para presentar las funciones de esta tecnología era la de un sketch tipo Escenas de matrimonio. Dos mujeres comentaban cómo se comunicaban con sus hijos y la que llevaba un portátil presumía de hacerlo online.
Explicaba que aunque su hijo estuviese en Australia, escribirle por el ordenador salía por el precio de una llamada local. Hablaba de netmail, que servía para “mensajes privados”, aunque luego había espacios donde colgar mensajes según tus intereses y que los leyeran otras personas. “Aquí cada cual se dedica a lo que le interesa, política, negocios, aeromodelismo e incluso el sexo”, decía. No eran conscientes de lo que venía, aunque en los kioscos ya circulaba la revista CD-Rom X.
Luego la mujer decía que tenía un programa que “me separa los mensajes, los que envío, los que recibo y puedo ver mis mensajes antiguos”. Luego seguían los presentadores, que eran los de Clip Clap Vídeo, "quiero un modem para encontrar a alguien que me pueda pasar los trabajos para entregarlos luego en clase", y contestaba Guillem Caballé: "Una nueva forma para ligar, no hace falta que me vaya a garitos gastando saliva".
No iban nada desencaminados. Lo que no estaba nada bien eran las reseñas que hacían de los videojuegos, eran muy superficiales, cuando con sus medios podrían haber explicado mucho más sobre ellos y haber dado más imágenes que cuatro frames rápidos. Eran esos tiempos en los que la televisión tenía a su público cautivo, aunque en los 90 ya hubiese competencia, pero todavía nadie se preguntaba realmente por la utilidad de lo que se hacía, especialmente en programas dedicados a jóvenes, y la calidad de la información que se daba. Era fácil caer en la tontuna, en el hacer por hacer y que aquello no condujera a nada.
Las listas de los mejores videojuegos según los votos de los espectadores solo servían para que se luciera el guionista. Era exactamente igual que las listas de hits de música pop y se presentaba de la misma manera. La música, de todos modos, estaba muy presente porque también dieron espacio a los chavales que estaban componiendo con sus PC en casa.

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Había una escena underground importante y rulaban sus canciones. Sin embargo, como explica un chico en una entrevista en 1993, cuando había otro plantel de presentadores y el programa se llamaba Bit Club, “En España no te puedes ganar la vida con esto, aunque parezca que sí, con la explosión de OBK y eso, no veo mucho sitio para el bakalao españolete”.
También es tierno ver una entrevista a un chico de Aranda de Duero que acude al programa para contar que hace dibujos con el ordenador, que le gusta copiar lo que ve por ahí. El joven explica que hay un icono que se llama “la lupa” en el clásico Deluxe Paint que te permite ampliar los dibujos para tener más precisión. Tecnología punta.
Igualmente, es para caerse de culo cuando se comentan enciclopedias que salen a la venta. De una dicen que tiene 40 megas en datos de todo tipo. Eran tiempos de escasez digital, había solo apenas unas gotas de agua en lo que luego sería un océano. Sin embargo, de algún modo, ahora es inevitable sentir un impulso de querer estar ahí.