Series y televisión

¿Y TÚ QUÉ MIRAS?

¡Cuánto nos gustan los hospitales en las series!

  • Llamad a la comadrona
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VALÈNCIA. En la realidad no nos gustan nada, pero hay que ver lo mucho que disfrutamos de los hospitales inventados de las series. Desde los orígenes de las ficciones televisivas han sido un lugar privilegiado para desarrollar relatos seriales; de hecho, son mucho más habituales en la televisión que en el cine. Y sí, he dicho disfrutamos, porque lo hacemos, a pesar de que gran parte de las tramas y su razón de ser tengan que ver con la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Y esto es así desde Dr. Kildare (1961-1966), que se considera oficialmente el primer drama médico de la televisión, hasta The Pitt (R. Scott Gemmill, 2025), que acaba de ganar cuatro merecidos Emmys, entre ellos el de mejor serie de drama 

Y entre una y otra, miles de situaciones límite, dolencias comunes y enfermedades raras, tremendos dilemas éticos de los profesionales, pero también de los pacientes y los allegados, asombrosos avances médicos y científicos, espectaculares cirugías a vida o muerte, batallas entre la búsqueda del beneficio económico y el derecho a la salud, la lucha contra la burocracia, muchas lágrimas y, por supuesto, escarceos amorosos y románticos de todo pelaje y condición.

 

Tiene sentido ese éxito a lo largo de las décadas, puesto que los hospitales son lugares donde se dirimen aspectos esenciales de nuestra vida y la emoción está a flor de piel: hay drama, suspense, épica, dolor, alegría, esperanza, desafío, enfrentamientos... Un espacio idóneo para que los guionistas encuentre y pergeñen historias de todo tipo, con una enorme variedad de personajes, situaciones y tramas que conviven a la vez. Y precisamente por eso, también tiene toda la lógica que el formato serial resulte especialmente adecuado para los relatos médicos. 

 

  • Respira

 

Así, a bote pronto, sin afanarme mucho en buscar, se me ocurren, sin contar las que ya finalizaron pero siguen disponibles en las plataformas, más de diez series en activo actualmente en emisión protagonizadas por profesionales de la medicina: las muy veteranas Anatomía de Grey, a punto de empezar su temporada ¡22!, y ¡Llama a la comadrona! (Call the Midwife), en emisión desde 2012, The resident, Doctor Odyssey, Chicago Med, Respira, Pulso, Mentes brillantes (Brilliant minds), Doc, Watson, The Pitt y suma y sigue.

 

Naturalmente, el tono, la intención o la estética, por no hablar de la calidad, varían mucho. No es lo mismo el modo culebrón de Anatomía de Grey o el aún más culebrón de Respira, que la clave mucho más realista de The Pitt o Breathtaking (Jed Mercurio, 2024). En ambas, todo se centra en la acción médica y en los efectos que esa acción y las decisiones que las sustentan tienen tanto entre los profesionales como en los enfermos o en los familiares y cuidadores. 

 

The Pitt no es amable, incluso cuando plantea casos de éxito. El argumento sigue un turno de urgencias en un hospital y cada capítulo es una hora de ese turno, hasta completar las quince que lo conforman. Tiene algunos puntos de contacto con la mítica Urgencias (E. R., Michael Crichton, 1994-2009), no solo porque su protagonista y productor sea el actor Noah Wyle, presente en ambos títulos. Pero mantiene una radicalidad que no estaba en aquella. Primero, porque no atiende, por lo menos en esta primera temporada, a los líos amorosos y las relaciones románticas. Se apuntan algunas y se adivinan tensiones en este sentido, lógicas por otra parte en cualquier entorno laboral en el que se convive muchas horas, y muy intensas, al día, pero no va de eso The Pitt

 

  • The Pitt -

 

Y, en segundo lugar, porque toma dos decisiones narrativas y de puesta en escena radicales, que son esenciales para su buen resultado y su mucha personalidad: a) no tiene música y b) la cámara sigue solo a los profesionales, de forma que, cuando salen de la habitación de un paciente, nosotros salimos con ellos y no sabemos más de ese paciente hasta que no vuelven a entrar o a ocuparse de él. Es decir, siempre estamos en el punto de vista de los trabajadores del hospital. 

 

La decisión de eliminar la música es particularmente interesante, y desde aquí no puedo más que aplaudirla, harta como estoy de ese predominio absoluto de la música; una tiranía molestísima que, no es un contrasentido, no te deja ver. La de la serie es una renuncia creativa muy importante y más hoy en día, cuando se abusa absolutamente de ella para enmascarar una puesta en escena pobre y poco imaginativa. No acabamos de darnos cuenta mientras estamos absorbidos por la acción, pero la música es el principal agente emocional de la producción audiovisual comercial. De hecho, cuando no existe, se nota mucho y desconcierta a quien no esté acostumbrado a ese tipo de relatos, porque crea sentido y su papel no es solo de acompañamiento, sino altamente narrativo. Créanme, sin las bandas sonoras, gran parte de la eficacia del cine comercial y de las series más populares desaparecería. 

 

Seguro que en estos momentos están recordando muchas series médicas que no hemos citado: The good doctor, House, New Amsterdam, MASH, The Knick, Doctor en Alaska, St Elsewhere, Médico de familia, Doctor Mateo, La doctora Quinn, Hospital Central. Y muchas más que vendrán, porque todas estas ficciones médicas, las buenas y las malas, las profundas y las frívolas, por más que ofrezcan drama y sufrimiento, o culebrón y efectismo, no dejan de exorcizar, como siempre hace la ficción, el temor a la enfermedad y a la muerte, esa fragilidad que nos acompaña siempre. 

 

  • Doctor en Alaska

 

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