La cantante catalana vuelve a Valencia con disco nuevo y ‘Entre cuerdas’, un repertorio que presentará el 5 de marzo en el Palau de les Arts
VALENCIA. Tras apenas un tono de llamada Sílvia Pérez Cruz responde al otro lado de la línea. Está en su coche en medio del bosque, “entrevista tras entrevista”, en plena confluencia de compromisos promocionales. Primero, los del estreno de su último disco, Domus, un disco creado a partir de la banda sonora de ‘Cerca De Tu Casa’, una película sobre los desahucios que ella misma protagoniza. Después, la previa de su visita valenciana al Palau de les Arts, donde presentará ‘Entre cuerdas’; será el próximo 5 de marzo en el Palau de les Arts, y responde con una respingo mezcla de respeto y responsabilidad sincera cuando conoce el aforo del Auditori.
Incluso con cientos de kilómetros de por medio y poca cobertura, la catalana suena cristalina al otro lado de la conversación. En todas sus intervenciones pone a prueba la condición infinita de la verdad; la regala en cada respuesta de la misma forma en la que la ofrece en sus canciones. Sílvia Pérez Cruz maneja con calma la sinceridad preclara de quien hace lo que quiere en cada momento: “¿qué hora es?”, pregunta cuando le suena una alarma, “acabo esta bien y las otras te las hago cortitas, que hago respuestas muy largas”. La cantante y multiinstrumentalista habla de la música, y de lo que no lo es, con la misma luz devastadora con la que canta: “que lo que yo haga esté funcionando en estos tiempos puede dar mucha esperanza”.
El disco surge a partir de grabar la banda sonora de ‘Cerca De Tu Casa’, donde además eres la protagonista… ¿Por qué decides que era algo con entidad propia más allá de la película?
La película es en formato musical, y el formato de la banda sonora es bastante de canción; eso ya me daba una pista de que podía ser disco. Cuando ya llevaba dos años o así trabajando en esto me di cuenta de que, en realidad, a pesar de que era un input externo, que no era como el de 11 De Novembre, al final lo pasaba por mi filtro y estaba haciendo el mismo proceso que en aquel disco, e incluso más; y al terminar vi clarísimo que todo el material que había estado produciendo podía ser el punto de partida para un disco. Ya sólo faltaba tratarlo como tal, así que al terminar la película me olvidé de las imágenes, cogí todo el material y empecé a convertirlo en disco en el sentido de alargar las canciones que duraban segundos hasta que tuvieran la medida de una canción, volví a grabar las voces que había hecho en directo,… Y luego, además, me lo volví a escuchar todo intentando quitarme las imágenes de la cabeza porque, claro, la imagen da información y cuando la quitas puede ser que a la música le falte o le sobre algo. Finalmente también cambié el orden; era una duda que tenía, pero el orden es súper importante, y le puse un orden completamente distinto a la película.
Has hablado de input externo. ¿Cómo se compone un disco de forma natural si viene, de alguna forma, marcado desde fuera?
En realidad lo tengo que hacer todo dentro de mí, pero claro, si el input viene de fuera tiene que haber un momento de traducción interna, de cómo explicar todo lo que me están diciendo para que sea yo. Empieza un poco antes el camino, pero en la composición al final trabajo desde los mismos sitios; tengo que sentirlo mucho, o de lo contrario no lo puedo hacer. Yo voy componiendo a mi ritmo, no tengo prisa, y con la película había un tiempo para hacer todo esto; de hecho, estuvimos tanto tiempo que ya habría terminado de manera natural. Me alegro de que fuera así porque era un proyecto muy difícil y arriesgado por la libertad que tenía para hacer lo que yo quisiera, y el hecho de tener más tiempo me permitió cocinarlo a fuego lento.
¿Al final, cuánto tiempo tardaste en considerar que el disco en estaba terminado?
La primera canción la compuse la Semana Santa de 2013, y el disco lo terminé en diciembre de 2015: fueron dos años y medio al final. Lo que me costó menos fueron las melodías; las letras, los arreglos, la mezcla y la producción han tenido mucho más curro. Igual la melodía es lo más impulsivo y emocional, y lo otro tiene más de juego y construcción, un poco de puzzle y matemática. Arreglar, mezclar y producir ha sido desde marzo hasta diciembre… Ha sido mucho curro.
¿Siempre compones así?
La melodía me sale rápido, pero no quiere decir que sea lo primero. Me tiene que salir como algo mágico. A veces empiezo con un acorde, o una palabra; en este caso, empecé mucho con textos de los guionistas. Yo creo que vi hasta once guiones diferentes. Buscábamos el sitio donde podía haber una canción y luego les pedía que me dijeran con palabras y conceptos lo que querían expresar; y de repente había una palabra que conectaba con todo mi imaginario, con algo mío. Cuando estoy bloqueada no fluye nada, tiene que ser súper natural y orgánico.
A nivel de letras he hecho mucho aprendizaje. En la otra experiencia me atreví a escribir, porque yo no soy letrista, y lo hice sobre emociones muy duras y verdaderas que estaba viviendo, como la muerte. Y aquí era un ejercicio para escribir y buscar diferentes maneras de explicar algo. Me ha costado bastante.
¿Cómo se busca dentro la inspiración para escribir sobre algo que en un principio, en contraposición a 11 De Novembre, no te toca en primera persona?
Eso fue una gran duda. Al principio, cuando me dijeron el tema de los desahucios, yo pensaba: “no le veo poesía por ningún sitio, sólo en la simbología de la casa, y no sé cómo enfrentarme a nivel poético a esta temática”. Entonces nos dimos cuenta de que lo que estaba explicando la película también era el viaje emocional de esas personas, a partir de un hecho muy claro que es que les quiten la casa, pero no se va hablando de política, digamos, se habla de lo que le pasa a esa gente. Al final me di cuenta de que de lo que estábamos tratando era emociones universales que yo ya había cantado muchas veces; la soledad, el fracaso, el desamor, la mentira,… Es el punto de traducción que decía antes, es un input externo, pero encontré algo que ya era mío, como cuando voy a cantar: “vale, he entendido esta emoción y ahora ya es mía”. Entonces ya era todo natural. Lo difícil es encontrar la puerta para llegar a que tú lo sientas de verdad.
También es cierto que yo hice un ejercicio en el que me planteé hacer una canción que fuera claramente crítica y directa, y que hablara de la mierda que se está viviendo, y salió ‘No Hay Tanto Pan’. Pensé: “haré una que tenga fuerza y ya está, no hace falta decir muchas cosas, tampoco puedo decir tantas, así que voy a poner lo que tengo claro”. En realidad lo importante es lo que le pasa a la gente, y en tres frases ya te has cargado a quien te tienes que cargar; son cuatro cosas, las de siempre, lo que hace el poder y el egoísmo. Estoy muy orgullosa de esa canción porque me costó muchísimo, pero encontré la manera de hablar de cosas a la cara y con imágenes bonitas. La frase “no hay tanto pan” me pareció muy bonita porque sin acabarla todo el mundo sabe cómo acaba, y además es súper lorquiana, y también el pan en la religión está muy presente… De repente, con pocas imágenes tocabas muchos puntos.
También hago referencia al gallo negro y al gallo rojo de Chicho Sánchez Ferlosio que, aparte de que es una canción que me acompaña desde hace muchísimos años, creo que es un referente de canción brutal que cuenta cosas muy importantes sobre las diferencias de poder y de forma atemporal, que han pasado siempre; y las cuenta de una manera muy simple y popular, y me gusta esa idea. Ahí hubo un trabajo bestial.
Hay otra canción que creo que es muy simbólica: ‘Sí Se Puede’, que en la película sale en los créditos. La película está ambientada en 2008, que es cuando empezaron los primeros desahucio, y la gente lo vivía como un fracaso personal, había mucha culpa; el gran viaje de esta película es cómo se transforma esa culpa individual, esas pequeñas soledades de uno, en lo que es un fracaso del sistema. Me gustaba que en los créditos se escuchara la voz de la gente, porque se han currado unas canciones brutales, muy bonitas, que hablan de verdad, y quería que esta realidad constara, y estuve escuchando muchas cosas y recortando trocitos para crear un pequeño discurso con un viaje dentro de la canción.
Ahora que hablamos de todo esto… ¿Cuál crees que es el papel, si es que crees que hay una necesidad real, del músico o el artista respecto a las crisis sociales?
El músico tiene que expresar lo que el quiera, como cualquier persona. A mí me gusta la música porque tiene verdad. Hay muchos discursos que se pueden dar, y se pueden enseñar valores muy distintos de muchas maneras; precisamente la música puede explicar cosas de una manera muy abstracta, pero también muy concreta. Es bonito e importante si tú quieres hacerlo. A mí, haber hecho ‘No Hay Tanto Pan’ me hace sentir súper tranquila, y a gusto artísticamente y a nivel de mensaje, pero la revolución que más llevo a cabo yo es emocional; a mí me interesa cantar desde una verdad. Que lo que yo haga esté funcionando en estos tiempos puede dar mucha esperanza.
Hay que soñar, hay que ser luchador y se pueden conseguir cosas: puedes ser un albino en una tribu negra y sobrevivir. Estamos cansados y hay mucha mentira, y es muy agotador y decepcionante, pero la gente aún detecta la verdad, y eso a mí me emociona y me pone. Mi intención siempre ha sido hacer lo que me sale natural: emocionarme y hacer que el otro se sienta vivo, ya sea para amar, enfadarse, ir a votar,… lo que sea, pero que estemos vivos. Me gusta que en este mundo tan individualista, en el que cada uno va a la suya, aún haya sitio para que en un concierto pueda ver a gente de diferentes edades y de tribus urbanas diferentes emocionarse por lo mismo; hay algo que nos une, y yo estoy intentando quitarle el polvo a esta emoción que vamos perdiendo, y suerte tengo también del escenario porque sino tampoco entendería nada.
Lo importante es que la gente esté despierta, y piense y sienta por sí misma, y a partir de ahí pueden cambiar muchas cosas. A mí lo que me gustaría en general es que el artista hiciera verdades. Lo que me molesta es la mentira, la prisa, los pisotones,… pero si alguien tiene un mensaje concreto, de puta madre, porque es muy distinto decirle a alguien “te roban y te gritan” hablando que cantando; la música es tan bestia que se cuela y te emociona aunque no quieras. Y además no te pueden responder, te tienen que escuchar. Pero claro, no es obligatorio, cada músico que haga lo que quiera.
Mi sensación es que existe una carencia de hablar de cosas de verdad. Por el contrario, me sobra tanta evasión.
Pero, ¿qué es la verdad? Yo creo que hay mucha mentira en general, no sólo en la música. A mí me deprime tanta mentira, y estoy reivindicando la verdad, o la sinceridad, porque la verdad absoluta no existe; sin tanta fachada, tanto aparentar, tanto discurso,… Me pone muy nerviosa el discurso. Pero lo abstracto puede ser verdad. La evasión puede ser verdad.
Es verdad, pero mi impresión es que la música es evasiva porque refleja una sociedad pasiva.
Tú dices que la música es un reflejo de lo que pasa, no que lo que pasa es porque no hay unos músicos que… ¿no?
Exacto.
Sí. A mí eso me preocupa mucho. El otro día estaba en Buenos Aires y pensaba: “qué bien, que lo tienen tan incorporado, el expresar su fuerza”. Aquí además olvidamos muy rápido, y no reaccionamos contra cosas muy graves, pero creo que es por saturación, porque ya te han dado por todos lados y no tienes tiempo de respirar. Hay tanta saturación que ya no hay reacción, hay que recuperar la voz para quejarse porque es muy peligroso. No sé cómo se puede… La saturación es la saturación.
Y vas a venir a Valencia en 10 días, la sublimación de la saturación.
Ya, ya. Yo me acuerdo, cuando fui a Valencia la última vez, que notaba a la gente con ganas, ellos mismos me lo decían... Era un concierto como de agua fresca, de algo más allá de la música; simbolizaba cierta libertad. Fue emocionante ver eso en la gente. Qué tristeza que te corten eso.
Volviendo al disco… Has mencionado que no te gusta la prisa. Este es tu segundo disco contigo como único referente, y da la sensación de que es la culminación de un proceso de aprendizaje en el que nunca has tenido demasiada prisa.
Yo tengo cero prisa artísticamente. No hay que llegar a ningún sitio, esto no tiene fin. A mí me gusta ir descubriendo qué es lo que puedo ir haciendo en cada momento. En 11 De Novembre había hecho los arreglos y todo también, pero pensaba que era bonito que hubiera alguien desde fuera, pero respetando mi visión. Era la primera vez que me metía tanto en mi imaginario y necesitaba que alguien me viera desde fuera, y estuvo Raül (Fernández), y fue increíble. Ese momento es un gran nacimiento. Luego Granada lo hicimos como 50% también.
Entonces se acaba la etapa de Raül y la vida me trae esto. No era algo que yo tuviera meditado, pero ya había producido, aunque fuera a cuatro manos, y esto es lo mismo que había hecho, pero sola; la sensación nueva ha sido la soledad y la libertad, pero no era buscado. No es que quiera hacer mil cosas ni quiera demostrar nada, voy haciendo lo que creo que en ese momento me apetece o siento la necesidad de hacer. Lo de producir es muy divertido; es cansado, pero es como un juego en el que puedes hacer mucha magia.
Cuando ya has hecho otras cosas, te las has sacado de encima. Yo ya me había sacado lo de la composición, los arreglos y todo ese trabajo de estos años de reivindicar la interpretación como algo creativo, universal y sin barreras, sin estilos. Haber hecho todos estos discos antes te da una tranquilidad para afrontar de forma diferente este disco. También eran circunstancias de la vida: yo estaba muy hecha polvo al principio de este disco, y ha sido un acto de reconstruir mi casa. En Domus pongo al final “reconstruiremos la casa tantas veces como haga falta”, y para mí también simboliza eso: volver a empezar, encontrarte con tus miedos e ir aprendiendo y tirando hacia delante, y lo he terminado y estoy muy contenta.
Esa reconstrucción está presente en Domus, en esa dicotomía entre reflejar lo difícil de la situación (‘De Frente’, ‘No Hay Tanto Pan’) y la esperanza de afrontar la reconstrucción (‘Verde’, ‘Ai, ai, ai’). Incluso con voces infantiles.
Siempre. Siempre. Yo siempre canto y escribo desde aquí. Cantamos canciones tristes para ser felices, y hablo de las penas con humor, con esperanza, riendo de uno mismo. Siempre hay eso. Ya en 11 De Novembre hablaba de la muerte de mi padre, pero puse su fecha de nacimiento en el título, y significaba renacer. En esta película también se quiere dar algo de esperanza, y por eso se habla de la parte humana.
En el disco, ‘Verde’ tiene las dos caras a la vez. ‘Ai, ai, ai’ es una canción que nace después: tenía escrita una canción de la que no se consiguieron los derechos, y tuve que componer una encima del ritmo que había, y nació una cosa diferente; y como en ese momento la niña de la película estaba bailando pensé en hacer una canción desde ella, más alegre. Pero bueno, ese mensaje yo siempre lo tengo, claro que sí. Sí o sí. Si pierdes ese hilito de luz cuesta más tirar para adelante.
Hablando de la película… ¿Existe un hilo conductor entre el desempeño de la interpretación como actriz y como cantante?
Lo de actuar era algo que no quería hacer nunca; ni había hecho nada, aunque algunos dicen que sí. Tengo muchos amigos actores, he hablado mil veces con ellos de qué coño es actuar y no entendía nada. Me alegro mucho de haberlo hecho: al igual que dudé muchísimo, lo he disfrutado. No entiendo muy bien tampoco de qué trata aún la interpretación, pero sí te puedo decir que hay cosas que conectan: hay palabras, hay emociones, hay silencios y hay que escuchar al otro. Y hay que ser generoso, como en la vida. Pero no hay música, y para mí la música es la magia, y por eso tenía muchas dudas de cómo me conectaría yo sin música.
Yo no me siento interpretando cuando canto. Simplemente me desplazo un poco; es como si volara un poco y hablara desde mí de los valores de siempre, de lo que yo pienso de las cosas, y hablo de las penas y las alegrías de todos. Soy Sílvia. Soy más Sílvia que nunca. A mí lo que me sirvió fue pensar que no interpretaba a una persona, representaba a un colectivo de personas que estaban viviendo algo, y eso le dio sentido a lo que hacía. Yo no tengo recursos de actriz, entonces no sabía ni siquiera detectar si lo hacía bien o mal. Mi objetivo era estar.
Sin embargo, el concierto de Valencia no es presentación de disco...
No, a Valencia vengo con un proyecto de cuerdas que se llama ‘Entre cuerdas’, que es con un quinteto de cuerdas que también toca en el disco. En las presentaciones del disco que haremos tocarán también porque son los músicos con los que estoy investigando últimamente, y es la manera más bonita y natural de que todos los arreglos que he hecho en el disco queden unificados en una sonoridad. Pero en Valencia lo que hacemos es ‘Entre cuerdas’, un proyecto que nace hace dos años a partir de un encargo del Auditorio Nacional de Madrid para un ciclo de clásica en el que querían artistas de otros estilos. Es un repertorio de canciones que para mí son súper familiares, para tener un punto de referencia inamovible e investigar más con la sonoridad del quinteto.
Con las cuerdas estamos en un punto muy bonito. Al final, yo no hago música para algunos, la hago para todos, para compartirla y para emocionar; la gente no tiene que venir a pensar, tiene que venir a sentir. Aunque sean músicos clásicos, al final son canciones, historias para la gente. Como llevamos bastante tiempo tocando ya estamos empezando a tocar de memoria, sin partitura, y están pasando cosas muy bonitas, de interacción entre nosotros, de cómo escuchamos, cómo la emoción sale de otra manera; el atril, quieras o no, es una barrera. No sé si haremos algún tema de Domus, igual hacemos alguno, pero en principio el repertorio son algunas canciones mías anteriores y versiones con las que me siento como en casa.