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el interior de las cosas / OPINIÓN

Singin' in the Rain

29/05/2023 - 

Ayer votamos. En Castelló, en mi colegio electoral del Instituto Ribalta, desde la apertura de las cinco mesas, a las 09h, no cesó el voto masivo e ininterrumpido durante toda la mañana. Una destacada participación bajo la lluvia, cantando y bailando bajo la lluvia, porque se trata, precisamente, de la alegría, orgullo y responsabilidad de ejercer un derecho prohibido en los largos años de la dictadura. Votamos por nosotras, nosotros y por todas aquellas personas que no lo pudieron hacer.

Mi vecina votó a primera hora. Ella, chubasquero, paraguas y andador. Llegó al colegio electoral antes de las 10h, siendo recibida por una especie de comité de bienvenida vestido de azul de varias apoderadas del PP que ejercían de ‘acomodadoras’ a todo aquel que accediera al centro electoral, sobre todo si eran personas mayores. Mi vecina se molestó, porque ella se vale por sí misma y porque le pareció una intimidación que no debería permitirse.

La continúa participación ciudadana subía la moral y, además, porque quienes representaban a la derecha y su ultraderecha, con sus banderas de España como si fueran exclusivas -y no permitidas en muchos colegios electorales-, no hacían buena cara.

Una jornada electoral de excelencia, como todas, porque para quienes creemos en este sistema votar es bello y libre. Pero otras y otros rechazan el gran valor de la democracia, este sistema que ensucian constantemente, que manosean y devalúan, porque para ellas y ellos el poder del sistema les viene de cuna y les pertenece.

Foto: Anne-Laure House

Mientras escribo desconozco, lógicamente, el resultado de estas elecciones municipales y autonómicas. Mis deseos se centran en que sigan gobernando los partidos progresistas de izquierda. Porque no podemos perder los derechos y libertades conquistadas. Ha costado muchos esfuerzos lograr que disfrutemos de un salario mínimo digno, de unas pensiones dignas, de unas ayudas sociales dignas, de una ley de la vivienda, de avances en los derechos de las mujeres, de unas prestaciones sociales y sanitarias dignas, de una sanidad pública… de la recuperación reputacional de Castelló y de la Comunitat Valenciana.

Hoy, en Castelló, somos una ciudad y un territorio de honestidad y dignidad. Y es muy importante, porque se ha sufrido demasiado tiempo de ignominia institucional. Nadie daba nada por Castelló. Hoy, sin embargo, hay empresas interesadas en invertir en una ciudad que, por fin, ha puesto en marcha un Plan General de Urbanismo de curso legal. En todos los años de gobierno del PP no fue posible. Hoy, por fin, es posible.

Sigo escribiendo sin conocer el resultado de las elecciones municipales y autonómicas. Pero sí que puedo hablar de la suciedad de esta campaña, del pseudo periodismo, -que no es periodismo- y de quienes hablan en voz de medios de comunicación que no lo son, que se dedican al tráfico y mercadeo de bulos. Ha sido una campaña durísima. Nunca conocí tantas agresiones verbales y hasta físicas. Y todas procedentes de la derecha y su ultraderecha. Vaya, y de otras rutas alternativas que se definen progresistas y qué duelen en el alma. Ha pasado en Castelló y, jodidamente, en Morella, mi pueblo.

Tras votar, he quedado a comer con mi vecina. Bajo la lluvia nos hemos dedicado un gazpacho manchego, y un caldo con dos pilotes de Nadal que aún tenía congeladas. Son las mejores porque son de Palmira, que estimo mucho y que guarda las mejores recetas de la cocina celestial morellana.

Foto: Marcella Giulia Pace
Bueno, el gazpacho manchego, -ya saben-, es un manjar de sabores y de aromas. Hemos gozado con este plato. Y, también, con el pequeño cuenco de cerámica con el caldo y las últimas pelotas morellanas ha sido el homenaje a esas mujeres como Elodia, Aure y Palmira que cocinan las emociones de un pueblo. Y sus sueños.

Para nosotras votar es lo mismo qué comer y sentir la identidad de un pueblo y su bondad.

Si hay algo importante en esta jornada electoral es sentir con empatía la actividad ciudadana. Y respetarla. Mi vecina tiene dolores emocionales y ha querido combatirlos. Piensa en el gran daño que la derecha hizo a su familia desde el ordeno y mando de Carlos Fabra. Y, piensa que, hoy, aún, se sigue aplicando aquella coacción. Y sigue asustada.

Mi vecina está feliz de lo votado. Feliz porque ha sido capaz de romper las cadenas que atraparon a su familia. Y feliz porque nuestros chupitos de absenta de Xert nos han sabido a gloria.

Foto: Danielle Clough


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