Un riesgo elevado, pero un futuro prometedor. Las grandes familias de la Comunitat Valenciana han iniciado el desembarco en la inversión de proyectos innovadores de reciente creación. ¿Moda pasajera?
VALENCIA.— Buscar inversión para una empresa incipiente (startup) sigue siendo un reto para muchos emprendedores, y con el paso del tiempo se van incrementando las posibilidades gracias al mayor conocimiento de este modelo de compañía y la apertura del ecosistema al resto de la sociedad. Entre las alternativas que se ponen sobre la mesa para encontrar financiación se ha abierto la baraja de los family offices, empresas que gestionan el patrimonio de una o varias familias acometiendo inversiones para seguir rentabilizándolo. Acceder a ellos puede no ser fácil ya que se mueven más bien por contactos y, por regla general, no suelen invertir en startups, aunque son épocas de cambio.
La Comunitat es un lugar donde rascar para buscar este tipo de financiación por la presencia de grandes familias involucradas en el mundo empresarial. En el último año, uno de los family offices más conocidos se ha dejado seducir por estas inversiones. «El foco de la división empresarial del Grupo Zriser es la inversión en compañías industriales consolidadas y con potencial de crecimiento. No obstante, hace unos años, y a raíz del desarrollo de un ecosistema emprendedor muy dinámico en Valencia, nos empezaron a llegar multitud de proyectos en fases muy tempranas que, pese a que no encajaban en nuestra filosofía de inversión, nos resultaban interesantes», explica su presidente, Pablo Serratosa. De las siete inversiones que han realizado en este tipo de compañías, actualmente tienen en cartera Agroterra, Tallerator, Mr.Jeff, Groopify y Timp, si bien es cierto que, debido al alto nivel de riesgo, supone un porcentaje muy pequeño dentro de su cartera.
Raúl Aznar, fundador de Aznar Patrimonio, ya es veterano en la inversión en startups, algo que inició en 2005 con proyectos fallidos en temáticas como la funeraria, los inhibidores para teléfonos móviles y los aerotaxis, pero también en otros exitosos como PeerTransfer. Este family office ya ha invertido más de un millón de euros y mantiene en cartera startups como Tagloo o Clay Animation.
Aznar reconoce que en los últimos cinco años, con los tipos de interés tan bajos y la bolsa dando rendimientos con unos vaivenes considerables que no son habituales, los family offices están incrementando sus posiciones inversoras en activos alternativos. «Antes se dedicaba un 20-30% del patrimonio a la cartera financiera. La evolución fue, poco a poco, ampliar con el inmobiliario y a partir de ahí entraron a inversión alternativa, financiando proyectos vía préstamos participativos, por ejemplo. Hemos ido complicando las inversiones y evolucionando junto al mercado», explica.
Aunque admite que existe la búsqueda de rentabilidad en las inversiones en startups, Aznar también destaca una motivación clara de impulso a la economía, al cambio de modelo económico, a la creación de empleo y de acompañar a los emprendedores. «Hay una faceta que le gusta mucho al family office, que es la más altruista y participativa con proyectos de la región y que tiene un componente innovador, social y de riqueza para el lugar», apunta. «Como family office hemos tenido más fracasos que éxitos en las inversiones en startups, pero el componente altruista de la contribución a un ecosistema emprendedor e inversor en Valencia ciudad está funcionando a las mil maravillas», asegura.
Por su parte, Serratosa también destaca la voluntad de apoyar a emprendedores que generen riqueza para el entorno, algo que les llevó a tomar la decisión de empezar a analizar e invertir en este tipo de proyectos. El ticket medio de un family office suele ser similar al de un business angel, y cada vez más se decantan por la coinversión. Otras familias, como los Gómez-Trenor, han entrado en vehículos de inversión como Sinensis, el capital de riesgo de la aceleradora valenciana Business Booster.
Si Aznar destacara alguna ventaja del family office sobre el business angel sería el estar ligeramente más profesionalizado que un inversor particular. «Para seleccionar la startup se hace un análisis del riesgo y hay una profesionalización al decidir qué invertir y cuánto, además de que suele tener más pulmón financiero que un individuo solo y puede poner a disposición todos sus contactos». Serratosa reconoce beneficios respecto al fondo, y es que su estructura les permite tomar las decisiones de una forma más rápida y tener más capacidad de adaptación al mercado.
En 2005, cuando Aznar Patrimonio empezó a invertir, los tickets eran altos, de 250.000 euros. Ahora la cantidad se ha rebajado considerablemente y se apuesta por la coinversión. El ticket medio inicial de Grupo Zriser está entre 50.000 y 100.000 euros, con capacidad de acompañamiento de hasta 150.000 euros por proyecto. Mientras que en las empresas tradicionales la política de inversión de muchos family offices es tomar participaciones mayoritarias y tener un rol activo en la gestión, en el caso de las startups suelen tomar participaciones muy minoritarias.
«Nos adaptamos a las demandas de los fundadores y les apoyamos en aquello que nos solicitan, pero dándoles un mayor grado de autonomía», explica Serratosa. El presidente de Zriser señala que el principal inconveniente, sin duda, es el nivel de riesgo que se asume cuando se invierte en un proyecto de este tipo. «Hay que hacerlo siendo plenamente consciente de que es muy probable que de cada diez sólo salga bien uno o dos, y algunas veces incluso menos».
La inversión en startups también llega cuando las nuevas generaciones aterrizan en los family offices. Es el caso de Aitor Sancho, responsable financiero de la patrimonial familiar Sensu Invest a sus 28 años. «Mi familia tenía una empresa que generaba ahorros pero no sabían de inversiones», explica Sancho. Al principio optaba por el bursátil o el inmobiliario en Berlín, y poco a poco se adentró en el mundo tecnológico invirtiendo en Entrenar.me, al ser el CEO amigo suyo. A partir de ahí, decidió invertir en Demium y desde ese momento toda su inversión está muy vinculada a la incubadora.
Con Sensu Invest han invertido en alrededor de una docena de startups. Sancho, al participar en la gestión de Demium, trata de involucrar a numerosos family offices en la inversión en startups. «Me he reunido a través de Demium con muchos family offices y cuesta», asegura. Entre las preocupaciones, la falta de liquidez al tener que permanecer la inversión varios años, o las valoraciones de las empresas a pesar de no tener activos. «No están acostumbrados». Sin embargo, tiene claro que el cambio generacional va a ser muy importante.
Pero ¿están mirando las startups a los family offices? «Los tienen visualizados como una fuente de financiación pero no saben cómo llegar a ellos. No hay eventos para identificarlos como con los business angels», asegura Sancho.
Fernando Ibáñez, de Ética Patrimonios, apunta al interés en las startups de los clientes que depositan en manos de este gestor de patrimonios sus inversiones. «Hay modas, nosotros llevamos muchos años invirtiendo en proyectos nuevos y nos sorprende ahora la moda que existe con las startups, algo que para mí es un concepto hueco que no significa nada», explica. «Es una sociedad que está en su fase inicial pero no hace referencia al sector, ni al equipo ni a la orientación. Como tenemos este cuño, todo el mundo quiere invertir en startups».
Los motivos son varios, como que en ocasiones piensan que van a ganar dinero de una forma rápida, cegados por éxitos como Uber o AirBnB; otros, por afán de modernidad. «Si lo haces sin tener la experiencia inversora, la probabilidad de equivocarte es del 99%», asegura. «Entre nuestros clientes hay quien se enamora de un proyecto y quiere invertir pero nosotros lo analizamos y muchas veces tenemos que rechazarlo», explica Ibáñez.
Luego existe el caso de que los inversores les piden invertir en determinado sector, donde hacen una labor de búsqueda y selección. «Las grandes familias, hasta ahora, estaban invirtiendo en entornos industriales. Pero se están dando cuenta del carácter que está cogiendo la parte innovadora, de que hay sectores muy atractivos, y empresas tecnológicas que están metiéndose en sectores que bordean donde ellos estaban trabajando», explica Raúl Aznar. Por ejemplo, agrobusiness, energías renovables o fintech.
«Para los family office que trabajamos habremos invertido en ese periodo, de 2007 a 2012, en unas 18 sociedades de ese perfil», explica Ibáñez. ¿En qué sectores? Desde el medio ambiente a juegos online o domótica. Entre sus inversiones se encuentra la compañía valenciana Open Finance, que fue comprada por Bolsas y Mercados. Con estas incursiones cogiendo fuerza, ¿empezarán a reunirse los family offices para darse a conocer a los emprendedores?
*Este artículo se publicó originalmente en el nº 24 de la revista Plaza (X/2016)