Seguramente usted opine como la mayoría, el Gobierno nos vuelve a subir los impuestos ante la imposibilidad de luchar contra el déficit y, al final, siempre pagamos los mismos, y es que se anuncia una nueva subida de impuestos y de los que pican como son el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) y el Impuesto sobre Sociedades (IS).
Mientras en países miembros de la OCDE como Francia, Estados Unidos o Argentina se han introducido reformas para apoyar la inversión mediante la reducción de los impuestos, tanto empresariales como personales, en España nos encontramos con un panorama distinto, la subida del IRPF y del IS, entre otros.
¿Y qué es lo que se avecina en los citados impuestos? Pues, básicamente, una subida en la tributación del IRPF de aquellos contribuyentes con una renta anual que supere los 140.000 euros, que afectará a unos 90.788 contribuyentes y una modificación en el IS con el objetivo de que el tipo efectivo, para las grandes empresas, quede fijado en un mínimo del 15%.
Se le olvida a nuestros gobernantes que la última subida del IRPF, que llevó a cabo el anterior Gobierno en 2012, produjo un claro efecto fuga de los principales contribuyentes de España que se ha cifrado, por la estadística de declarantes de la Agencia Tributaria, en un 13% de los mismos en el tramo superior a los 150.000 euros, en concreto 8.969 grandes declarantes desaparecidos.
No olvidemos que el incremento de impuestos, tanto en el IRPF como en el IS, conlleva un aumento en el fraude y perjudica la actividad económica, ya se sabe; menos renta disponible para los consumidores igual a menos gasto y menos inversiones, lo que supone menos actividad económica y menos empleo, y la rueda sigue girando. Francia es un claro ejemplo de que corregir es de sabios, pues, en su día, ya retiró el denominado “impuestazo a los ricos” alertado por una posible deslocalización generalizada de los grandes contribuyentes.
En el otro lado de la moneda, y sin ser digno de mi devoción, Donald J. Trump redujo drásticamente los impuestos con su llegada al poder, los efectos a corto plazo han sido el aumento significativo de las ganancias de las empresas que cotizan en la bolsa americana y la creación de 2,4 millones de empleos, asimismo más de 3 millones de trabajadores han visto incrementado su sueldo.
En cualquier caso, hay que poner sobre la mesa que no es sencillo determinar el impacto de las reformas fiscales en la economía de un país, y menos a largo plazo. Sirva como ejemplo que, más de 30 años después, los economistas estadounidenses aún están debatiendo sobre el impacto de las políticas fiscales de Ronald Reagan de 1986.
Desde mi modesta opinión, deberían centrar los esfuerzos en otros asuntos fiscales de mayor interés y relevancia para la opinión pública como son la necesaria y apremiante armonización, o incluso eliminación, del Impuestos sobre Sucesiones y Donaciones o el refuerzo en las medidas para la persecución de aquellas grandes corporaciones como Amazon, Starbucks o Google, entre otras, que con sus estrategias fiscales consiguen no pagar impuestos o hacerlo en cantidades mínimas, sin olvidar un mayor control del fraude tributario.
Pero esto es otro capítulo y como bien decía Baltasar Gracián: “no apasionarse es la forma más inteligente de ahorrar disgustos”.
Vicente Graullera es presidente de la Sección de Derecho Tributario del ICAV y Socio de PML Abogados, Grupo Asesor