Susana Salvador aprendió a cocinar junto a su suegra, Nieves, un año antes de que la segunda generación de este santuario que es el bar Ricardo diera paso a la tercera. Antes estudió optimetría y estuvo trabajando en una óptica cuando, junto su marido Richard, tomaron el timón de la nave perpetuando el mito de esa barra y esas bravas que todo lo curan. Desde la discreción, Susana continúa, 22 años después, al mando de una cocina de la que solo salen alegrías y sin la que no se entiende la historia de esta ciudad.  

Corría el año 1947 cuando la calle Dr. Zamenhoff asistía al nacimiento del que iba a ser uno de los más grandes bares de toda la ciudad de València.