Enki Bilal, la ejemplaridad del paso de la viñeta de cómic al marco del Louvre
Le impulsó a contar historias ver que la sociedad francesa era un remanso de paz al lado del Belgrado de posguerra en el que había nacido y del que se marchó con su familia. Hijo de partisanos, si algo le obsesionó en sus creaciones fue expresar la contraposición de las dictaduras totalitarias del siglo XX con sus avances tecnológicos, el futurismo y la falta de felicidad análogas a esta serie de cambios contradictorios. Esa huella artística tuvo tanto calado que pudo pasar de los cómics a dirigir películas y alcanzar el millón de euros vendiendo originales en casas de subastas. Una prueba de la vigencia e importancia del arte de la viñeta