El prestigio de una Universidad se mide por la excelencia de sus Catedráticos, profesores, alumnos y sus programas de estudios. Cuando las familias con gran esfuerzo procuran que sus hijos se preparen con el acceso a grados y másteres están buscando esa excelencia que suponga en un futuro, mayores posibilidades laborales para los egresados.
Y no lo hemos visto todo. Nos estamos acostumbrando a consumir información sin solución de continuidad. De tanto que pasa, que nos pasa, va a llegar un momento en que todo fluya sin que nos importe. Es un espectáculo que presenciamos no sé si sorprendidos, arrobados o en el peor de los casos hastiados.
Si en España existiera un marco financiero plurianual evitaríamos la actual parálisis y la dificultad para aprobar las cuentas públicas
Nos hemos acostumbrado a vivir en un déjà vu permanente en la cuestión de Cataluña. Otra vez el Parlament nos ha dado un ejemplo de cómo convertir la actividad política, necesaria para los ciudadanos, en un auténtico bochorno. De tanto marear la perdiz se resta contenido a lo que se dilucida y acaba siendo un sainete castizo o un minué francés.
Hace falta ser caradura o creerse su propio personaje. El ex tesorero del PP, el ínclito Luis Bárcenas se jacta en sus ya múltiples comparecencias, como testigo o acusado, de sus actividades al frente de las finanzas populares. Ya sea ante el juez, el Congreso o Les Corts, Bárcenas dice que no sabía, que no conocía, que no hacía, aunque si estaba en algunas reuniones decisivas… En fin; todo un personaje.
La cobardía nunca es buena compañera, quizá en momentos donde uno siente el peligro en el cogote sea una reacción humana y entendible, pero cuando depende de ti el futuro de una nación, hay que mantener la dignidad y la fortaleza de espíritu.
El lío catalán supondrá, a medio plazo, el certificado de defunción política de Mariano Rajoy. El fracaso de su partido en el Principado, tras una calamitosa gestión de la crisis forzada por los independentistas, se extenderá al resto del país. Tiene pie y medio en la historia. Si tuviera sentido común o una brizna de patriotismo, convocaría elecciones
2017 es un año que no cierra nada. Al contrario deja abierto todo para 2018. No se vislumbra solución a corto plazo para Cataluña, no se ha puesto en marcha la financiación autonómica, no están cerrados los presupuestos nacionales y para remate seguiremos pendientes de la agenda judicial que en muchos momentos marcará la actividad política.
Poner en duda el Estado de Derecho o la democracia en nuestro país es simplificar las cosas. La separación de poderes existe. Las decisiones judiciales dan garantías a los ciudadanos de que se defienden sus derechos y de que se les protege. Es una ligereza cuestionar la democracia.
Hemos llegado casi al punto de no retorno. A pesar de todo el tiempo se está mostrando más flexible de lo que parece. En pleno vértigo por lo que pueda ocurrir una vez que se ponga en marcha el 155, hay quien ve la botella medio vacía o medio llena