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EL MURO / OPINIÓN

También somos neoyorkinos

Menuda le han montado a Santiago Calatrava. Ha sido abrir el 'Oculus' del World Trade Center y The New York Times se ha puesto como una fiera. Le critican el desfase económico y el exceso constructivo. Si antes hubieran preguntado. Y eso que allí no cotizan el 21% de IVA, ni conocen a Montoro

10/04/2016 - 

Andan enfadados los neoyorkinos por el recientemente abierto intercambiador de Wall Street, obra del arquitecto valenciano Santiago Calatrava, y bautizado como 'Oculus'. Hasta el extremo de que ni siquiera han querido celebrar una gran inauguración oficial. Entiendo el aspecto sentimental. En la Zona Cero hay poco que celebrar, pero la reacción ha sido contundente. Y suerte que el toro de la zona económica está bien anclado.

El diario The New York Times se rebela muy cabreado, como hacía patente hace unos días en un artículo. Llama a su obra/encargo/proyecto “Calatravasaurio”, “épica del despilfarro” y hasta “disparatado símbolo del exceso”. Le pega un varapalo por su elevado coste. Lo del “Calatravasaurio” se comprende, porque la arquitectura del de Benimamet no hace sino reproducir conceptualmente esqueletos de animales, y lo del exceso, también. Sólo hay que darse una vuelta por el cauce del Turia para comprenderlo en toda su extensión y amontonamiento. Sólo le falta un circuito de karting para ser totalmente completo.

El proyecto de Wall Street ha tenido un importante retraso. Además, si su presupuesto inicial fue de 2.200 millones, eal final ha salido por 3.600

Se ve que los neoyorkinos, antes del encargo, no se dieron una vuelta por Europa para saber que lo que ellos deberían llamar desfase económico debido a las circunstancias constructivas es algo normal no sólo en su trabajo sino en toda arquitectura denominada del espectáculo. Según recuerdan, el proyecto de Wall Street fue presentado en 2004 y ha tenido un importante retraso. Además, si su presupuesto inicial fue de 2.200 millones de dólares, el Oculus les ha salido por 3.600. 

Repito: si antes hubieran preguntado lo habrían entendido. El Puente del 9 de Octubre debía de tener unas láminas de agua que no existen; el Ágora se disparó y está inacabada. Su presupuesto se disparató -95 millones para inicialmente ser justificado como sede de la entrega de la Copa del América, según deseos del Emperador Camps y su séquito-; el Palau de les Arts -350 millones de euros del ala, que se sepa- vio como caía el trencadís de sus cubiertas en apenas unos años de vida o se descalabraba su estructura hidráulica- y los sobrecoste fueron un quieto no te muevas. Los laterales adjuntos al coliseo operístico, proyectadas para alquilar a firmas de lujo, las mismas que han salido corriendo de la denominada Milla de  Oro, costaron 60 millones de euros cuando Berklee, que es quien los ocupa ahora, paga un alquiler de renta antigua. Que cada cual asuma su responsabilidad.  

Según el NYT el “Oculus” es de vital importancia como tal ya que conecta 11 líneas de metro, los trenes de cercanías del PATH, la terminal de ferris de Battery Park, el Memorial Center y la One World Trade Center, dos de los principales atractivos turísticos de la ciudad, así como las Torres 3 y 4, y en un futuro la Torre 2, además del centro Brookfield Place. Además, según recuerda la propia Autoridad Portuaria, es la mayor red de conexiones subterráneas peatonales en la ciudad de Nueva York. Nadie duda de su belleza. Por lo que ha costado ya puede ser bonito y sobre todo  espectacular. Seguro. ¿Pero era necesaria tan gran infraestructura?, se preguntan algunos al tiempo que recuerdan que es un ejemplo más de una absoluta megalomanía que debe recordar un espacio marcado históricamente por la barbarie y la desgracia.

Para el crítico Michael Kimmelman la arquitectura de Calatrava es un "despilfarro épico". Lo afirma refiriéndose a la “estructura de paredes curvas y acero acanalado que se eleva 160 pies”. Según las redes sociales y los usuarios, el complejo ya presenta grietas y goteras. Pero aún así, han sido excesivamente críticos o valientes para estos tiempos que corren por el espacio informativo. Un periódico como el NYT que sale en estampida no sé si será recriminado o denunciado, -hay que recordar el enfrentamiento con EU por su web “Calatrava te la clava”- pero cuando lo cuenta con tanta indignación da que pensar. Y mira que la estación de Zurich es fantástica y modesta.

No podemos dudar de la capacidad de Calatrava para diseñar grandes proyectos de ingeniería. Aunque nunca haya podido ejecutar la conclusión de San Juan El Divino en la misma metrópolis y cuya maqueta recibe a los visitantes de la catedral a las puertas de Harlem. Pero eso tiene la arquitectura de autor. Nadie duda que “Oculus” en el futuro sea en un símbolo. Lo será para las nuevas generaciones, pero para las actuales es un quebradero de cabeza sabiendo cómo está la economía mundial. 

Jugosos detalles

Dos anécdotas al respecto. Un conseller de la Generalitat Valenciana me contó un día que aún sin empezar apenas a construirse el Palau de Les Arts se fue a visitar al arquitecto a su casa de Suiza. Salió de ella sin una idea clara, pero cargado con un book de dibujos y acuarelas regalo del autor. Similares ilustraciones de toros, torsos y cuerpos cargó como decoración del edificio aunque no se sabe si por encargo o decisión personal.

Contaba una exconcejala del Ayuntamiento de Valencia que durante una reunión de “expertos” y técnicos convocada para centrar el mismo proyecto se apresuró a observarle que el edificio diseñado lo entendía excesivo para una ciudad como la nuestra, más aún cuando se trataba de un proyecto arquitectónico en el que se primaba la forma pero no quedaba tan atendido el fondo, su utilidad real. Según ella, la respuesta del arquitecto fue una pregunta: ¿Tú nunca fuiste de pequeña a un aeropuerto para que te hicieran fotografías de recuerdo? Estaba claro el objetivo, pues. 

Los estadounidenses deberían de haber sabido antes que el Palau de les Arts, por ejemplo, iba a tener un auditorio al aire libre que terminó siendo cubierto y que las modificaciones se hacían sobre la marcha

Los norteamericanos deberían de haber sabido antes que el Palau de les Arts, por ejemplo, iba a tener un auditorio al aire libre que sobre las modificaciones constantes terminó siendo cubierto y al que le cambiaron toda la madera de su interior por problemas de acústica. O que las modificaciones del proyecto se hacían sobre la marcha, como fue el asunto de ampliar el foso por recomendación de Zubin Mehta ya que no cabía una gran orquesta, y que los laterales de los pisos de la sala principal tenían todos ellos problemas de visibilidad y hubo que modificarlos una vez ya inaugurado el complejo. La culpa definitiva puede que no sea sólo de él, pero sí de un equipo técnico que quizás no vigiló bien de cerca o dejó de hacerlo y de una clase dirigente consentidora a la que sólo le preocupaba figurar costara lo que costara.

Es tarde para protestar o quejarse, aunque algunos llevamos años apuntando sinrazones. Pero se trataba de haberlo hecho mirar en su momento, cuando nadie atendía. Ahora pagamos cerca de cuatro millones de euros anuales de mantenimiento en un Les Arts que pocos saben todavía cómo sacarle toda su verdadera rentabilidad social. Y suerte para la Generalitat que el complejo diseñado en Castelló quedara aparcado. No quiero imaginar el chorro económico anual para la ciudad de La Plana.

Aún así, lo importante, ya que el despilfarro del que hablan y como apuntan lo van a pagar ellos, y acogiéndonos a la Ley de Símbolos, es imaginar que ya tenemos bien situados en NYC a varios valencianos. Por un  lado a Sorolla,  gracias a la inversión  que realizó Bancaixa restaurando el edificio de la Hispanic Society a precio de escándalo por la cesión temporal de la serie “Visiones de España”, viaje de lujo de José Luis Olivas incluido. Allí vive Manolo Valdés, la referencia artística de la que se apropió la derecha con el consentimiento del artista. Las esculturas monumentales de Anfreu Alfaro marcan presencia en un edifico del Banco Santander en la Gran Manzana. Y como no, a Calatrava. Orgullo patrio por todos ellos y que al exconselller de Gobernación Luis Santamaria se le escapó incluir en su norma.

Pero yo me quedo con Guastavino. Para qué negarlo. Es un placer local. Y no distorsiona ni hace ruído. Guastavino, valenciano del XIX, creó la bóveda de ladrillo plano y diseño un nuevo sistema constructivo que se mantiene intacto con el paso del tiempo en los sótanos de la Estación Central y el Oyster Bar. Al trencadís de Les Arts le han asignado un seguro a diez años vista. Las catedrales de León, Burgos o Valencia, por no mirar a Italia o Alemania, llevan siglos en pie sin problemas más allá de los lógicos del paso de las décadas.

No sé si a Guastavino se le fueron las cuentas en su día, pero para los neoyorkinos el “Oculus” chirría. Según los portavoces del arquitecto residente en Suiza e Hijo Predilecto de Valencia la gran mayoría de los sobrecostes se refieren a cuestiones externas al arquitecto. 

Desenlace. Lo peor es comprobar, al margen de la calidad del creador y su obra, cómo Nueva York y un país como el americano protesta, cuando le es muy dada la grandeza de todo lo que sucede o se hace a su alrededor y donde el dinero no tiene valor. Lo triste es comprobar cómo en una autonomía mínima como la nuestra creímos ser neoyorkinos de pro y muchos miraron de lado cuando se levantaban “catedrales” megalómanas sin rebaja alguna por cercanía. Lo peor es no saber cómo salir del embrollo que en este presente y en el futuro que nos acecha hemos de afrontar y ser conscientes de que nadie puso traba alguna y sí consintió lo que no estaba escrito. Será nuestra penitencia. Bueno, la de las nuevas generaciones, que además seguirán siendo como ahora “mileuristas”. Pero seamos positivos, al menos algo nos parecemos ya a los norteamericanos, aunque seamos mucho más pobres e incluso ingenuos. No debo continuar. Bill Evans desde el Town Hall me lo recomienda. Sencillo en apariencia, pero grande, genial y para nada polémico. Simplemente, próximo. Que aprendan.

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