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fuerísima colectiva

Tan fuera del mercado del arte como en una azotea de Benimaclet

1/04/2022 - 

VALÈNCIA. “Desde el colectivo nos plantamos en esta azotea de Benimaclet aceptando la condición precaria que nos mantiene fuera —fuerísima— de la institución artística y de las galerías”. Toda una declaración de intenciones, y el punto de partida de Fuerísima Colectiva, un grupo de artistas —en su mayoría provinientes del Master de Producción de la Universidad Politécnica de València— que, a falta de encontrar oportunidades en la escena artística local de manera ortodoxa, han decidido crear las suyas propias.

La primera acción es una muestra… en una azotea de Benimaclet. Durante dos días, y mientras la luz natural lo permita, el terrado servirá como una galería efímera que recoge trabajos, tanto individuales como colectivos, de este grupo de nueve artistas. Son un colectivo, pero tienen nombres y apellidos: Aina Monzó, Alex Pozo, Carla Marzán, Élyse de la Croizetière, Javier Galán, Leo Pum, Lucía Sanz Montavez, Manel Bafaluy y Sofía Alemán. Llegaron a València desde otros lugares, y la tierra prometida se ha vuelto mucho más complicada.

Sigue el manifiesto: “Estar fuera nos permite, al menos, buscar nuevas verdades y construir espacios otros”. Desde la azotea, plantean la creación —aunque sea por un par de días— de un lugar comunitario y de apoyo mutuo en el que no operen las reglas del mercado. “Lo entendemos como un brote esperanzador que pueda servir a otros colectivos a formar el suyo propio”, explica a este diario el colectivo. Frente a la necesidad de consagrar tu trabajo para recibir oportunidades o la tiranía del feed de Instagram, esta decena de artistas se han formado hablando de arte, de su situación precaria, y del papel de las instituciones en un futuro aparentemente cancelado.

A las galerías y los museos, con una competición y una cartera de artistas poco permeable, se le suma la universidad, que peca de “academicista, sin dejar espacio para la experimentación, sin relación directa con las instituciones y que fomenta el trabajo individual y la lucha de egos por encima de lo colectivo”, critican.

La azotea sirve como ese fuerísima que no es espacio público y tampoco privado, la extraña frontera. Pero también como un lugar reivindicado a partir de los tiempos pandémicos como lugar de comunidad y fraternidad. Es desde ahí que quieren empezar a contarse: “Para nosotros la azotea es un punto de partida, un lugar en el que empezar, un no-lugar”.

Del hartazgo de la imagen a la reivindicación de lo mundano

Centrándose ahora en las propias piezas que se podrán ver este viernes y este domingo, tres pilares unen los trabajos del colectivo, que “están influenciados en todo lo que nos hemos volcado en el proyecto, y por tanto en el trabajo del resto, aunque se sepa bien qué ha hecho cada uno”. Todos responden a un interés por los nuevos materialismos del arte. Y desde esa perspectiva, “la vuelta al cuerpo y en contraposición a la importante que ha adquirido la imagen”; “también una vuelta al gesto mínimo, a lo mundano, como subir a una azotea a aplaudir”; y por último, “el hartazgo por la continua creación de imágenes, sirviéndonos de ellas pero desde un trabajo de la materia”. 

La pandemia ha impulsado estas líneas de trabajo (cuerpo, cotidianeidad, crítica al papel de la imagen) y estos nuevos artistas recogen el guante. Estos días, rematan las piezas, conjuntamente, tras un proceso de creación y debate horizontal. El sábado y domingo abrirán al público la ventana para sus obras que han construido ellos y ellas mismas. Lo harán con cita previa, que están recogiendo a través de su cuenta de Instagram. En el skyline de la ciudad, donde miles de tejados no cuentan nada, Fuerísima Colectiva quiere contar todo lo que no les dejan desde otros lugares.

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