Vetusta Morla actúa el próximo 1 de junio en la Ciutat de les Arts i les Ciències como parte de su última gira, que coincide con los 10 años de su debut
VALÈNCIA. “Todos quieren luego llenar salas e ir a los festivales más populares… todo el mundo quiere ser Vetusta Morla". Así lo explicaba Antonio Luque (aka, Sr. Chinarro) hace un par de años en una entrevista de Pedro Cifuentes en El Español, con la indomable sinceridad que le suele caracterizar en los tête-à-tête. Era 2016 y el mito de Vetusta Morla ya estaba más que consolidado, a prueba de revelaciones privadas en Twitter e Instagram. Desde aquel primer disco en 2008, del que este año se ha cumplido el décimo aniversario, el grupo de Tres Cantos se ha consolidado como referente de una escena engordada a través de los programas de Radio 3 y los carteles idénticos del circuito de festivales bautizados como indies.
Entonces, en aquel 2008, lo cierto es que Vetusta Morla podía colgarse el título de indie desde el rigor semántico. O, cuanto menos, de independiente, en tanto en cuanto Un Día en el Mundo vio la luz al margen de los canales habituales de una discográfica. Con aquel disco empezaron a fraguarse en el caldo de cultivo que alimenta los juicios que se adornan con las sentencias más aplaudidas de los debates; verbigracia, “antes molaban más” o “el primer disco es muy bueno, luego ya se vendieron”. Ventas al margen, si hay una realidad difícil de discutir es que Vetusta Morla no ha conseguido publicar un disco que supere en impacto a aquel que vio la luz cuando todos éramos 10 años más jóvenes e inocentes.
Coincidiendo con el décimo aniversario de su primer trabajo, la gira de presentación de su última colección de canciones (Mismo Sitio, Distinto Lugar) hará que Vetusta Morla vuelva a València el 1 de junio para actuar en la Ciutat de les Arts i les Ciències.
“El disco pasó meses en los cajones de las discográficas. Ninguna lo quiso sacar y al final creamos Pequeño Salto Mortal, nuestra compañía, para poder compartirlo”. Hay tanto idiota ahí fuera, que cantaban en ‘Sálvese Quien Pueda’. El grupo lo recordaba hace unos meses en sus perfiles en redes, al tiempo que compartían aquel vídeo que se hizo viral en 2008, una versión hacendada entre el ‘Bittersweet Symphony’ de The Verve en los 90 y las piezas de la -por aquel entonces- incipiente La Blogothèque y sus Take Away Shows; un plano secuencia del trayecto del grupo hasta un concierto en una conocida multinacional que trafica con la cultura. Qué inocentes éramos.
Y qué pobres. Más o menos como hoy. El título de su último disco, Mismo Sitio, Distinto Lugar, habla también de cuánto hemos avanzado en 10 años. Entre cero, nada y retroceder. Entonces, los albores de Vetusta Morla coincidían con los de una crisis que, una década más tarde, se ha demostrado sistémica. Estábamos necesitados de historias. El sueño español, nuestra propia versión del sueño americano: hincharse a ganar dinero tocando en festivales. Aupados por el público, pero también por el establishment, Vetusta Morla engordó su leyenda indie con el frenético apetito de fama de un youtuber; con su primer disco todavía fresco, acabaron en tercer lugar en la votación de las mejores canciones de LA HISTORIA de la música independiente en España. Y Jenesaispop los calificaba de “grupo simpático de pop-rock normal y corriente que aún no ha ahondado demasiado en nada”, lo cual en 2008 era la mejor forma de trascender: una crítica condescendiente en Jenesaispop.
Un año más tarde, en 2009, Un Día en el Mundo recibía la calificación de disco de oro. En 2011 llegaría el de platino, al tiempo que su segundo trabajo alcanzaba más de 20.000 copias vendidas. Para entonces, Vetusta Morla había consolidado su posición de tótem de la música indie. Fuera lo que fuera. La primera edición de los Premios de la Música Independiente, organizados por la Unión Fonográfica Independiente, se saldó con cuatro galardones para los madrileños: mejor disco del año, mejor canción del año, mejor artista del año y mejor disco rock. Desde entonces, los ahora Premios MIN han teatralizado la apuesta por su paladín: en su 10 años de historia, Vetusta se han llevado más de una docena de premios. El indie nacional tiene su caso de éxito y no lo quiere soltar.
Con la perspectiva que dan los años, uno puede llegar a tener la certeza de que lo peor de Vetusta Morla no es tanto Vetusta Morla como lo que ha significado. Adaptación libre del “no es lo que has dicho, es cómo lo has dicho”. Con más o menos fortuna en la ejecución, pero no se puede acusar a la banda que lidera el ínclito Pucho (?) de haberse anquilosado ni acomodado -como si han hecho otros- en la poltrona que gentilmente proveyó el sistema indie bajo sus traseros. Han grabado cuatro discos más, entre ellos la banda sonora de una aventura gráfica, han coqueteado con la idea del disco conceptual y, en total, han conseguido reducir la publicación de discos en directo a sólo dos. No se les puede pedir mucho más, la verdad. Mapas aguantó el tipo tras su primer trabajo, y La Deriva se ubicó en la parte alta de la cosecha nacional en 2014.
A estas alturas del viaje empieza a coger fuerza la idea de que el legado de Vetusta Morla no va a ser tanto un puñado de canciones memorables o un disco revolucionario, como lo intangible de haber hecho sonar las trompetas del Apocalipsis indie. Su irrupción en 2008 abrió una puerta, un vórtice desde el que se han colado un cardumen de bandas de todas las épocas que, en connivencia con sellos, festivales y medios de comunicación, han fagocitado por completo la reinterpretación española de la música indie. El caso más paradigmático es el de Izal, grupo tributo de Vetusta Morla, que ha demostrado que, efectivamente, hay mercado para todos. Trampolín para bandas nuevas y revitalizante para otras que no habían sido capaces de conseguir liderar.
El cuarto disco de Vetusta Morla, ese que les llevará a la Ciutat de les Arts i les Ciències el próximo 1 de junio, juega a ser una especie de fin de trayecto en el que evaluar lo conseguido hasta la fecha. La conclusión escondida tampoco es especialmente positiva: Mismo Sitio, Distinto Lugar. Eso sí, firmando un contrato de distribución con Sony y grabando en los estudios Hansa de Berlín, lugar en el que se cocinaron el Low de David Bowie, el Black Celebration de Depeche Mode o el Achtung Baby de U2. El resultado es una colección de canciones que, como dice el manual de los lugares comunes, les ha hecho recuperar sensaciones una década y unos cuantos ceros en la cuenta del banco después.
Mal del todo no les ha ido. A juzgar, al menos, por el hecho de que ya no se pueden adquirir copias físicas -CD; vinilo sí, por 22 eurazos- desde la web oficial del grupo. Y todo esto a pesar de que los Premios de la Música Independiente coronaron en su última edición a Maria Arnal i Marcel Bagés. No necesitaron la pleitesía habitual. En su primera semana, Mismo Sitio, Distinto Lugar, entró raudo al número 1 de las listas de ventas de España y, poco después, se convirtió en el cuarto disco de oro del grupo tras Un Día en el Mundo, Mapas y La Deriva.