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LA EXPERIENCIA DE DOS ARTISTAS

Tatuarse una obra de arte

Aumentan los tatuajes inspirados en el mundo del arte, y esto plantea un debate de derechos de autor y más cosas. Hablamos con dos artistas que explican su experiencia, Cohete Fernández y Miguel Rael

23/08/2016 - 

VALENCIA. Qué diría Leonardo da Vinci si supiera que en la actualidad miles de personas han tratado de capturar la misteriosa sonrisa de La Gioconda sobre su piel? Hay quien opta por tatuarse algún cuadro o motivo artístico conocido, pues La Mona Lisa es, probablemente, una de las imágenes más reinterpretadas a la hora de tatuarse una obra de arte aunque los ídolos contemporáneos, tanto reales como ficticios, se llevan la palma en cuanto a rostros. No obstante, el tatuaje que invita al pensamiento abstracto e inspirado en piezas de artistas del siglo XXI prolifera a paso de gigante dejando su impronta en toda una generación que porta auténticas maravillas en el órgano más extenso del cuerpo.

Hace unas semanas en un programa de televisión veíamos a Carlos Carreño, el mayor fan de José Luis Moreno, exhibir que se ha tatuado en el cuello a sus tres célebres muñecos Macario, Monchito y Rockefeller, marionetas que actuaban de la mano del ventrílocuo Moreno en los más casposos escenarios de nuestra infancia. Por su parte, Sarah Ridge, una joven británica obsesionada con Rihanna ha cubierto su cuerpo de tatuajes con la cara de la cantante, retratos hiperrealistas en la espalda y estrofas de sus canciones en todas las extremidades. La pasión puede llevarnos a dar el paso de tatuarnos un nombre, un rostro, de un ser amado, lo conozcamos o no, famoso o cercano, un familiar, alguien de quien somos fan o una obra de arte con un significado especial, la realidad supera lo imaginable. Pero en el caso de tratarse la imagen de una obra de arte sobre la cual todavía existen derechos de autor aplicables, que no han prescrito por el paso del tiempo y falta de herederos, como es el ejemplo de La Mona Lisa, es importante saber de dónde proceden y si es lícito.

Cada vez son más los artistas que han visto diseños suyos plagiados y tatuados en personas desconocidas a través de redes sociales. ¿Dónde están los límites de la autoría? Porque si alguien copia la idea de un dibujo y se lo lleva impreso a un tatuador tal vez éste no se pregunte de dónde sale el diseño, ¿o sí? ¿Existe un código de buenas prácticas entre tatuadores más allá de las que respecta a los requisitos sanitarios? Muchos aducen que sí y se niegan a tatuar un diseño externo sin conocer su procedencia, sin indagar en la autoría del mismo y si hay consentimiento, incluso los hay que no se salen del catálogo de dibujos que su estudio tiene, estando especializado en ellos e incluso realizándolos personal del estudio ex profeso. Pero amplio es el mundo del tatuaje y está claro que sus vínculos se estrechan con el de la ilustración dado que, al fin y al cabo, ¿tatuar no es en parte dibujar? ¿Podríamos considerar entonces que el tatuador es a la vez, voluntaria o involuntariamente, un peculiar ilustrador?

"Ser tatuador es un oficio, y el tatuaje un arte en sí", afirma Cohete Fernández, joven ilustradora murciana afincada en Valencia, donde cursó Bellas Artes, cuyas obras están influenciadas por sus vivencias diarias, lo que la rodea y lo que observa, tomando la piel como un soporte más para experimentar puesto que desde los 22 años tiene una máquina para tatuar aunque no se considere tatuadora profesional: "Yo no me dedico al tatuaje por ahora, así que no puedo considerarme tatuadora, simplemente tatúo mis dibujos. La verdad es que no sabría decir a cuántas personas he tatuado, supongo que no superan las doscientas, ya que en estos años la producción ha sido intermitente y he estado algunas temporadas sin tatuar, como en barbecho", aclara. Sobre el procedimiento para llegar a hacerse un tatuaje de esta artista nos explica que la dinámica varía de una persona a otra, "las hay que me dan una idea porque piensan que con mi estilo puede quedar bien, otras que me mandan textos o canciones para que me inspire con ello. Y por supuesto está la opción de tatuarse algún dibujo mío directamente, suelo ofertarlos en las redes sociales".

El hecho de volcar en la red imágenes de sus diseños, aunque sea a baja resolución, le ha llevado a vivir situaciones que demuestran lo difícil que es determinar la autoría de un dibujo, pues se ha visto plagiada quedando quien copia impune, pero nos cuenta que la mayoría de tatuadores cuidan estas cosas para no usar obras de artistas sin su consentimiento. "Este tema es complicado, ya que la historia del tattoo en Occidente evoluciona mediante la repetición y alteración de los iconos clásicos. Así, esto ha hecho que sea algo implícito la permisividad de coger diseños ajenos y modificarlos, porque al ser un oficio el cliente muchas veces va con diseños ajenos que ha visto ya tatuados a otro tatuador y lo que suceda después ya depende de la ética del tatuador si guiar la idea del cliente hacia algo más personal o simplemente hacer lo que él busca, exactamente el dibujo que le llevó a la tienda. Lo bueno es que ahora el oficio de tatuador está evolucionando, la facilidad de adquirir material para tatuar ha hecho que el concepto del tattoo se amplíe y que sea posible que haya varias maneras de vivirlo", a lo que añade que la autoría sobre un diseño es difícil pero no imposible de determinar, entonces cuando alguien quiere llevar un dibujo, una obra de arte, de un artista en su piel, ¿está conviertiéndose en un lienzo humano o es solo un complemento u ornamento?

"No sabría qué término acotar, supongo que es inevitable compararlo con un soporte artístico o con una manera de ornamentar la piel. Depende siempre de la intención con la que la persona se haga el tatuaje y lo que simbolice para ella. Hay veces que la gente se tatua simplemente por adornar su piel y otras que lo hace como punto de no retorno", responde Fernández. Ella lleva tatuado su cuerpo pero confiesa que le gustaría hacerse un dibujo suyo, por ahora no lleva ninguno propio, tan solo el primer tatuaje que hizo a modo de prueba, pero revela que aquel está ya debajo de otro y no se ve. Por su parte, el artista lorquino Miguel Rael, que también vive y trabaja en Valencia desde hace años, nos cuenta que para él todo tatuaje que habite su piel ha de tener un significado y ser, en parte, creación suya: "Todos los tattoos que llevo son de mi cosecha de una u otra forma. Yo no concibo tatuarme algo por catálogo o por vérselo a alguien en un blog o en Instagram. Mis tatuajes son parte de mí, por eso no hablo de su significado. Tengo en mente dos tatuajes, dos palabras. Una con caracteres tipográficos, con serifas y en la rodilla que me tatuará Juanma de Wowtatoo y la otra palabra será a mano alzada y después tachada en el brazo y que me hará David Chappaz de nuevo".

David Chappaz, tatuador profesional que muestra el resultado de algunos de sus trabajos a través de su cuenta de Instagram, cuyo nombre va cobrando fuerza y prestigio en el sector, un ámbito muy competitivo, ha tatuado hace poco a Rael una de las obras recientes del artista y éste narra con entusiasmo la historia pues es emotiva: "Todo surgió de una manera muy casual. Yo ya llevaba tres tatuajes, tres trabajos muy geométricos y lineales aunque cargados de significado para mí y me apetecía tatuarme algo más figurativo. Tenía claro que iba a ser una mano ya que siento una especie de fascinación por ellas, de hecho ha sido un elemento recurrente en mi obra. Las he utilizado ahondando en la capacidad transmisora que tienen, la relación entre el lenguaje y la imagen, los símbolos y gestos y las percepciones que provocan. Por otro lado, tenía claro que iba a ser David quien lo hiciese, había visto su trabajo y me encantaba. Un día cenando en su casa le comenté que me apetecía que me tatuase una mano, no sabía ni cómo ni en qué lugar del cuerpo hacérmela. Él me comentó que le encantaría y que por otra parte estaba muy interesado en adquirir una de las obras de la serie “This Simple Tension” y me propuso tatuarme la obra que adquiriese. Me pareció muy buena idea, una especie de metatatuaje, o sea, yo produzco unas obras, el tatuador adquiere una de ellas como coleccionista, realiza un diseño inspirado en ella y finalmente vuelve a mí materializada en tattoo".

En lo que concierne a las réplicas o copias Rael tiene una opinión bastante benevolente que complementa la de Fernández y reflexiona sobre la saturación de imágenes hoy en día. "Yo soy artista y produzco obras que se muestran en unas plataformas determinadas y se venden en un sector específico. Si me encontrase con alguien que se ha tatuado algo inspirado en mis obras o se ha hecho una camiseta o un pin me resultaría muy curioso e incluso halagador. Otra cosa sería una obra de arte que plagia una obra mía. Por otro lado creo que es parte de la época que vivimos, estamos constantemente (auto) bombardeándonos de imágenes. Lanzas una imagen en Instagram y tienes likes desde Rusia o México. Esa imagen ya ha entrado en la retina de alguien que casi con toda probabilidad no conozcas en tu vida. Quizá la impronta sea fugaz (que es lo que suele pasar) pero también cabe la posibilidad que sea el catalizador de algo, sea obra, imagen u objeto. Ahí es donde pierdes el el dominio, es imposible controlar si va hacerse desde el respeto, si es algo inspirador o con unos intereses claramente comerciales", sentencia. Ambos artistas, cada uno en su línea, coinciden en que la intención es lo que cuenta y no renuncian a mostrar su trabajo, tal vez en un futuro no muy lejano la legislación les ampare y puedan reclamar cuando vean su firma sobre pieles ajenas o por el contrario el plagio se diluya en busca de la originalidad.

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