Teatro y danza

TENDENCIAS ESCÉNICAS

Ana Torrent: "Podría quitarme arrugas, pero prefiero mirarme a un espejo y ver quién soy y cómo estoy envejeciendo"

La actriz protagoniza en el Teatro Olympia Las amargas lágrimas de Petra von Kant; en el cine, La furia; en televisión, la serie Furia; y en publicidad, una campaña contra el edadismo en la cosmética

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VALÈNCIA. Ana Torrent (Madrid, 1966) encarna a la enigmática diseñadora de Las amargas lágrimas de Petra von Kant en la adaptación simbólica a cargo de Rakel Camacho del clásico de Rainer Werner Fassbinder sobre los juegos de poder en el amor. 

Icono del cine español desde El espíritu de la colmena, Torrent se encuentra de actualidad por partida triple tras su paso por la serie Furia (HBO Max) y la película La furia (Gemma Blasco), y por la campaña Libre de edadismo de la Fundación Grandes Amigos, que cuestiona el uso del término “antiedad” en cosmética. 

Del 21 al 26 de octubre, la actriz reflexiona sobre la dependencia en el Teatro Olympia, y en esta conversación, sobre la tiranía de la imagen, los catárticos estallidos de furia y la necesidad de aceptar las arrugas y las emociones sin filtros. 

- Las amargas lágrimas de Petra von Kant llega ahora al teatro con dirección de Rakel Camacho. ¿Te has mirado en la Petra original de 1971 que interpretó Margit Carstensen en la película de Fassbinder?

- Ya la había visto en su día, pero  la quise volver a ver. Lo que sucede es que el medio, el lenguaje y la forma de expresar difieren en el teatro y la propuesta de Rakel es muy diferente, muy particular. Lo que tienen en común es que los personajes no son buenos ni malos: Fassbinder no está culpando a uno o salvando al otro. Todos viven relaciones tóxicas.

- Esta versión, en tus propias palabras, es, sin embargo, completamente diferente a la película. ¿En qué cambia el enfoque o el tono?

- Rakel no es una directora naturalista. En la película, los silencios tiene toda la potencia y la magia, pero también cuentas con los movimientos de cámara, con la iluminación y las miradas en primer plano. Luego tienes que trasladar todo esto al teatro, con un lenguaje que impida que en la tercera fila se lo estén perdiendo. Rakel es una mujer que trabaja con un imaginario muy potente, mucho símbolo expresionista, todo grande en cuanto a emociones, desde los extremos. En este espectáculo incluso hay canciones. La gente nos dice que en la primera escena ya se queda atrapado en esa escenografía que es medio fantasía, medio sueño, medio mundo simbólico. A esa sensación contribuyen las luces, los maniquíes que cuelgan. Tampoco se ve muy claro en qué época estamos. Podría ser los setenta o de los 80

- En escena te acompañan Rebeca Matellán, Julia Monje, María Luisa San José y Maribel Vitar. ¿Qué energía se ha sentido con ese elenco totalmente femenino?

-  Es un mundo de mujeres y lo que trata Fassbinder sigue estando vigente, porque era tan adelantado… Aunque trasladado al día de hoy, ni una relación entre mujeres ni unas mujeres en el poder nos va a escandalizar. 

- A Fassbinder se le acusó de misógino, pero también se le ha defendido afirmando que lo que él muestra es que las mujeres que alcanzan el poder acaban comportándose igual que los hombres. ¿Con qué opinión te quedas?

- No creo que fuera misógino. Resulta sorprendente su análisis del matrimonio y las relaciones, el deterioro en una relación, ciertas cosas muy sucias y muy feas que a veces dejamos pasar por mantener la relación. No creo que estuviera metiéndose con las mujeres, sino que señala la revolución del acceso de las mujeres al poder para acabar comportándonos igual que ellos. De lo que habla es del ser humano. Mi lectura es que las relaciones de igual a igual son muy difíciles: siempre está el que está arriba, el que está abajo, el que usa, el que necesita, el que que da, el que recibe… En la obra original quizás había más esperanza, pero el final alternativo que le puso a la película es el que ha seguido Rakel. 

- En un momento de la obra, dices: “El ser humano necesita a los demás, pero todavía no ha aprendido a convivir”. ¿Es una reflexión que compartes?

- De esto trata esta función y muchas de las obras de Fassbinder: de la imposibilidad, de los amores ideales, de lo que buscamos, de cómo llega cada uno a una relación con su equipaje, de entregarnos, de cómo nos necesitamos y somos incapaces a la vez de de vernos tal cual somos. Como digo también en otro momento: “Hay que aprender a amar sin exigir nada a cambio”.

- Petra es una diseñadora de moda, un personaje que vive de la apariencia y del control. ¿Te resultó inevitable pensar en la campaña Libre de edadismo que estás protagonizando, precisamente contra esa cultura de la imagen perfecta y del rechazo a las arrugas?

- Es curiosa esta coincidencia, sí.. En la última serie que he hecho, Furia, mi trama con Candela Peña trata también, precisamente, sobre el edadismo, sobre cómo te echan de un trabajo por el simple hecho de que prefieren gente joven. Llegas a los 50 y ya no te quieren ahí. La obra de Fassbinder tiene mucho que ver, efectivamente, con la imagen. Todas están muy idealizadas, todas visten espectaculares. Pero Petra, al final, también se despoja de todo. Termina quitándose capas para verse de verdad, sin artificios. En lo personal, yo creo que cada una tiene que verse como quiera. Yo no soy nadie para decirle a cada uno qué hacer. A mí también me gusta a veces arreglarme. Me gusta cuidarme. Luego, después, cada cual tiene que importancia le da a las arrugas. A mí no me importa mirármelas.

- En el anuncio apareces en primerísimos planos, sin maquillaje, mostrando tu rostro tal cual es. ¿Cómo viviste esa exposición?

- Pues, mira, la vivo con naturalidad y a veces es casi una liberación. Yo tengo los años que tengo, así que claro que tengo mis arrugas, claro que tengo mi flacidez. Aquí podríamos abrir un melón, porque los cuidados están relacionados con el estatus; operarse, con una posición social. Yo podría quitarme arrugas, pero prefiero mirarme a un espejo y ver quién soy y cómo estoy envejeciendo. Es un proceso natural y estoy feliz de estar aquí y poderlo contar, de tener salud, vivir y trabajar en lo que me gusta.

- ¿Por qué cumplir años parece algo de lo que avergonzarse?

- Insisto, que cada una haga lo que quiera, pero que no nos machaquen tanto con eso, porque a mucha gente le crea problemas mentales, envejecer les provoca angustia y soledad. Hay cosas alrededor que son más dolorosas y más difíciles, pero si encima de eso hay una sociedad que te repite todo el tiempo las palabras antienvejecer, antiedad... llegamos al horror. No estoy llegando a algo que hay que evitar, sino a otra etapa en la vida que hay que vivir de otra manera. De hecho, no lo voy a poder evitar, y cuanto antes lo aceptemos, pues mejor. Ojalá cumplamos años con un poco más de respeto y de felicidad.

- Llevas dos proyectos seguidos titulados Furia. ¿Estás tratando de alertarnos de algo?

- (Risas) Yo también lo pensaba. Y Petra también tiene unos estallidos de furia... Igual es que estamos viviendo momento en el que te hundes en la miseria o estalla. Pero ha sido casualidad, Gemma Blasco me llamó para La furia y aunque era una colaboración, me parece una película súperpotente y súperbuena. Me da mucha pena que a ciertas películas no se les dé el reconocimiento que merecen, porque es una gran película y además con un mundo muy delicado de contar. Y fíjate, la protagonista, canaliza su furia a través de la interpretación. Los actores nos hacemos terapia. Yo hago todo lo que tengo que hacer sobre el escenario y ya me voy tranquilita a casa. Ya lo he soltado todo y estoy como nueva. 

- A partir de los 40 solo hay un 20 por ciento de personajes femeninos en el cine, y a partir de los 50, un cinco. ¿El teatro se ha convertido en un refugio?

- En ese sentido, sí, porque en el teatro no hay ese primer plano, no es tan cruel con las mujeres a partir de una edad y con las primeras arrugas. Como no te ven tan de cerca, hay otra distancia y otra forma de de trabajar y de expresar los personajes, donde una mujer de 50, de 60 años, puede poner en práctica todo su conocimiento como actriz. Es muy bonito ver caras jóvenes, pero debería ser bonito también ver una cara de una mujer madura. Lo que sucede es que jamás lo asociamos a la belleza. Lo normal es que en cuanto te empieza a caer un poquito la carne por aquí, el párpado, el código de barras, se asocie al horror. La pantalla no quiere ver eso. Es muy raro que lo embellezca o que te muestren esas caras tal como son y lo que significan. De hecho, para mí, existe la idea equivocada de que una cara completamente operada y con muchos retoques es más bonita que una sin. Hay una presión que se está yendo de control incluso en gente joven, porque hay muchos intereses detrás en vivir obsesionadas con la ilusión de la eterna juventud.

- Hablando de la mirada, has fascinado con tus ojos a dos generaciones: la de El espíritu de la colmena y la de Tesis. ¿Es algo de lo que eres consciente cuando interpretas?

- No sé definir cómo es mi mirada, sinceramente. Intento mirar honestamente. Mirar y escuchar es muy importante en un escenario y frente a una cámara. Pero cuando estoy trabajando intento mirar para fuera. No estoy pendiente de cómo estoy mirando.

- Además de saber mirar, ¿en este oficio hay que saber esperar?

- Todo depende de las circunstancias de cada uno: uno se espera porque quiere, otros porque pueden. Es bueno esperar a los proyectos ideales, pero a veces como lo hagas, no te da para vivir de esta profesión. Yo me alegro de haber dicho que no a ciertas cosas. Pero hay momentos en que uno tiene más capacidades que otras y yo lo respeto igualmente.

- En una entrevista contabas que de niña tenías un carácter opuesto a esta exhibición, que eras “enfermizamente reservada y tímida”. ¿Qué ecos resuenan de aquella niña en ti?

- Yo no me hubiera dedicado nunca al cine, si no hubiera sido porque me lo propusieron en el colegio. Eso lo tengo clarísimo. No era mi camino ni mi inclinación, porque era tímida y reservada. Años después descubrí que el cine era una forma de entender a los demás y de entenderme a mí en relación a los demás. Los actores intentamos ser empáticos porque nuestro trabajo nos pide defender y entender muchas formas de ser en la vida.

- ¿Ya has oído el podcast de Juan Sanguino sobre el rodaje de Los otros? En el primer episodio se habla de la ruptura que supuso Tesis.

- La lectura del guión fue un shock. Y cuando quedé con Alejandro por primera vez también fue otra sorpresa enorme ver su claridad de ideas con 23 años. Él tenía un equipo de gente que había trabajado mucho tanto en cámara como en sonido, en maquillaje. Estaba muy bien arropado. Todos nos mirábamos diciendo: "¿Pero quién es este chico? ¿Cómo puede rodar con esta claridad?" Sabíamos que estábamos haciendo algo diferente. 

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