VALÈNCIA. El proyecto escénico Cuerpos celestes -que se podrá ver la próxima semana en el Teatre Rialto- nació cuando sus creadores, Laida Azkona y Txalo Toloza-Fernández, leyeron en la prensa un titular que decía: “La minería espacial supera los límites de la ciencia ficción, un nuevo negocio para salvar la Tierra”. El tándem creativo ya había trabajado sobre el concepto de nuestro planeta como una conjunción de rocas en su anterior trabajo, Canto mineral, una pieza poética donde se interesaron por el rugir de los volcanes y la vibración de las placas tectónicas, pero esta noticia en los medios les pareció más propia de una película, el último capítulo del sistema capitalista.
“Sus modos de hacer son repetitivos. Cuando se encuentra con un tope se buscan otros recursos para que el sistema siga funcionando. Ahora el límite lo pone el fin de los yacimientos de petróleo, así que hay una nueva forma de poder, el hombre blanco todopoderoso, que asegura que la nueva extracción de recursos la vamos a practicar en los asteroides. Lo potente es que se utiliza para generar un sueño, igual que funcionan con las fake news que tanto les gustan, nos aseguran que no hay por qué preocuparse, que nuestra tecnología va a salvar el mundo. Y mientras tanto, seguimos con nuestra carrera hacia la Luna, que va en paralelo al control de las comunicaciones, porque el entorno de la Tierra está plagado de los satélites Starlink de Elon Musk”, se explaya la dramaturga y performer Laida Azkona.
Un documental sobre un futuro especulado
Todo este disparadero de ideas ha dado como resultado un proyecto documental de ciencia y ficción en el ámbito de las artes vivas que supone la segunda entrega de su proyecto Falla. Más adelante, a Canto mineral y Cuerpos celestes se unirá una obra de teatro infantil.
La formación AzkonaToloza acostumbra a trabajar de manera seriada. Su anterior saga se titulaba Trilogía Pacífico, y estaba conformada por Extraños mares arden, Tierras del Sud y Teatro Amazonas. Versaba sobre las relaciones históricas entre el sur global y Occidente, con incidencia en una relación colonial minada por la esquilmación de recursos y la explotación de la mano de obra, exponiendo la destrucción de comunidades como consecuencia de intereses de unos pocos y ricos.

En el proceso de documentación, la pareja se encontró con mujeres de América Latina que compartieron con ellos su percepción de que las piedras están vivas.
Los creadores ligaron esta relación de los pueblos originarios con el territorio con una frase del divulgador científico Carl Sagan: “Somos polvo de estrellas reflexionando sobre estrellas”.
El resultado es que Falla plantee la igualdad desde lo artístico entre el ser humano y la piedra: “Estamos constituidos por elementos químicos: en nuestra composición hay cobalto, zinc, hierro, minerales que incluso compartimos con nuestros móviles. Como nos explicó un astrofísico francés, vistos desde cerca, somos iguales que una silla”, desarrolla Laida.
La fiebre del oro azul
Desde esa asociación de ideas se podía abordar la emergencia climática sin repetir los discursos tan trillados en los medios y las declaraciones políticas, habían dado con un ángulo para poder abordar los límites minerales de nuestro planeta, habían dado con el hilo del que tirar sobre la escena para apuntar a todas las implicaciones económicas, sociales y geopolíticas de la llamada fiebre del oro azul.
“Aunque al pensar en extractivismo nos viene a la cabeza la tensión entre Ruanda y el Congo, también es lo que pasó en la América colonial, ahora en China, y seguramente en el futuro en otro lugar: para mantener el crecimiento exponencial de la economía siempre necesitamos recursos naturales nuevos. Y como no vamos a estropear más nuestros océanos, vamos hacia la última frontera, que es el espacio exterior”, desarrolla la actriz.
La dramaturgia se desarrolla en tres tiempos: una conferencia ubicada en el presente, donde el público recibe una clase magistral sobre minería espacial, la carrera para llegar a la Luna y la formación del universo; la entrevista a su protagonista, Valentina Kutnesova Arteta, una astrofísica que trabaja para SpaceX en el año 2064; y un poema que se recita en 2800.
Azarosamente, la compañía tiene una residencia en el Théâtre Garonne de Toulouse, sede de la Agencia Espacial Europea. Allí realizaron diversas entrevistas que sirvieron como base a una de las capas de Cuerpos celestes, la charla a su protagonista, que ya suma dos décadas años viviendo en Marte.

Laida da vida al personaje principal y Toloza la filma como si se tratase de un documental. En esta parte de la pieza se recopila y comparten con la audiencia datos históricos hasta el día de hoy que se van actualizando con la frenética actualidad.
Estos días, sin ir más lejos, Estados Unidos está condicionando su apoyo a Ucrania en el acuerdo de paz con Rusia a la cesión de explotación de los depósitos de minerales raros en sus tierras. Titanio, galio, grafito, litio, tantalio, uranio, niobio y berilio, entre otros componentes fundamentales para nuestros dispositivos móviles.
“La realidad ha superado a la ficción por el poder político que ahora ejerce Musk. En su momento no nos atrevimos a especularlo, pero hemos introducido un pequeño guiño para tener en cuenta este pequeño movimiento, ya que su empresa, SpaceX, parece que va a ser la primera en llegar a Marte”, explica la creadora navarra.
La utopía que contemplan está ligada a las lógicas ecofeministas, pero no se han servido de ninguna teoría porque no vislumbran una solución. “El futuro inmediato apunta a lo contrario a los cuidados: se esta difundiendo la idea de la necesidad de agujerear la estratosfera y escapar. ¿Por qué no cuidamos de este sitio tan bonito en el que estamos en vez pensar que la tecnología y el conocimiento va a llevarnos fuera de este planeta?”, se lamenta Laida.
Lo que sí hacen en la pieza es agradecer a las montañas y a los árboles, al agua que bebemos cada día, para subrayar que los seres humanos no somos tan superiores como algunos se vanaglorian.