Teatro y danza

EN LA RAMBLETA

'Del color de la leche', la lectura como palanca para cambiar el mundo

Tanttaka Teatroa estrena en La Rambleta la adaptación de la novela de Nell Leyshon, para la que han contado con la propia autora

  • Del color de la leche
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VALÈNCIA. La dramaturga británica Nell Leyshon fue la primera mujer en escribir una obra para The Globe, el icónico teatro londinense en homenaje a Shakespeare en la ribera sur del Tamésis. En su trayectoria, la también novelista ha trabajado para la Real Academia de Arte Dramático, la compañía nacional de teatro inglesa, la Royal Shakespeare Company y el Teatro Lyric Hammersmith. Sin embargo, cuando cruzó su mente el personaje de una niña albina de 15 años cuya vida da un vuelco al aprender a leer, no la visualizó como un personaje escénico. Su Mary estaba hecha para habitar las páginas de un libro. 

La breve novela cayó en manos del director de escena y escenógrafo Fernando Bernués, quien difirió. Aquella heroína literaria, cuya existencia agridulce está enmarcada en la Inglaterra rural de 1830, iba a ser la protagonista del montaje que celebraría el 40 aniversario de su compañía, Tanttaka Teatroa.

Del color de la leche es uno de los mejores alegatos para reparar en lo emocionante que es abrir un libro -argumenta el director-. Es la historia de una mujer primaria, pero honesta y enérgica hasta lo inconveniente, generosa, vital y cuyo anhelo por dejar de ser analfabeta, en un modelo familiar patriarcal y cruel, nos hace ser más conscientes del privilegio que supone saber leer y escribir”.

 

Leyshon se resistió a su propuesta. No lo veía claro. El donostiarra, de hecho, no era el primero en pedir su autorización. Pero tras asistir en 2018 a una adaptación en el Teatre Lliure de su segunda obra de teatro, Comfort Me with Apples, dirigida por Bernúes y protagonizada por Emma Vilarasau,  no solo le cedió los derechos, sino que ella misma se ofreció a encargarse de la adaptación de esta obra dedicada a los desposeídos. 

El próximo 2 de mayo, La Rambleta acoge este relato trágico, sobre una joven a la que se le abre un horizonte de posibilidades cuando deja atrás la granja familiar para trabajar de criada para el vicario del pueblo. 

 

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Familias espejo

En la función, todos los actores interpretan dos papeles, a excepción de Aitziber Garmendia, que da vida a Mary, y de José Ramón Soroiz, que encarna a su abuelo. El resto, que son seis, sí duplican, porque a pesar de las diferencias de estatus, hay un calco entre las dos familias, “pues aunque son dos universos muy distantes en lo socioeconómico, el patriarcado se manifiesta en ambas con la misma brutalidad”, expone el director de escena.

Así, el actor que da vida al padre energúmeno de la granja también asume el rol del vicario culto y refinado, como la actriz que interpreta a la mujer enferma del líder espiritual se desdobla en la madre de Mary. “Esta duplicidad nos parecía muy interesante, porque la mimesis da dimensión teatral y potencia dramática al montaje”, considera Bernués.

En su traslación a las tablas, ha habido una reducción del rico microcosmos de la novela. Las cuatro hermanas del texto original se han convertido en dos y hay personajes episódicos que han desaparecido. Esa economía no ha molestado a los lectores prendados de la novela.

 

“Es un libro que se ha utilizado mucho en grupos de lectura y en talleres, así que nos interesaba la recepción de aquellos que ya la habían leído, pero la sensación generalizada es que no defrauda: dicen que está perfectamente destilada”, agradece el impulsor de su adaptación.

Como sucede en el libro, la revolución industrial es un eco que no se plasma explícitamente en el escenario. La función está muy anclada a la Inglaterra profunda de la época, tanto en lo estético como en lo formal. 

 

Bernúes, que también firma la escenografía, se ha servido de un gran conjunto de sillas muy primarias que materializan la transformación de la naturaleza en elementos cotidianos y de uso, así como de pieles de oveja que al pisarse, ponen de manifiesto la vinculación con la tierra y con los animales. La sofisticación está representada por los libros, que en casa de Mary no hay, lo que incide en la austeridad de su medio. 

 

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La escuela en el punto de mira

“El caldo político en la trama es muy trascendente, porque, hoy en día, todavía hay lugares del mundo donde está vetado el acceso de las mujeres a la cultura”, señala el director de escena.

 

Su compañía siempre ha mostrado interés en subrayar el influjo del sistema educativo en la conformación de una conciencia crítica. Su obra más aclamada fue la adaptación en 1997 de la novela homónima de Andrés Sopeña El florido pensil, donde se da cuenta del dogmatismo de la escuela franquista. A aquel montaje le sucedió, dos décadas después, una mirada de nuevo irónica a la formación nacional católica, pero en la piel de las niñas de la posguerra. 

En 2003, Bernués dirigió a Mario Gas en el monólogo autobiográfico Mi suicidio, del matemático y profesor suizo Henry Roorda, representante de la renovación pedagógica de principios del siglo XX. “En la obra se habla del sentido de la escuela, una de las grandes herramientas que el mundo tiene para hacer personas libres o sometidas”, explica el director vasco, quien comparte que él mismo no se llevó demasiado bien con el sistema educativo, por no sentir que fuera un medio alentador ni estimulante. Sí cree, en cambio, en los maestros.

 

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La deriva de la educación actual hacia la productividad le preocupa: “Los colegios son grandes "pergeñadores" de personas, que pueden estar muy modeladas y moduladas para determinadas actitudes. La más crítica, lúdica y humana está desapareciendo con la eliminación del peso de las humanidades en los currículums académicos, que reducen, de esta forma, su compromiso con la solidaridad y con el resto de la humanidad”.

 

En Del color de la leche, la transmisión de conocimiento cobra peso en la figura del abuelo de la protagonista, quien canaliza oralmente la transmisión de la ficción. A través de canciones y relatos bendice un tiempo que no está dedicado a lo material, sino a lo emocional y a lo espiritual. El cabeza de familia solo piensa en el trabajo para sacar adelante a la prole, mientras que el anciano representa el antídoto para una vida de penurias y esfuerzos.

“Suelo decir que la diferencia entre vivir y sobrevivir se llama cultura”, recalca Bernués.

 

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