VALÈNCIA. Hay un hombre en València “que lo hace todo”, su nombre es Juan Carlos Rubio y es el autor y director tras tres grandes obras de teatro que han estado durante estos meses en cartel en València: Una madre de película, que se ha podido ver del 3 al 8 de diciembre en el Olympia; Dulcinea que está hasta el 14 de diciembre en el Olympia y Música para Hitler que estará del 15 al 18 de enero en el Olympia. Esta coincidencia de estar en los carteles navideños de ambos teatros de València se debe a años y años de duro trabajo. 

Entre bambalinas, Rubio explica que esta “mágica casualidad” hace que coincidan sus tres giras en la misma ciudad, y esto le hace reflexionar sobre su carrera como director y autor de estas piezas. “Es curioso como producciones que han arrancado en momentos muy distintos han conseguido darse la mano sobre los escenarios en una misma ciudad. Los espectáculos son muy diferentes entre sí, pero cuentan la historia de mujeres protagonistas que toman las riendas. Son espectáculos muy variados y que hablan de personajes mujeres importantes, centrales en sus historias y que generan diferentes relatos”. 

Es por ello que en Una madre de película trabaja con Toni Acosta sobre el síndrome del nido vacío, que en Dulcinea se acerca a la historia de El Quijote contada por Paloma San Basilio y que con Música para Hitler trabaja con Yolanda García Serrano para hablar de la inesperada visita de unos soldados nazis a una villa familiar del sur de Francia en la que estaba una pareja exiliada.  Estas tres protagonistas, que le hacen viajar desde el pasado hasta el presente a través de sus historias, le ayudan a Rubio como creador a aprender sobre los relatos que siguen teniendo sentido en el presente.

“Creo que muchas de las historias que viajan más al pasado son las que más conectan con el momento en el que estamos. En Música para Hitler, un texto que escribí hace 12 años, tristemente relatamos una realidad que nos acerca al fascismo que se vive en las calles ahora y al auge de los totalitarismos que parecen volver a atraer a la gente joven. En Una madre de película y Dulcinea se abordan relatos que requieren una cocción más lenta, pero que igualmente conectan las ideas de las protagonistas con los espectadores para llevarlas a su relato”.

Respecto a la coincidencia en cartel de estas tres piezas, Rubio se siente feliz de ver que las tres obras siguen hablando de “emociones y situaciones atemporales que nos persiguen desde los inicios”. Sus obras le sirven para hablar del ADN del ser humano y le ayudan a centrarse en una visión femenina que de normal no está tan en relieve. “Creo que todas las obras son un viaje increíble sobre las protagonistas, y que todas las historias nos ayudan a comprender un abanico muy amplio de quienes son estos personajes y las actrices que hay tras ellas”, explica el creador de estas piezas que considera que se pueden entender muy bien juntas aunque hablen de temas diversos.

Rubio confiesa también que la época en la que se siente más afortunado creando es desde el siglo XXI, y que su mayor reto es traer los relatos a escena con “una mirada contemporánea” que no caduque. Aunque es un riesgo, muchas veces guía su investigación para actualizar los relatos que decide abordar sobre el escenario, para conocerse mejor como creador y para retarse mientras sigue viviendo de lo que ama: “Creo que trabajar de tu pasión es un privilegio que no siempre se tiene, y que triunfar tiene una gran parte de suerte. Poder actualizar estas historias, hacer que coincidan en València y que dialoguen es un regalo único y un privilegio por el que me siento muy agradecido”.