VALÈNCIA. Escuchar por primera vez una canción dedicada puede ser tan dulce como besar. Oír las notas musicales de una canción que lleva tu nombre, fundiéndose con palabras que consiguen enlazarse para expresar un sentimiento incomprensible, es una especie de regalo divino. La artista valenciana Luna Valle es experta en traducir estas emociones, las apunta en su diario y pacientemente aguarda el momento para ponerlas en forma de canción, es un trabajo que lleva haciendo desde hace años incansablemente y que le sirve para explorar una parte de su creatividad que no puede mostrarse de otra forma. Hasta ahora. Con el paso de los años y con sus nuevas ideas se atreve esta vez a dar el salto del escenario a la escena con He besado pocas bocas, su primera obra de teatro que podrá verse el 26, 27 y 28 de septiembre en Artea Espai.
Evocando a los besos y a las historias que aún no ha cantado -o sí- se atreve esta vez a ponerse tras el telón para hablar de su vida amorosa, de la desamorosa, de sus conjeturas mentales y de todos los besos que ha dado y los que le quedan por dar en su vida. Mientras en sus canciones le canta a los chicos que se transforman en ciervos y copas de oro en esta pieza se atreve a personificar las melodías que les dedica dando un paso más allá. “Hay algo que está en eterno conflicto en mi interior que tiene que ver con mi relación con los hombres. Los textos que construyen He besado pocas bocas hablan de los pensamientos que conviven en mi diario y generan una especie de fantasía en la que imagino una conversación con un chico”.

- Candela Herrero construyendo el universo de He besado pocas bocas
Junto a David Godfrey sobre el escenario crea un espacio en el que chico y chica solventan sus dudas y problemas con un diálogo que se desenvuelve con la magia con la que se abre un caramelo antes de saber si es de piña o de fresa. Imaginando cuál será el contenido de cada respuesta, Valle muestra sus pensamientos, dudas e incertidumbres sobre la vida en un texto en el que comprende el amor desde otro lugar mientras enfrenta a su alter ego a conversar con un chico sin nombre. “Hay parte de autoficción y parte de fantasía, hay archivo masculino y hay partes de mi memoria. Para crear la pieza ordenamos y cerramos las historias para contarlas, aunque no cuenten exactamente con un final”. Un trabajo para el que cuenta con el asesoramiento de Candela Herrero como directora, Paula Martínez como ayudante de dirección y que se abraza por la escenografía de Jordi Mengual.
Ante la pregunta de “¿cómo me relaciono con los chicos?” Valle cambia los acordes por las acciones mientras deja que los espectadores entren a su universo propio. Lo hace con dos protagonistas que se dejan ver a través de sus palabras y de sus inseguridades y que intentan “enfrentarse a lo que les pasa” mientras juegan al juego del amor. Una partida en la que los sentimientos y lo naíf se pelean con las fuerzas de la razón para no dejar ningún vencedor claro. Mientras tanto, Artea Espai se tiñe de rojo para abrir las puertas al cerebro de los protagonistas, a sus pensamientos más vívidos, aquellos que podrían alumbrar una habitación por completo.
Con todos estos detalles, Valle escribe una obra de preguntas sin respuesta, de besos sin mucha vaselina y de caramelos que dejan ver su dulzura mientras se quitan lenta y sensualmente sus plásticos. Una obra de chico conoce chica y yo-que-sé. Una obra sobre enfrentarse a lo que pasa en el amor, a lo que no pasa y a lo que roza sutilmente los labios, o acaricia las orejas con la magia con la que lo haría una buena canción.

- Fotos: MARÍA BUSTOS