Teatro y danza

EN LA RAMBLETA

María Adánez reflexiona sobre el lenguaje con ‘La gramática’: “Lo popular no tiene por qué ser ignorante”

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VALÈNCIA. Una mañana cualquiera, una mujer -a la que llamaremos el sujeto de la obra- se levanta y se va a trabajar. Se pone su traje de limpiadora, sus enormes aros plateados y se dirige a la sede de la Real Academia Española (RAE) para dejarlo todo limpio y reluciente. Y así pasan los días hasta que cierta mañana hay un accidente en el que la mujer, el sujeto, se convierte sin quererlo en toda una erudita del lenguaje. Ahora bien, ¿qué pasaría si una limpiadora supera a todos los catedráticos que trabajan en este lugar?, ¿ascendería de puesto o se quedaría incomprendida y seguiría limpiando los baños?

Estas son algunas de las dudas que se plantea La gramática, una pieza escrita y dirigida por Ernesto Caballero y protagonizada por María Adánez como el sujeto y Joaquín Notario como el terapeuta en la que se reflexiona sobre los límites del lenguaje y que podrá verse el próximo 17 de octubre en La Rambleta. O como diría el sujeto: que podrá contemplarse sobre las tablas del teatro La Rambleta el venidero 17 de octubre. 

 

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Con un diccionario y un plumero bajo el brazo, Adánez forma parte de un experimento en el que el terapeutra intenta “devolver al sujeto a su primario estado de limitación expresiva para evitarle, de este modo, los trastornos de inadaptación social originados tras su inapropiado accidente. Un efecto Pigmalión a la inversa en el que se intenta que la mujer retroceda en el lenguaje hasta quedarse antes de sus principios.

 

La obra, una de las más complejas en las que ha trabajado Adánez, le supone todo un reto de memoria y texto a la hora de enfrentarse a palabras que ni siquiera ella conocía, aunque sí que lo hacía el sujeto: “Trabajamos sobre un lenguaje muy elaborado, con una premisa muy divertida. Es la función que más me ha costado aprenderme porque no estamos acostumbrados a un vocabulario tan rico. Llevo años y años memorizando textos pero mi cabeza me decía que no podía memorizar más y me paraba en seco”, explica la actriz ante este reto que le plantea Caballero. 

 

“En una misma función interpreto a dos personajes que asoman la patita entre las escenas, pero que son extremadamente opuestos, hay un ejercicio de interpretación que va más allá de lo visual y de lo verbal”. Jugando con la limpiadora erudita y la limpiadora que iba a trabajar todos los días a la RAE Adánez confiesa que los ingredientes clave de la obra están en la evolución de su personaje y las conversaciones que establece con el terapeuta que le ayuda a comprender lo que le ha pasado aunque le aplica un “My fair lady a la inversa”. 

 

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Jugando con la labor del terapeuta encarna a un personaje que aprende y desaprende todo sobre un nuevo mundo en el que es ella misma quien decide ser el sujeto y no estar en el otro lado. “Cuando Caballero me propone la pieza el guion estaba totalmente abierto a que la mujer fuera el sujeto o el terapeuta, existían ambas opciones, con lo que la pieza se mostraba desde el principio como algo flexible”, explica la actriz protagonista. 

 

Decidida por encarnar a su limpiadora, se enfrenta sobre el escenario a una paradoja sobre el conocimiento y el lenguaje que se escribe entre palabras incomprensibles y una terapia a la desesperada: “Dentro de la fábula que es esta función vemos a una mujer desesperada que se pone a manos de un terapeuta porque no sabe qué hacer con su manera de comunicarse. El público se convierte en parte de este proceso de deconstrucción en el que el sujeto se libera de su jerga y su personalidad más primitiva para quedarse con su personalidad anterior”, explica Adánez.

 

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Con todo esto, invita a jóvenes, adultos y todo tipo de públicos a comprender La gramática desde el humor y el juego, porque considera que “lo popular no tiene por qué ser ignorante” y que el teatro se puede comprender dentro de todo este lenguaje culto. Y que aunque haya palabras que el público no conozca, será capaz de seguir el hilo del relato perfectamente: “Se nota perfectamente cuando el público no entiende una palabra, pero igual que se nota cuando yo no sabía lo que era un anacoluto -un cambio repentino en la construcción de una frase que produce una inconsistencia- pero aunque uno se pierda entiende la historia”.

 

“Es una obra que se adapta a su contexto y que bebe de todos los nuevos lenguajes que nos rodean, del interés por hablar bien y que celebra que somos lo que hablamos”. Algo que a Adánez le ha hecho reflexionar también sobre cómo en las redes sociales parece que “la vulgaridad es más divertida” aunque el teatro, en este caso, está para plantear la pregunta pero no dar la respuesta. Porque a Adánez le gusta este teatro que deja al espectador con muchas preguntas, o incógnitas, como diría el sujeto, y que ayuda a comprender el mundo desde otro prisma cuando baja el telón. 

 

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