GRAND PLACE / OPINIÓN

The right-thinking people

14/05/2019 - 

Como se acercan las elecciones europeas -reitero, por si acaso-, voy a hacer un recordatorio de lo que nos podemos encontrar, esta vez magnificado, en el seno del Parlamento Europeo, el mayor foro de democracia, igualdad, libertad, justicia y derechos humanos del mundo. Lo digo con orgullo, como ciudadana europea de corazón. Y con pesar, por la que se avecina. Hace dos años, un eurodiputado polaco aprovechó el debate sobre la brecha salarial femenina para espetar -o esputar- en el seno de la Eurocámara que “las mujeres deben ganar menos porque son más débiles y menos inteligentes”. Era Janusz Korwin-Mikke, polaco, de extrema derecha, casado tres veces y con ocho hijos. Su segunda mujer, modelo, es 44 años más joven. Típico.

Viene al caso por las nuevas oleadas mal llamadas populistas, para evitar las palabras franquista, fascista o nazi, que van a inundar las urnas en cada pueblo y hasta en Bruselas. Otro adjetivo calificativo -o descalificativo- sería machista, asociado al pensamiento de la extrema derecha, aunque en cuanto a la discriminación de las mujeres el machismo no tiene color. Cosa muy diferente es que los progresistas no se atrevan a reconocerlo o reconocerse. En su caso, además, lejos de la declarada misoginia de la derecha fascista, los “camaradas” se deslizan más o menos sutilmente por los micromachismos de facto, más cotidianos…

Venía eso a cuento, lo del eurodiputado polaco, porque desgraciadamente no va a estar solo. Y lo que vamos a ver es la degradación de la política en las más altas instancias. Como está ocurriendo con la degradación de una sociedad que da marcha atrás en reconocimiento de derechos de forma alarmante, en especial los de la mujer. Me lo ha recordado la detención hace unos días por malos tratos del profesor de la Universidad de Santiago que defendió en un vídeo de youtube la violación de La Manada de Pamplona, con los cinco acusados ya condenados. Y siguió dando clase, pese a las protestas de sus alumnos, que le acusaron de acosar a las chicas en clase con comentarios sexistas y vejatorios.

Me lo ha recordado al verle la cara en su vídeo. Me ha recordado a los frustrados sexuales que se creen con derecho a que las mujeres caigan rendidas a sus pies. Los Incel, un movimiento hetero-misógino que ha devenido en terrorista por el ataque de su líder con una furgoneta contra varios viandantes en Toronto (Canadá). Ocurrió hace un año y causó diez muertos. Los Incel son los célibes involuntarios -por sus siglas en inglés, Involuntary Celibates-, hombres heterosexuales frustrados porque no tienen relaciones sexuales y se creen con derecho a una redistribución del sexo. Y me ha recordado el nuevo movimiento misógino nacido de VOX.

¿Soy la única que ha relacionado el movimiento “Incel” y Vox? No. Aida dos Santos Politóloga por la Universidad Complutense de Madrid, ya lo hizo hace medio año en el periódico digital Público. En su artículo 'Jóvenes fascistas, su agenda política', Dos Santos defendía que “ese colectivo de hombres, hombres blancos en su mayoría que empapelan las ciudades pidiendo la derogación de la Ley Integral Contra la Violencia de Género, tienen demasiadas conexiones con los Incels, esos hombres que reclaman la atención (atención sexual, por supuesto) de las mujeres como un derecho”.

Añadía Dos Santos que “el feminismo, es uno de los principales objetivos de la extrema derecha. Encontramos demasiados hombres resentidos con su vida sexual entre las filas fascistas y reclaman el retorno a un pasado tradicional que anhela el sometimiento de la mujer. Los grupos misóginos también están en España, coinciden en Forocoches para defender a los cinco condenados de abuso sexual -La Manada-”. Estos últimos son los TOM, de nuevo en inglés, Toxic Online Men. En Francia, un grupo de periodistas hombres se dedicó a acosar y fustigar a compañeras periodistas desde el anonimato en las redes, con perfiles falsos, denigrándolas personal y profesionalmente. Inaudito.

El peligro sigue en el discurso cuando éste se disfraza de liberal, demócrata, minoría, multicultural, integración… Hagan las combinaciones que quieran y pongan delante la palabra “feminismo”. Parece que cabe todo. Lo hemos visto en la reciente campaña electoral y en la que nos ocupa. Feminismo liberal, decían los defensores de la prostitución y de los vientes de alquiler. Feminismo islámico, defienden las mujeres musulmanas que se cubren de la cabeza a los pies imposibilitando un integración real en la Europa de la igualdad.

Desde estas nuevas concepciones, que no parecen chirriar a muchos, acabaremos debatiendo la idea del derecho al sexo. Y volvemos a los Incel. Si nos preocupa la justa distribución de propiedad y dinero, ¿por qué suponemos que el deseo de algún tipo de redistribución sexual es inherentemente ridículo?, escribía Ross Douthat en el New York Times hace un año.

En su articulo, 'The Redistribution of Sex', Douthat llega a la conclusión de que “debatiendo la idea de un derecho al sexo, las personas que piensan correctamente simplemente llegarán a estar de acuerdo en que tal derecho existe”. ¿Se dan cuenta de la importancia de las palabras? Las personas que piensan correctamente, the right-thinking people, dice el autor en el artículo original en inglés. Es decir, el ciudadano medio, la gente corriente, aquélla que no se inmutó cuando a su vecino se lo llevaron en un tren camino de Auschwitz.

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