'The world is our oyster': Sergio Membrillas y Letsornot hacen lo que les da la gana

VALÈNCIA. De un lado, Sergio Membrillas, docente ocasional, ilustrador freelance y alborotador cultural (creador de las charlas Cuaderno Blablabla). Del otro, Julián Martínez (Letsornot), artista multidisciplinar y acicate de la ciudad. Estos dos creativos que representan la València más brillante y creativa se han unido bajo el paraguas de The world is our oyster, una exposición conjunta que hasta el 26 de mayo acoge Bangarang. “Un compendio de prints, originales y demás ingeniería visual, que estuvo siempre rondando por nuestros estudios”, resume Membrillas. 

En los muros de la librería se puede acceder a este ensayo sobre actuar libremente. Una oda a la cultura artística de las tiendas de skate de los 90, la añoranza de la juventud, las tiendas de patín de Santa Mónica y de tener un grupo de punk con quince años y darte cuenta de la importancia visual de unas Airwalk. The world is our oyster es la ofrenda que Membrillas y Martínez hacen a su primera juventud coqueteando con el mundo visual.

Como indica Julián, autor del reciente Proyecto Circular, aunque la exposición se basa en la nostalgia noventera, no es pura melancolía. El camino que transitan busca en la expresión artística puntos en común, como su afinidad respecto al skate o la música punk de décadas atrás. La que para muchos fue la época dorada del skate, antes de la mercantilización de la disciplina pareja a los años 2000, vertebra el ánimo visual del proyecto. “Somos quienes somos porque hemos consumido las mismas cosas: fotos de grupos, portadas de discos, el hip-hop, skaters…”.

“La exposición es un homenaje a esa estética de los años noventa, tratada con distancia, porque creo que ahora los dos trabajamos de manera muy diferente, y diferente a aquello que nos gustó. No creo que sea una exposición solo de melancolía, es una exposición que ha buscado un punto en común de Julián y mío y lo hemos explotado”. El vínculo entre ellos y respecto a la ciudad es lo más simple y puro: la amistad construida de manera orgánica, con ese compartir información que facilita las redes sociales. “Una cosa llevó a la otra. Lo hemos hecho por el simple placer de compartir y hacer cosas”, añade Julián. 

“Pienso que una nostalgia está bien utilizarla como recurso artístico. Creo que hay gente que la utiliza toda su carrera. Pero en este caso, como hemos dicho antes, no es una cuestión de memorabilia, ni es como bueno, nos añoranza, sino es como una especie de homenaje a esa estética”, coinciden. Para crear una especie de cápsula visual y temporal, la disposición de los materiales seguirá el espíritu de una tienda de skate de los 90 's donde perdura el ánimo punk: poco orden, mucho poder.

Según Sergio, “nuestro trabajo dista mucho de lo que se entendería ahora como skate. En el caso de Julián, al ser más abstracto, sí que tiene un toque más urbano cuando pinta puede estar más cercano pero el mío está más allá de que va a haber una tabla de skate es muy distante y soy consciente de ello, pero tampoco quiero renunciar a que tengamos un mundo en común”.

En el espacio expositivo de Bangarang se puede contemplar una selección de sus últimos trabajos. “Hemos hecho una edición de un print intervenido por los dos, del que hemos hecho una serie de copias limitadas. Estamos editando un vídeo del proceso. Serán treinta ejemplares que se podrán comprar en la exposición directamente”, explica Julián. “Básicamente hemos hecho lo que nos ha dado la gana, ahí está la conexión con The world is our oyster, el título de la exposición. Vamos a llenar las paredes con cosas que nos gusten y sin ningún compromiso. Yo por ejemplo, he hecho piezas con técnicas que casi no había experimentado. Va a haber cosas nuevas, cosas viejas”. Una pared para Julián, una para Sergio y una tercera compartida. En ellas aparecen trabajos en los que se refleja el trasfondo de las influencias recibidas. “En mi trabajo sí que queda el reflejo del background que hay después de los conocimientos adquiridos desde pintar graffiti de pequeño a los trabajos más plásticos”, señala Julián. Para Membrillas “Ahora, por ejemplo, con todo el trabajo abstracto que hago haciendo carteles de conciertos, sí que he hecho una especie de reenganche a una cultura visual que tenía, pero ha sido todo un proceso y de hecho, los referentes de ese reenganche ya no son tanto referentes punk rock más allá de el uso de tipografía”. “A lo mejor son más bien referentes un poco más maduros y más actuales —puntualiza Martínez— como puedan ser referentes de diseño gráfico o diseño de producto o pintura más contemporánea”. 

Las exposiciones son contenido y continente. ¿Por qué Bangarang ha sido el espacio escogido? Bangarang está aportando una riqueza cultural a la ciudad muy remarcable. Hacen cosas, dejan hacer cosas y está bien fomentar el lugar y nos dan facilidades para ello. En ese sentido nos han dado mucha libertad para hacer lo que queramos. Más allá que para este tipo de exposición buscábamos algo fácil, accesible, las piezas van a ser asequibles. Si metiéramos este contexto en una galería, no podía suceder igual, sería otro tipo de piezas, otro tipo de precios y otro tipo de concepto”, coinciden. 

El proceso de trabajo de The world is our oyster repite la espontaneidad transversal a la iniciativa: un café, charla informal, ideas al aire sobre qué hacer, definir los puntos de contacto y el enfoque y de ahí, a seleccionar material. “Hicimos pruebas para el cartel, luego se nos ocurrió hacer el print intervenido. Lo último fue el título de la exposición: the world is your oyster normalmente significa “el mundo a tus pies” o “haz lo que quieras”. Haz lo que quieras en el mundo. En este caso, pues lo hicimos sobre lo nuestro. Queríamos hacer lo que realmente nos viniera en gana. Poco más. Un canto a la vida, a la amistad y lo que hemos sido y somos”.