Durante demasiados años la Comunitat Valenciana ha sido señalada como tierra de grandilocuencia, saqueo y corrupción en la que campaban a sus anchas no pocos cargos públicos del Partido Popular que estaban al frente de las instituciones valencianas. Hoy sabemos los detalles de cómo han llegado al poder. Los Tribunales están siendo una inmejorable pasarela, una alfombra donde mostrar los ropajes con los que se han envuelto. Seguramente no han desfilado todos aún, lo que nadie puede negar es que la representación ha sido, hasta el momento, de máximo nivel. Esta semana seguimos viendo el modus operandi de los populares en Madrid, cómo llegaron Esperanza Aguirre y sus ranas dopadas a las instituciones públicas vestidas de financiación irregular, falsificación de facturas y empresas con nombres grotescos como "Paquí Pallá S.L". La UCO apunta a Mariano Rajoy.
En esa misma tierra valenciana, esos tiempos de opacidad han convivido con una suerte de realidad paralela del bien, marcada por la superación, el esfuerzo, el aleteo constante de todo un equipo humano, repleto de campeones. Me refiero al club de baloncesto Aderes de Burjassot, que ganó entre 1999 y 2014 nada menos que doce campeonatos para personas con discapacidad. Una historia de vida y de lucha que ha sido por fin visualizada a través de la pantalla grande por Javier Fesser con una película llamada Campeones, que ha batido al mismo Spielberg en taquilla y que ha sido galardonada con el Goya a la mejor película de 2019.
Inclusión, diversidad y visibilidad fueron las tres palabras destacadas por Jesús Vidal, uno de los Campeones, en su agradecimiento por el Goya al mejor actor revelación. Sobrecogió su discurso, por su verdad. Aquello que es puro y auténtico te atraviesa, se instala en el imaginario colectivo con más fuerza que cualquier norma llamada al efecto. Fue capaz de hacerlo posible, de reivindicar con orgullo el universo mágico en el que las capacidades diversas suman e incluso multiplican, porque se aprende y avanza con la inteligencia del corazón.
En la Gala de los Goya 2019, sin explicitarlo, se nos visualizó a la Comunitat valenciana como tierra de inspiración. La humanidad es capaz de lo mejor y de lo peor. Contra todo pronóstico puede orquestar las mayores tramas de corrupción dando rienda suelta a los más bajos instintos a la sombra del poder absoluto, ése que es capaz de corromper absolutamente como decía Lord Acton. Es capaz de construir en el subsuelo donde no llega la luz, un reino, como el de la película de Rodrigo Sorogoyen. Un reino que reconocemos rápidamente las valencianas y valencianos al ver cómo se mueven los personajes, porque lo hemos sufrido en nuestras carnes. El realismo de los roles es atroz, tanto que sin quererlo, inconscientemente, proyectas en los personajes todos los nombres que consideras han fagocitado nuestras instituciones y nuestros recursos en su propio beneficio y se han aferrado al cargo público, al poder por el poder sin vocación alguna de servicio público. Un espejo en el que la ciudadanía dice no mirarse, no reconocerse, pero en el que cuando nadie ve, no son pocos los que caen en la tentación obviando las severas consecuencias para el bienestar de la mayoría.
La humanidad también nos da muestras de su poderosa habilidad y empeño en construir de otro modo, haciéndolo desde los valores y los principios, desde la constancia, desde la honestidad traducida en el trabajo bien hecho y demostrada cada día y en cada ocasión. A través de ese otro espejo vimos a dos profesionales valencianas como Susi Sánchez, que se alzó con el Goya a la mejor actriz por su papel en "La enfermedad del domingo" y a Amparo Sánchez, galardonada por maquillaje y peluquería que lució "El hombre que mató a Don Quijote". Mujeres valientes que junto a otras actrices reivindicaron su protagonismo en la sociedad, en la cultura, en el cine. Su derecho a la igualdad salarial y a ser protagonistas de historias. Historias contadas por mujeres, ya no sólo para mujeres.
La igualdad es la mejor bandera de cualquier democracia, es uno de los valores fundamentales que inspira nuestro ordenamiento jurídico y que obliga a los poderes públicos a hacerla efectiva. La igualdad diversa en la que reconocernos, respetarnos y aprender del otro, porque nuestros sueños son los mismos. El Acuerdo del Botánico tuvo claro que éste debía ser el eje transversal con el que construir política. La igualdad como centralidad.
Este principio fundamental ha inspirado en esta legislatura leyes como la de infancia y adolescencia, la LGTBI, el pacto contra la violencia machista, la renta valenciana de inclusión, la de servicios sociales, y la propia Agencia Antifraude llamada a velar para que los recursos públicos no vayan a parar a bolsillos privados. Esta legislatura botánica ha alumbrado futuro que otros llaman a destruir.
Escoger el futuro que deseamos para nuestro presente es la llamada teoría de las realidades probables. En nuestra mano está cómo profundizar unas políticas que son reales, que no son propaganda electoral, que se están comenzando a materializar en la práctica, pero que hay que afianzar.
Hoy la Comunitat valenciana es tierra de inspiración, muestra nuestra capacidad, la de la mayoría, para construir políticas públicas desde las complicidades, que se encuentran y convergen, como si nada, cuando se trata de garantizar el bienestar de la ciudadanía. Atrás quedaron y han de quedar los tiempos oscuros, los pasos que desandan caminos. Somos ya tierra de futuro. Hoy y mañana, no hay más camino que el apuntado por Jesús Vidal, seguir construyendo desde lo público con toda la inteligencia del corazón.
Fabiola Meco es portavoz y diputada de Podem en Les Corts Valencianes