VALÈNCIA. Existen maestros que están en otro nivel. Conocen los más recónditos secretos de la música que interpretan. El nombre del pianista austriaco Rudolf Buchbinder va unido de por vida al del clasicismo vienés y en particular al del genial compositor alemán, y no es una exageración afirmar que es uno de los grandes beethovenianos del último medio siglo. Serían inapropiado decir que el pianista se enfrentó al concierto Emperador cuando simplemente lo exhaló porque tocar el piano es para Buchbinder algo tan natural como el respirar.
El Beethoven de Buchbinder es ligero en el mejor de los sentidos, fresco, perlado, de una ligada fluidez pero a la vez transparente. Llama la atención su intencionada relajación gracias a una técnica insultante y una digitación prodigiosa, que le permite disfrutar estas obras como un niño. Lejos de versiones de sonido más denso y grande, el de Buchbinder es de un clasicismo ortodoxo que nos hace pensar que es así como debe sonar esta música: alejada de grandes contrastes dinámicos o caprichos rítmicos de más o menos gusto. Por supuesto cuando tiene que sonar un forte dramático sabe extraerlo del piano, como en el inicio del tercer movimiento. Ante la insistencia del público, extraordinario y generoso fue el regalo del Allegretto de la sonata opus 31 “la tempestad” que con un aplomo digno del gran maestro que es finalizó el último arpegio con la mano izquierda dedicándolo con su mirada juguetona al público. Excelente la dirección de Eschenbach que ya adelantó un muy serio trabajo con la orquesta que se confirmaría con la siguiente obra del programa.
Los grandes directores no suelen decepcionar cuando se ponen al frente de una orquesta como la de Valencia cuyo sonido y prestaciones varían más de lo que desearíamos en función de quien la dirija, y de la clase de trabajo que lleve con ella en los ensayos. Ahí se da cuenta uno del difícil arte de la dirección. Estoy seguro que todos los maestros tienen una idea más o menos acertada de cómo les gustaría que sonaran los músicos que tiene delante pero no todos tienen la capacidad de convertir esa idea en el sonido deseado y el tiempo apremia y los ensayos son pocos. A veces es la presencia, otras la capacidad comunicativa o bien directamente la técnica de dirección.
Es evidente que Eschenbach como gran director que es sabe qué trabajo ha de hacer para que una orquesta que no siempre se encuentra cómoda con el repertorio clásico, obtenga un resultado notable en una obra, la primera de Beethoven, todavía de hechuras Mozart lan as, como se aprecia claramente en el movimiento de cierre. Una lectura, la conseguida, de auténtico nivel, sin altibajos desde el novedoso pizzicato inicial y con un sonido en las cuerdas que trasluce días previos de notable intensidad. Así se obtiene un sonido que no es nuevo en nuestros músicos, porque ya lo hemos escuchado en ocasiones, pero que emerge de vez en cuando. Sobre todo se notó en la cuerda, muy concentrada en todo momento, con un empaste, un fraseo preciso con los acentos adecuados, en el tempo, sin arrastrar las frases, y un sonido global redondo y amplio. Excelentes también los vientos en particular flauta y oboe en el primer movimiento. Se notaron también muy trabajado también todo lo que tiene que ver con rango dinámico del sonido, así que bravo maestro y profesores.
Ficha técnica:
Auditorio del Palau de Les Arts
11 de febrero de 2021
Obras de L.W. Beethoven
Rudolf Buchbinder, piano
Christoph Eschenbach