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Poulenc grande en formato reducido

Todo redondo en ‘Les mamelles de Tirésias’

18/11/2019 - 

VALÈNCIA. Es sin duda un acierto del Palau de Les Arts programar óperas que, sin ser de repertorio, son de una calidad alta como es el caso de esta ópera corta y bufa del autor parisino Francis Poulenc, miembro de una generación de músicos que a mediados del siglo XX aportaron sus obras como continuación de la ópera romántica y verista, donde muchos aficionados centran sus conocimientos, disfrute, e interés. Es un acierto, sí, pero también una obligación si se me permite, precisamente por la labor pedagógica que conlleva la puesta en escena de obras no tan habituales y menos “rentables”, pero interesantes. Claro está que tampoco hay que venirse arriba en la misión, pues un teatro público debe atender también, y sobretodos, el repertorio tradicional, y programar con más equilibrio al respecto. Esperémoslo.

No se llenó el sábado la sala Martín y Soler, donde fluyó redonda y fresca y la música de Les mamelles de Tirésias, primera de las tres óperas del autor francés, quien más bien orientó su carrera a la música instrumental. Poulenc, en el entorno de los gustos y técnicas dadaístas e impresionistas de la época del cambio de la armonía, se encuadra sin embargo en el grupo de Les Six prefiriendo, frente aquella vanguardia de principios y mediados del XX, partituras donde aparece decididamente la música popular estructurada con ritmos acentuados y repetitivos. 

Además de lo anterior, en Les mamelles de Tirésias se imponen melodías del cabaret y music hall parisino del momento, para un resultado muy atractivo, singular e interesante, por su efectista y brillante lenguaje armónico, por su chispeante y audaz mezcla de ritmos como vals, coral, polka, y jazz, con utilización de percusión en codas y nexos de unión, y gracias también a un surrealista y rico libreto de producción propia, basada en la loca farsa homónima de Apollinaire. Ese modo surrealista y alejado de la realidad, fue lugar idóneo donde Poulenc supo relacionar su música con su personal lucha con respecto a la sexualidad.

Foto: MIKEL PONCE.

Y es que, con su espontánea, sensual, y divertida música de 1944, el compositor francés expone la locura del mundo para elevarla a lo absurdo, en temas tan de actualidad como el de la diversidad sexual y el feminismo que reclama igualdad, para acabar poniendo orden en los roles sexuales y fomentando la natalidad, en aquella sociedad azotada por la Segunda Guerra Mundial. Es algo así como apertura, sí, pero sin olvidar la necesaria reproducción. 

Formato reducido

Los aplausos del final fueron merecidos, pues todo salió redondo. Dicho esto, hay que añadir sin embargo, que la sesión supo a poco, y no por culpa de Poulenc, que puso lo suyo, ni por culpa de los intérpretes que aportaron su eficaz y profesional trabajo, sino porque una hora pasa volando; como las tetas de la protagonista. Me pareció todo muy reducido: la versión de la partitura transcrita para dos pianos, la propia sala, los precios de las entradas, y la duración de la sesión. Ni Poulenc, ni su música, ni los esforzados miembros del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, -descúbrase lector que he nombrado a un grande-, ni por supuesto los espectadores, merecen tal circunstancia. La ocasión merecía un trato diferente, poniendo en escena esta pequeña joya musical con todos los honores; con lo mejor de la casa: la sala principal, la orquesta titular, y la presentación junto a otra ópera de las buenas y cortas, que las hay, y muchas: Puccini, Menotti

Todo redondo

Efectivamente, todo salió redondo, a pesar de que por su naturaleza y carácter, es difícil e incluso “desagradecido”, interpretar y cantar la música de Poulenc, pero los miembros del Centro de Perfeccionamiento de la casa, demostraron que están en buenas manos, por el alto grado de preparación mostrado, por el derroche de ímpetu y profesionalidad desarrollados, con especial acierto en la parte actoral. Los solistas estuvieron acompañados al piano por Jorge Giménez, y Roger Viognoles director musical del evento, quienes acertaron con gusto, chispa, y precisión, en el carácter justo y juguetón de la ópera, en la versión que el autor preparó con su amigo Benjamin Britten en trabajo conjunto, en reducción para dos pianos.

Foto: MIKEL PONCE.

Destacó sobre todos los cantantes el tenor británico Joel Williams, que interpretó al marido de la protagonista. Su voz es bella y fresca, y se proyecta sin obstáculos llegando nítida al espectador. Domina la escena, pronuncia perfecto, y claro: nos quedamos con ganas de escucharle en algún aria. Omar Lara, barítono mejicano, fue de menos a más, y demostró en su doble papel de director y Presto, disponer de cierta elegancia canora y actoral, y tener una voz bien colocada in maschera. Sabrá en el futuro cómo desarrollar más el volumen tanto en graves como en agudos. 

Deberá el barítono ucraniano Oleh Lebedyev colocar su voz adecuadamente para su mejor proyección, y así, estar a la altura de su gracejo escénico. De esta forma, y con un trabajo destinado a robustecer su instrumento, su gendarme será mucho mejor. No estuvo a la altura de su papel de Thérèse/Tirésias la soprano rumana Larisa Stefan, con un instrumento desdibujado, sin la adecuada colocación, y por tanto sin proyección. Trabajará más tiempo en el centro de su voz, casi inaudible, y en el Centro de Perfeccionamiento, para adquirir cuerpo, línea de canto, homogeneidad, y libertad para los agudos que debieran ser más cantados y más generosos. Bien en líneas generales el resto de solistas en sus pequeños papeles, y en el colectivo.

Foto: MIKEL PONCE.

Por otra parte, destacar la interesante voz del Joäo Pedro Cabral, de impostación, dicción, y color perfectos, que contrasta con las del Lacouf de Elías Ongay y la de Gonzalo Manglano en el papel del hijo, que debieran trabajar para igualar la voz en todos los registros.

El montaje es algo tristón, insípido, y demasiado convencional. La dirección de escena de Ted Huffman es dinámica y acertada en general. Sin embargo, por falta de imaginación, ambos asuntos están muy distantes de resolverse de acuerdo con las posibilidades que ofrece la alocada, divertida, y surrealista historia de Apollinaire y Poulenc

¿La clave del éxito? Una interpretación divertida y valiente de Les mamelles de Tirésias, obra de equilibrio perfecto entre la comicidad y el buen gusto, que llega directa al espectador, por su belleza, sencillez, y genialidad.

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