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el tintero / OPINIÓN

Todos recordamos donde estábamos el día que asesinaron a Miguel Ángel Blanco

Suelen ser lo aniversarios momentos de celebración y recuerdo, pero hoy 12 de julio de 2017 y estas últimas semanas, conmemoramos veinte años del horror, terror y dolor que infligió ETA a los españoles 

12/07/2017 - 

Creo que muchos españoles recordamos con tremenda tristeza ese sábado de mediados de julio de 1997, cuando pese a no existir las redes sociales, se viralizó en unas horas la preocupación y el temor a que el secuestro-chantaje con ultimátum incluido, acabara con la muerte de Miguel Ángel Blanco Garrido, un joven de 29 años que además de trabajar en una consultoría, decidió participar en la vida pública de su pueblo, Ermua, como concejal del PP.

He de confesarles que no sólo recuerdo perfectamente qué estaba haciendo ese fin de semana de julio, sino que desde mi adolescencia me interesaba –casi me fascinaba– y me provocaba una profunda sensación de injusticia, todo el fenómeno del terrorismo vasco a manos de ETA. Desde los años de plomo en la década de los 80 a los secuestros, asesinatos y atentados en los 90, me parecía sorprendente, cuando no incomprensible, la pasividad, la mansedumbre y especialmente la hipocresía de gran parte de la sociedad y la clase política vasca.

Existía y existe un partido político que era el hermano mayor de la banda terrorista, que siempre justificaba, amparaba y jamás condenaba (ni condena) los atentados que realizaban los etarras. Un diario que era la correa de transmisión donde se publicaban los comunicados y demás macabros anuncios que los sanguinarios pistoleros emitían. Pero por encima de todo el engranaje político-mediático y social que en las tierras vascas comprendía y justificaba la existencia de un nacionalismo que practicara el terrorismo, es decir, una sociedad que ve con normalidad que se mate, secuestre, extorsione, se acumule armamento y se pongan coches  bomba. Todo ello en el espacio físico de la España democrática de finales del siglo XX y principios del XXI. ¿Es racionalmente comprensible?

El espíritu de Ermua

Tras la liberación de Ortega Lara, con un trabajo abnegado y una especial dedicación y sensibilidad por parte de la Guardia Civil y la noticia de la liberación del empresario Cosme Delclaux, el atroz asesinato de Miguel Ángel Blanco movilizó –por primera y casi última vez– a la sociedad vasca y española en su conjunto con una poco común (por desgracia) unidad ante la crueldad infinita que los terroristas derrochaban.

Tal fue esa movilización que el propio Felipe VI –entonces Príncipe de Asturias– manifestó: “Los españoles y en particular el pueblo vasco han hablado con una sola voz y han dicho basta ya”. Parecía que el sentido común podía triunfar en España, que los partidos políticos que no estaban a favor de la muerte, el terrorismo, los grupos armados, la persecución a los disidentes se unirían y arrinconarían a lo que parecía un grupúsculo de fanáticos que practicaban usos y modos propios de la caverna, pero no fue así.

Veinte años después

La realidad es más compleja, desagradable y tozuda de lo que se presenta para dulcificar el relato de lo ocurrido, cuando no ocultar, manipular y obviar con el uso torticero del lenguaje una historia y un presente llenos de agujeros negros y de lugares para el recuerdo –y no el olvido como parece practicarse–. Curiosamente los políticos y las personas que más practican esa amnesia acomodaticia, pasan media vida recordando los crímenes de la Guerra Civil de 1936-39, y claro que las comparaciones son odiosas, ésta especialmente.

Si hace unos años que ETA no mata, no es porque toda su estructura acabó en la cárcel, su partido político ilegalizado y la sociedad comenzó a reeducarse para entender que lo que veían como normal no lo era, convivir con tanto “carnicero” no puede aceptarse como algo razonable. El terrorismo es crimen organizado, con estructura y “carta de legitimidad”, y eso debería seguir provocando, a unos más que a otros: asco, rechazo y repulsa, y no es así. Pese a la buena voluntad mostrada en aquel julio del 97, las preguntas saltan y no las hago yo, las hacía Jaime Mayor Oreja, ex ministro de Interior: “¿Por qué luego acabamos negociando con ETA? ¿Por qué legitimamos a ETA? ¿Por qué permitimos que hoy ETA sea la alternativa al nacionalismo vasco? ¿Pero es que no hemos entendido nada?” 

En este caluroso aniversario, el partido que continúa la estela del terrorismo gobierna en muchas instituciones vascas, continúa el proceso de manipulación en las escuelas, el lavado de cerebro sistemático y sobre todo goza del favor de una sociedad mortecina y acomplejada. Y por encima de todo más de 800 víctimas mortales con sus familiares y amigos que merecen nuestro cariño y reconocimiento.  Como bien dijo Cayetano González, quien fuera jefe de prensa del ex-Ministro del Interior en una reciente entrevista: “Las víctimas del terrorismo son lo mejor que tenemos en nuestra sociedad, son las persona más nobles y ejemplares. Han renunciado al odio y a la venganza. Todos los españoles tenemos una deuda con ellos.”

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