ALICANTE. Una de las definiciones del término economía que propone la RAE es la "administración eficaz y razonable de los bienes". Y creo que todos estamos de acuerdo con que es una definición muy acertada sobre todo si tenemos en cuenta que un bien representa todo aquello que es apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana. Sin embargo existen bienes que pertenecen a toda la humanidad los bienes comunes o comunales. Los bienes comunes son esenciales para la vida y el bienestar de todos. Nos referimos a bienes que no tienen dueño específico como el aire, el agua, los océanos, la tierra o la biodiversidad y que son accesibles a cualquier persona y en los que nadie tiene un derecho exclusivo.
El individuo, tal como describe Adam Smith en 'La riqueza de la naciones' en su persecución de sus propios objetivos económicos logra mejorar el bienestar común sin embargo, conlleva irremediablemente a un desgaste de los bienes comunes. El incesante crecimiento de la actividad económica y de la demanda por una población cada vez mayor a nivel global nos ha dado muestras inequívocas de que estos bienes comunes son altamente vulnerables a la degradación y al agotamiento por su sobreexplotación o abuso.
Precisamente eso es lo que demuestra Garret Hardin en su teoría sobre la tragedia de los comunes, que dice lo siguiente: el sobreuso del bien común por parte de algunos individuos es la consecuencia de los intereses egoístas a corto plazo, que entran en conflicto con los intereses colectivos a largo plazo y a expensas de toda la sociedad. Cada consumidor consume todo lo que puede tan rápido como puede antes de que otros agoten el bien, y nadie tiene el incentivo de reinvertir en mantener, reproducir o reponer el bien. El primer ejemplo de desgaste de un bien común fue la extinción del pájaro dodo, debido a la caza excesiva, el dodo fue llevado a la extinción en menos de un siglo después de su descubrimiento por marineros holandeses en 1598.
Hardin también expone la optimización en la utilización de los bienes privados versus los bienes comunes por el propio interés del dueño del bien privado, ya que una degradación supondría un alto coste para él. Si el bien es común, ese coste se solidariza y la degradación del bien común está garantizada ya que los individuos tienden a sobreexplotar los recursos compartidos. Frente a ello propone dos soluciones, la primera pasaría por privatizar los bienes comunes para evitar esa sobrexplotación de lo común, esto en la práctica plantea muchas dificultades como la dificultad de llegar a acuerdos a nivel internacional, de definir cuotas de explotación del bien común o simplemente como aplicarlo en la realidad para evitar el desastre. La privatización no evita la tragedia, sobre todo por dificultades técnicas.
La segunda propuesta de Hardin se basa en imponer unas normas que regule el uso de los bienes comunes. La regulación por parte de los diferente gobiernos o bloques económicos sobre el control directo de un recurso común puede reducir el consumo excesivo, y la inversión pública en la conservación y renovación del recurso puede ayudar a prevenir su agotamiento. De esta manera se pretende limitar la cantidad de ganado que puede pastar en tierras comunales o emitir cuotas de captura de peces. Dentro de los países individuales, los gobiernos a nivel local pueden administrar recursos compartidos con límites claros. A nivel internacional, las normas relativas a los recursos compartidos son difíciles de aplicar en todas las jurisdicciones y depende mucho de las voluntad de cada uno de los países que participan en ese acuerdo.
Estas propuestas suponen un desafío muy grande pero como sostiene Elinor Ostrom (Premio Nobel 2009) en su obra 'La gobernanza de los comunes', hay que identificar las circunstancias por las que las comunidades tenderán a la gestión sostenible y organizada de los bienes comunes y que son las comunidades que logran implementar acuerdos institucionales "robustos" las que administrarán los bienes comunes de forma exitosa. La protección y gestión sostenible de los bienes comunes es un desafío complejo, pero es esencial para garantizar el futuro del planeta.
Por ello, es importante proteger los bienes comunes y promover una gestión que pueda garantizar la sostenibilidad de estos bienes comunes para las generaciones futuras. Actualmente, esta situación no es ninguna sorpresa para nadie y se están impulsando medidas preventivas y de contención para hacer frente a este problema. El ejemplo más claro está en la implantación de los criterios ESG en las diferentes capas de la economía. En el mundo financiero se han hecho grandes avances y ha habido algunos retrocesos siendo el resultado aún pobre pero constatable en el largo plazo. La implantación de los criterios ESG pueden ayudar a mitigar la tragedia de los comunes de varias maneras:
Como acabamos de ver, la tragedia de los comunes es un fenómeno que tiene un impacto negativo y significativo en el medio ambiente, la sociedad y la economía. Cumplir con los criterios ESG, hoy por hoy, representa una solución viable para ayudar a alejar los efectos negativos de la tragedia de los comunes, fomentando la sostenibilidad, la responsabilidad social corporativa y la gobernanza. Gracias a regulación europea por parte de ESMA (Autoridad Europea de Valores y Mercados) el inversor europeo ya cuenta con las herramientas necesarias para construir sus planes de inversión de acuerdo con los criterios ESG.
René Bauch es asesor financiero de la EAF alicantina gCapital Wealth Management EAF que asesora el fondo Gestión Boutique gCapital Total Market (ES0116831050). Puede contactar con el autor para solventar cualquier duda o interesarse por los servicios de gestión patrimonial de gCapital escribiendo a bauch.rene@gcapital.es o info@gcapital.es
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